Curso Creación Literaria. Segunda propuesta y correcciones de la primera.
EN ESTE VIDEO TENÉIS CORRECCIONES GENERALES DE LA PRIMERA PROPUESTA
Han sido muy interesantes estos primeros textos. En todos los ejercicios el sonido es muy importante. Más que ver, se oye. ¿Por qué? ¿Porque buscamos algo vivo?
Y tenéis una corrección individual en la entrada anterior.
SEGUNDA PROPUESTA:
¿Qué veo por la ventana antes de acostarme?
Este es el segundo reto. Se trata de mirar por la ventana antes de acostarnos y contar qué vemos.
Lo podéis enviar hasta el lunes. El lunes corrijo y el martes envío otro vídeo con nueva propuesta y correcciones.
Una duda; ¿hace falta que sea la misma ventana? ¿Hay que darle al texto alguna continuidad con el anterior? Quiero decir, si podemos hacer referencia a lo ya citado en el anterior texto o mejor no.
No, no hay que hacer referencia al otro texto. Es nuevo. Ya lo uniremos.
Es la ventana de mi habitación, es una ventana de madera interior, y justo detrás están las plantas que me dan alegría y detrás la entrada al garaje que a estas horas todavía está La Luz encendida el jardín y La Luz en la parte superior alumbrando el edificio vecino
Este personaje que crea el texto está buscando algo que le ayude. En lugar de ver la oscuridad ve las flores que le dan alegría, el jardín y la luz. Va directa a la luz. Es muy corto y no se puede sacar mucho más, pero se puede ver la personalidad de la narradora que busca lo bueno para no ver lo malo. Con este tipo de cosas se crean los personajes.
¿Qué que veo detrás de mi ventana?, ¿Eso me preguntas?
No veo nada…. oscuridad, miedo, soledad, pavor, tristeza y desasosiego. No hay luz, no hay voces, ni la luna ha venido a visitarme, no quiere ver todo lo que nos está pasando, no me quiere acompañar y se esconde……..,
Y no veo nada.
Pero me han preguntado qué es lo que hay, y yo, sigo mirando…..y mirando….. y allí, al fondo descubro una luz,. Me acerco más a la ventana. Esa luz refleja mi imagen en el cristal, parada, quieta, sorprendida; y descubro que lo que veo en mi ventana soy yo..
Este texto es un ejemplo de la importancia del tono en una narración. Sin que diga la narradora que está enfadada, lo notamos. Es el tono en el que está escrito. Está escrito desde el enfado. Lo has construido con las preguntas del principio, con la negación constante y con la respuesta final a la pregunta que te hacen sin ganas de hacerla.
lo interesante, y eso buscaba este texto, es que al ver la oscuridad, la narradora se descubre así misma. Esta es como una lógica de la condición humana. Cuando no hay nada al otro lado, cuando no nos podemos relacionar, nos encontramos con nosotros mismos.
Cuidado con la luna que no va a visitar a nadie, ni quiere ver ni hace nada humano. Lo puedes cambiar trabajando la sensación de que ha desaparecido.
Muchísimas gracias.
No consigo ver la lluvia y tampoco hay gotitas en ninguno de los cuatro rectángulos de vidrio que define el marco blanco de madera, de la ventana de mi cuarto. Hoy no la abrí en todo el día, desde que desperté hasta ahora no ha parado de llover. Si me muevo, los elementos de mi cuarto que se reflejan en ella, cambian de cuadrante.
Me coloco de manera tal, que consigo ver en el cuadro inferior izquierdo, cómo cae del techo la lámpara cilíndrica de tela blanca que tiene colgado un cazador de sueños tejido en verde y que a su vez, sostiene con un hilo un delicado corazón de origami, así, el corazón plateado de latón que está en la pared, queda solito en el vidrio inferior derecho. Detrás de la lámpara que emite una luz anaranjada suave, puedo también distinguir el ropero y encima de él, la maleta roja que tuve que comprar en el último viaje a México porque se rompió la que llevaba. Junto, la puerta del cuarto cerrada y en ella pendura la toalla que usé justo ahora, después de la ducha que tomo casi siempre antes de ir a la cama.
Ahí está el efecto que crea este texto. La oscuridad hace que se vea el reflejo de lo que somos. En este caso hay una interesante construcción de personaje. Lo conocemos a través de sus objetos.
