COMENTARIOS AL EJERCICIO DE LA MIRADA
Son bastante mejores los comentarios que el post, al que le faltaba creo que un poco de aclaración. Pero el pequeño caos montado sirve para ver cosas interesantes. Por ejemplo, llama la atención que el ejercicio hablara de poner atención en el lenguaje de un personaje, no con respecto a la relación que tenemos con él.
Es decir, nuestro lenguaje cambia en función del interlocutor, de manera que en un diálogo, se ve al personaje sobre todo en su relación con la persona con la que está hablando y por supuesto los sentimientos que hay detrás de esa relación.
¿Somos capaces de fijarnos en el lenguaje que cada uno tiene independientemente de su relación con otros? Muletillas, frases repetidas, insultos y silencios habituales. Por ejemplo, cuando nos escuchamos en una grabación, nos resulta muy desconcertante porque además del tono de voz diferente, nos vemos repitiendo palabras de las que no somos conscientes y que crean una sensación determinada.
Estoy pensando en el tema de los tacos. Cuando yo era pequeña, sólo decían tacos los hombres y empezaban a hacerlo las estudiantes que fumaban, gritaban más de la cuenta y tiraban algún libro al suelo para hacer un poco más de ruido. A mí me llamaba la atención al pasar por la puerta de un colegio la necesidad de esas chicas de llamar la atención, más que el taco, el grito para que se oyera bien el taco. Y en el fondo, me parecía que el taco era una forma de reafirmarse, de tener seguridad, de llamar la atención, de que las escucharan. En otros, esa actitud también era un reclamo. Un verano estuve paseando todos los días por los alrededores de un pueblo, un señor trabajaba en el campo, yo pasaba y decía Buenos días, y él contestaba, Buenos días, me cago en dios. En ningún momento era agresivo conmigo, todo lo contrario, era una forma de resaltar el darme los buenos días, pero resultaba demasiado fuerte, detrás había una actitud un poco agresiva ante la vida, una forma de estar a la defensiva. Los hombres que utilizaban tacos en sus casas también tenían un punto de reclamo para ser escuchados porque no sabían moverse en un espacio creado por las mujeres. En fin, que si en una narración, un personaje dice tacos, el escritor tiene que saber por qué los dice y utilizarlos para mostrar algo de él.
Dentro de los comentarios se han tocado varios temas. Álvaro ha tocado el tema de que el lenguaje vincula, es decir que en la cabeza tenemos una forma de estar en el mundo que se refleja en el lenguaje y a su vez el uso repetido de ese lenguaje no nos deja espacio para movernos de otra manera. Efectivamente, hay gente que ve la relación amorosa como una lucha y entonces tiene la relación montada en una especie de pelea-reconciliación. También recuerdo a una señora que cuando hablaba con su marido decía sin parar mi amorcito, tesoro, cariño, yo era pequeña cuando la oía y pensaba que el otro no podía decir nada ante aquel torrente de palabras, era como si al otro lado no hubiera nadie. Hay gente que piensa que el amor se acaba y después quedan los hijos, el respeto, el cariño y entonces no es capaz de ver que tiene un problema de pareja porque su discurso le hace creer que lo que le pasa es lo normal. El problema de los discursos es ese, que acabamos por no pensar y colocar un discurso ya hecho a cualquier cosa que nos ocurre. Es más, hay mucha gente reacia a romper los discursos hechos, y casi prefiere uno negativo a tener que quedarse sin ninguno. Ayer ponía un post sobre las palabras tabú hoy en día, las mal vistas. Pues al final, conformamos nuestra vida bajo ese discurso de el amor no existe, todo el mundo miente, no te puedes fiar de nadie, la gente va a lo que va. Incluso ante una vida fuera de lo común como la de Vicente Ferrer, las palabras usadas son las políticamente correctas en este caso, solidaridad, ayuda, apoyo, satisfacción, estaría bien ver una noticia sobre él y subrayar.
Estamos de verdad, absolutamente manipulados por palabras, nos dejan vivir y sentir hasta donde el discurso general, lo políticamente correcto, permite. Y los que se salen de ahí, se salen por la negación, eso se puede admitir, pero alguien en éxtasis es inadmisible.
También me han encantado las historias de Fabián. Por un lado ha introducido el tema de conocer lo que siente o piensa una persona por el uso innecesario que hace de las palabras. Todos hemos sentido un te quiero fuera de lugar que nos hace pensar que no nos quieren, o cuando alguien dice mucho que es muy honrado inmediatamente sabemos que tenemos que tener cuidado. También este es un recurso muy útil para construir personajes. En otro momento, la madre cambia el nombre de gente por personas, también quiere decir que las de ahora le parecen más intimidantes, no tiene recursos para colocarlas. En El Beso, no son tanto las palabras que usa, sino los gestos, los que hacen entender al personaje. En realidad un beso tiene sentido cuando uno lo siente de verdad, cuando hay un momento de verdadera comunicación. De hecho, a mí siempre me ha parecido mejor dar la mano que dos besos como saludo, los doy como todo el mundo, pero me parecen fuera de lugar. Dando la mano puedes mirar a los ojos y besar la mayor parte de las veces no es un acto de cariño y se hace con la velocidad del trámite.
Cecilia también se fija en el lenguaje de alguien en conversación y está muy bien porque muestra como alguien no quiere hablar. Si en una novela quisiéramos contar que alguien no quiere hablar, en lugar de ponerla en silencio, sería más efectivo hacerla hablar con palabras sin significado, claro, bien, sí, no te preocupes, bueno, y repitiendo alguna de ellas, claro que sí, claro que sí. La repetición dice bastante. La repetición, lo iremos viendo, es un recurso artístico muy usado y muy efectivo.
En fin, que podemos seguir observando el tema del lenguaje para definir a un personaje. Se puede ver el egoísmo o la generosidad. Podemos medir la cantidad de veces que alguien usa yo, o nosotros o tú de una forma agresiva. Podemos ver la inseguridad o la seguridad de alguien en función de las veces que se repita a sí mismo lo estupendo que es. Podemos ver la necesidad de integrarse de alguien a un grupo por el uso de las palabras que hace de ese grupo. Cuando yo era adolescente, muchas chicas decían macho sin parar, también quedaba raro. También hay grupos que utilizan el lenguaje para diferenciarse de otros, por ejemplo ciertas clases sociales reconocen a los que son de sus grupo por el lenguaje.
En fin, la cara es el espejo del alma, y las palabras desde luego son el espejo de la cabeza de cada uno. Gracias por los comentarios, sin ellos no podemos ver nada.
Silvia gracias a tí por las explicaciones.
Yo creo que el verdadero espejo del alma no es la cara si no las palabras. Concretamente el lenguaje que, concientemente o no, utilizamos para contar el mundo. Ahí esta la clave de nuestra existencia, para entenderla y para cambiarla.
Como muy bien nos explicas no hay nada como los dircursos. Esos elementos sopechosos que se apoderan de nosotros, anulando todo lo que tenemos de únicos para convertirnos en sus fieles representantes. Como decía un amigo mio «Virgencita, virgencita líbrame de mi discurso».
También los gestos, Alvaro. Yo creo que se podría hacer un discurso sólo de gestos y de andares, de movimientos reposados o bruscos. ¡Cuánta expresión hay en ellos! Algo así como una taquimecanografía del cuerpo.