ALGO LEGÍTIMO: INVALIDAR LA LEY WERT POR NO RESPONDER AL PROBLEMA QUE PLANTEA. LEY NULA

La ley Wert no es más que una copia barata de métodos de evaluación de otros países europeos. Los métodos de evaluación no solucionan el problema español: la falta de sensibilidad hacia el conocimiento, verdadera causa del fracaso escolar. ¿Se puede revocar una ley por deficiente? ¿Cómo es posible que la oposición a esta ley esté centrada en los recortes y las clases de religión cuando puede impugnarla por falta de soluciones al problema que la promueve? Es posible que la oposición no tenga ni idea tampoco del problema y que los políticos no sirvan más que para gestionar los dineros sin conocer las realidades a las que responden.

Intentar entender esta nueva ley es prácticamente imposible. Poco a poco, leyendo periódicos o escuchando entrevistas, te das cuenta de dos hechos básicos: la educación está politizada y se cambia en función del partido que esté en el poder y los profesores han perdido la ilusión sometidos a este vaivén absurdo de leyes. De manera que el absurdo se ha apropiado de la enseñanza y, como el toro es lo de menos en San Fermines, el contenido es lo de menos en los colegios. Me quedo con la idea de un profesor hablando en la radio: los profesores hemos perdido la ilusión y los alumnos lo que necesitan es una enseñanza que les de seguridad en sí mismos. Sólo se puede enseñar con la mímesis, transmitiendo un gran interés por la realidad. Venía a decir algo así y hablaba de asociaciones de profesores que se están formando para no caer en depresión, apoyos tristes me parecían, intentos de sobrevivir sabiendo que la losa del estado caerá irremediablemente sobre ellos.

Y no he oído nada de contenido, más horas, menos sueldo, más alumnos, menos aulas, comida de pago, más exámenes, más religión, menos filosofía, menos música. Fracaso escolar, abandono, malos resultados en pruebas europeas, falta de excelencia. La nueva ley Wert, qué coincidencia un apellido tan poco español, como si se tratara de una solución seria, extranjera, distante y objetiva, está centrada en tapar agujeros numéricos, en ningún momento en ilusionar a ese elenco de profesores amargados desde hace tanto tiempo ni a los alumnos que no saben por qué ni para qué estudian. Hacer leyes paliativas, sin novedades, sin contenidos y no ilusionantes, no hace otra cosa que empeorar la situación. Cuando un niño suspende es que no sabe, si no sabe es que no estudia, si no estudia es que no le interesa, si no le interesa es porque a lo mejor se lo están contando mal.

En tiempos donde la física cuántica ha desbancado al mecanicismo, intentamos hacer colegios con un comportamiento más mecánico, nada ajustado a lo que se va descubriendo sobre el ser humano y su interacción con el mundo. Un niño metido en una enseñanza mecánica no está preparado para el nuevo mundo. Triunfar en el siglo XXI, conocer el mundo que vivimos y poder participar en él, es sumamente difícil porque no tenemos herramientas que lo permitan. ¿Qué asignatura puede contar cuál es nuestro mundo, cómo hemos llegado hasta él, cuáles son los retos que se abren y las formas que se cierran? Parece que la Filosofía. Pero todavía más, ¿qué asignatura nos puede contar qué sentido tienen las otras asignaturas y cuáles son las categorías en las que se basan todos los discursos? La Filosofía. Para aprender cualquier cosa es necesario distinguir lo real de lo objetivo, los valores y la lógica, las categorías estéticas, qué tipos de conocimiento hay… Sin esta base, todas las asignaturas parecen contingentes y es muy difícil estudiar algo que no sabemos qué es.

Por otro lado, el niño que estudia tiene que saber que el mundo cambia, que su evolución no está determinada y que él puede participar de esa evolución llegando a ideas nuevas en cualquier ámbito. Sin esta posibilidad, con la nota por la nota, difícilmente llegará el alumno a estar estimulado.

Y la música, una experiencia creativa directa, sirve exactamente para que germine la creatividad, que no sabe de conceptos y que no puede transmitirse de otra forma. A nadar se aprende nadando y a ser creativos siendo creativos. Parece que el sentido común está fuera de la ley Wert y de todas las leyes anteriores. Cualquier niño, venga de la clase social que venga, tenga los problemas que tenga, es capaz de desarrollar su sensibilidad. Para que vaya a la biblioteca un niño que no tiene libros en su casa sólo necesita hacerse sensible al conocimiento. ¿Tiene eso que ver con tener más o menos matemáticas y cumplir con los tests europeos? No podemos olvidar que nuestro problema, el español, no es estar a la altura de Europa en conocimientos, es un problema mucho más profundo, el de ser sensibles al conocimiento. Desde ahí, cualquier nueva ley es bienvenida, pero parece más lógico que en vez de leyes se ponga todo el esfuerzo en crear maestros y recordar qué es el conocimiento. Los profesores estarán encantados de cambiar de categoría.

De manera que parece legal no aceptar la ley Wert como plan de educación por falta de contenido, rechazar la copia barata de métodos de puntuación de otros países, que en el fondo es lo que es. No a una ley que no responde al problema que plantea. La sensibilidad hacia el conocimiento sólo se adquiere con un cambio radical de perspectiva, no de evaluación, exigencias objetivas y externas. A los niños se les exige excelencia, ni más ni menos, qué palabra tan alejada del conocimiento, creo que es más acertado que los ciudadanos pidamos excelencia a los que tienen la osadía de crear leyes.

Por cierto y fuera del texto, en España tenemos un plan de estudios, la institución libre de enseñanza, mejorable, pero con una base que ha funcionado y funciona, que podría servir como proyecto apolítico, aunar fuerzas y hacernos conscientes de nuestro estado. Necesitamos, como entonces, una regeneración educativa, no una ley.