A partir de hoy EL GUARDIÁN ENTRE EL CENTENO se leerá de otra manera
Parece necesario escribir sobre la muerte de Salinger porque es el final de los intentos de conseguir la entrevista, la foto, el libro escondido, la memoria oscura. Por fin quedan los libros de Salinger limpios, escritos en los años 40 y descansando en esa fecha, que su autor desaparezca les devuelve su verdadero ser, el espejo de una época, la sensibilidad de un personaje, o la gran novela americana que él anunció en el campus de la universidad que iba a escribir.
Parece una tontería, pero a partir de hoy El guardián entre el centeno se leerá de otra manera. No parece lógico que un libro esté sometido a una influencia tal por su autor, sin embargo, todos lo están, la vida de los autores ejerce un efecto expresivo sobre los libros, convirtiendo la escritura en algo extrañamente vivo, porque, ¿Leeríamos el Quijote de la misma manera si Cervantes hubiera sido el Conde de Lemos en lugar de estar subvencionado por él? ¿Y si apareciera un novio de Thomas Mann?¿Leeríamos igual Muerte en Venecia? Y por supuesto, si Virginia Woolf no se hubiera suicidado, ¿tendría Las olasel mismo campo emocional? Si un autor se suicida, si se convierte al catolicismo, si mata a su mujer, si es homosexual, siempre está la crítica buscando un punto en la biografía que «ayude a la lectura, a la comprensión de la obra». ¿De verdad ayuda a comprenderla o predispone a una lectura determinada?
El tema del anónimo habría que tenerlo más en cuenta, la libertad del autor sería enorme, no sentiría presiones, la Literatura dejaría de ser un campo de competición, el lector haría un esfuerzo enorme por imaginar cuál es la realidad que representa el libro, con lo que su lectura sería mucho más rica. Al fin y al cabo, el escritor cuando escribe entra en una relación de igual a igual con los lectores, que se rompe cuando firma autógrafos.
Volviendo a Salinger, que llegaba al extremo de decir que no le gustaba publicar, que estaba más tranquilo sin publicar, creo que podía referirse a enfrentarse a la crítica, porque cuando se empieza como él, no hay marcha atrás y el que dice que va a escribir la gran novela americana, ¿qué va a hacer después de conseguirlo? Creo que el hálito que se le ha dado a su retiro no tiene mucho sentido, una vez causado el revuelo de su gran novela americana, ¿qué iba a hacer?, ¿dar conferencias sobre ella?, ¿vestirse de pajarita y agradecer premios?, ¿escribir una columna en The New Yorker? Eso sí que convertiría a El guardián entre el centeno en otra cosa.
Tan frágil como el cristal. Texto sobre Salinger de María Rosa Burillo
En la película de Michael Jackson lo tratan como a un dios, todo lo que le dicen lo justifican hasta la saciedad y él mueve su cuerpo como si fuera de verdad un regalo para la humanidad. De verdad que llama la atención lo de divinizar a alguien. El problema de los escritores es que escriben algo y ese algo ya no les pertenece, ¿por qué perseguirlos? ¿por qué ese afán en divinizar gente? El ejemplo más claro de escritor al estilo Michael Jackson fue Goethe, recibiendo en su casa como un dios, enseñando a su biógrafo a escribir. Su caso es extraño porque la verdad es que era un personaje de novela y así se vio a sí mismo en Poesía y Verdad
Según yo lo creo «El guardian» permanece inalterable e inalterado desde su creación por Salinger y así continuará para siempre. Las obras de los autores no se ensucian porque las lean unos y otros, sino porque en los ojos lector, o en su corazones habite la pobredumbre.
Claro que si don Miguel de Cervantes, hubiese sido conde, cualquier conde, no habría escrito El Quijote, y puede que tampoco si no hubiese sido manco lo hubiese hecho del mismo modo, como las Olas de la Wolf la llevan al suicidio, o la condición sexual de un autor le lleva a escribir de un modo determinado, como todo en la vida… pero eso no debe llevarnos a leer «El guardián» de otra manera, porque a pesar de la muerte del autor, su obra sigue estando viva.
No sé cuantos de los que han leído la obra de Salinger sabían si estaba vivo o no, o si conocían que se había convertido en un misántropo asilvestrado, tanto da para entender la unión con el creador de esa obra literaria en una corriente de viva entre ambos: lector y autor unidos en los hojas llenas de letras en un libro, con un determinado orden y una sutil armonía.
Quizás, aunque no estoy seguro, esa sea la inmortalidad.