Creación Literaria en las aulas
Leer es un arte y debe tener el mismo trato en la enseñanza que la pintura o la música.
Me presento esta vez como profesora de Creación Literaria y con el recuerdo nítido de mis clases en un colegio privado entre 1998 y 2002, más o menos. De las fechas es de lo que menos me acuerdo, pero las caras de mis alumnos las tengo grabadas: su atención absoluta en clase abducidos por las imágenes, las acciones, los pensamientos que iban apareciendo y que habrían miles de posibilidades en la vida que tenían por delante.
Llevo años diciendo que la única manera de fomentar la lectura es enseñar a leer-escribir en el colegio, igual que se enseña a tocar la flauta o a pintar. ¿Por qué el arte de la escritura ha quedado escondido y cubierto por el manto de la clase de lengua y literatura, que no tiene nada que ver con la experiencia estética de la lectura o la escritura?
No tengo espacio para gritar algo tan fácil como, por favor, dediquen una hora a la semana a la creación literaria. No hay mejor forma de desarrollar la comprensión lectora, el conocimiento de uno mismo, la relación con los demás, el interés por comprender el mundo y la asimilación de la lectura como una experiencia irrenunciable para quien la vive.
¿Cuántas personas leen de verdad, entendiendo que son artistas mientras leen, que lo que están imaginando, recreando depende exactamente de su inteligencia y de todos los recursos de lectura que hayan asimilado?
La clase de Lengua y Literatura no sirve para crear lectores. No sé cuántos años hacen falta para darse cuenta de ello. Los libros literarios tienen que ser tratados como arte. Algunos niños que se sienten cómodos tocando la flauta acaban yendo a un conservatorio, ha sido mi caso gracias además a las audiciones de música clásica que teníamos en el colegio desde muy pequeñas sentadas en el suelo una vez a la semana. Otros niños descubren su vocación como pintores gracias a las clases de pintura del colegio. Y los que no se ven iluminados por el rayo de la experiencia extática del arte saben qué es un color, cómo se coge una cera, han visto un pentagrama, han cantado una canción.
Sin embargo la mayoría de los niños nunca han leído un libro porque copian el resumen de internet y es suficiente y no saben qué es un narrador porque no han tenido la experiencia de contar algo y que otro lo escuche. No comprenden al otro porque nunca han sentido empatía por un personaje, no tienen una visión global de lo que significa ser humano en el mundo, no conocen la consciencia, no hablan consigo mismos porque nunca han visto un monólogo interior. Y eso no es teoría. Igual que a nadar sólo se aprende nadando, a leer sólo se aprende leyendo y escribiendo. Y alguien, un nadador profesional, acompaña al que nada corrigiendo posturas, haciéndole consciente de cómo el cuerpo bien colocado puede ganar fuerza, potencia, velocidad. Y alguien, un buen lector puede acompañar la lectura señalando con el dedo algunos puntos fundamentales para la comprensión, haciendo preguntas que obligan al alumno, practicante, estudiante, como queramos llamarlo, a ir más allá de la lectura literal.
Mis maravillosos alumnos de hace tantos años leían a Faulkner y a Joyce en bachillerato y en cuarto de la ESO. El debate sobre si los niños tienen que leer cómic o libros fáciles o libros con imágenes como si tuvieran ya taras cerebrales que les impiden profundizar o enfrentarse a un párrafo largo no tiene sentido. Una cosa es la imagen y otra la lectura, son dos experiencias diferentes. Una no sustituye a la otra. Habrá alumnos que no se enganchen a la lectura, como yo nunca he dibujado nada, pero habrán tenido la oportunidad de saber qué es leer.
La adolescencia es el momento perfecto para leer porque necesitas toda la información o algo de información sobre el mundo y no me refiero a datos, sino a paradigmas de comportamiento humano. Qué importante es reconocer un gesto, entender una actitud de alguien cercano porque lo has visto antes en un personaje bien creado en una buena novela.
Por cierto, cuando un profesor de música pone música a sus alumnos, elige un clásico y no a La elegida para ir a Eurovisión. Cuando en clase de Educación plástica visual y audiovisual, un profesor muestra a los grandes artistas de la Historia del Arte, nadie dice nada, nadie espera que enseñe cómo pinta un amigo aficionado. No pasa nada por enseñar clásicos cuando se hace bien. Claro que no sólo se enseñan pintores españoles cuando se enseña educación plástica en el colegio. Imaginemos a un niño que no sepa quién es Beethoven o que no reconozca a la Gioconda o el Moisés de Miguel Ángel. ¿Por qué, siendo la literatura un espacio universal, literatura del mundo, y ahí está su inmenso valor, sólo se da a leer a los alumnos libros de escritores en lengua castellana?
Tendríamos mucho de qué hablar, incluso sobre la lectura y escritura como una asistencia psicológica al adolescente, que tanto la necesita, pero todo este tema se puede resumir en dos ideas como los mandamientos:
Leer es un arte y debe tener el mismo trato en la enseñanza que la música y la pintura.
Y mucho me temo que hay cierta reticencia a entender esto porque cuando publiqué los cuadernos de lectura creativa en De Conatus, con propuesta de preguntas para hacer un club de lectura y entender los mecanismos de la narrativa en los clásicos, algunos me decían que no está bien decirle a la gente que tiene que aprender a leer. Les cuesta ver a muchos que la lectura es un arte en el que se profundiza cuando se sabe cómo funciona la escritura. A nadie se le ocurre decir que es mejor que no se sepa leer música para entender mejor la música.
En fin, esta es una entrada de un blog de una editorial que cree firmemente en la lectura como arte, que piensa en el lector como un artista, que interpreta una especie de partitura, el libro, como puede hacer un pianista. Y la que escribe esta entrada de blog es alguien que ha probado el éxito absoluto de las clases de Creación Literaria en los últimos años de colegio. Es bueno, bonito y barato. Es real y es justo. Pero nadie me escucha.
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