Para que sea más efectivo, sobran algunos elementos que no aportan nada: la frase de «hoy no la abrí…» Y la ducha antes de ir a la cama tampoco aporta mucho. Lo importante son los objetos. Si quieres desarrollarlo más, puedes aumentar el número de objetos que se ven que definen a la narradora-personaje.
Hace una semana que nos encerraron aquí. Entonces todavía había gente que hablaba en la calle, yo mismo vi, recuerdo ahora, desde esta misma ventana a un vecino conversando por teléfono y riendo a gran volumen frente a la puerta de su casa.
Hoy no pasa un coche, y los tres que hay aparcados frente a la mía llevan días sin moverse. Un chico en pantalón corto pasa cargado con unas bolsas. Al final de la calle están las basuras. Pronto volverá a pasar de regreso a casa, esta vez con la cabeza bajo la capucha de su sudadera. Llueve levemente. En la distancia se ven brillar intermitentes las luces blancas y anaranjadas de una población cualquiera. Silencio sostenido.
En mi cabeza suena una melodía. Andante sostenuto. Schubert, sonata para piano n.21. ¿Hay algo más dolorosamente hermoso que Schubert, ya enfermo, cuando se cita con la muerte en sus últimas composiciones?
Lo primero: quitar la frase silencio sostenido. Ese silencio ya está en el texto. Es el silencio el que le hace reflexionar. Por eso empieza recordando o pensando. Si hay algo interesante fuera para ver y hay ruido, entonces no es la reflexión lo que surge. Esto es importante para entender que en un texto, el personaje piensa, o recuerda o mira o escucha o baila dependiendo de la circunstancia. En este caso, mirar por la ventana de noche, lleva a una acción interior. Tú has elegido la reflexión, el monólogo.
Al decir que hace una semana había gente riendo, hablando…, quiere decir que ahora no y ya tenemos el silencio sostenido.
La melodía que suena en la cabeza aparece por la circunstancia también. Ese silencio mortecino atrae a Schubert y si el texto continuara, seguiría por el derrotero de la muerte. Es importante ver esto en los monólogos que pueden acabar siendo flujo de conciencia. En ellos se salta de un tema a otro exactamente como lo hacemos cuando pensamos solos. Aquí ya hay un personaje en acción.
La farola ilumina la palmera, tan tiesa y majestuosa ella. Arriba brillan las estrellas con mucha intensidad, la atmósfera está limpia. Abajo, la zona infantil está acordonada, con una cinta, cual escenario de un crimen. Entre los bancos vacíos y los columpios quietos, una pelota. La misma que veo cada día desde hace una semana. A lo lejos una sombra se mueve. ¿Tal vez un gato?
Aquí hay que quitar «cual escenario de un crimen». Ese es el efecto que hay que trabajar. Tenemos que sentirlo sin que nos digas lo que es. El primer paso lo has dado: la soledad de la zona infantil, que da idea de que ha ocurrido algo malo. También el detalle de la pelota sin dueño durante una semana. Y la sombra que se mueve. Quitaría «¿tal vez un gato?» porque borra el misterio que está construyendo esa sensación de escena de crimen.
Lo importante: darnos cuenta de que escribir es crear efectos expresivos y nunca decir lo que queremos que sienta el lector, es decir, no decir lo que sienten los personajes. Alguna vez es necesario, pero no si lo que sienten es el efecto expresivo que da sentido al texto.
Son las dos de la madrugada. Miro por la ventana. Lo primero que veo es un edificio de tres plantas, justo enfrente de mi casa. La luz sale por varias de sus ventanas. Ocho he contado. Dos de ellas solo me muestran las cortinas. En otras veo una especie de sombras en movimiento. En la de la tercera planta, a la izquierda, hay asomado un señor fumándose un cigarrillo, una mujer se acerca y lo abraza.
Detrás de ese bloque puedo distinguir algunos edificios más altos. También con luz en bastantes de sus ventanas, pero sólo veo eso en ellas, luz.
Más allá no puedo ver nada. El cielo está muy nublado.
El efecto aquí es: no ver nada. La luz, es lo curioso, es sinónimo de no ver nada. ¿Por qué? Porque no es la luz natural. Si piensas en el efecto expresivo que crea la luz artificial de falta de realidad, puedes hacer un potente texto de irrealidad.
Están bien elegidas las dos de la mañana, que ya da idea de estar fuera de la hora razonable. Lo segundo que la luz sale de las ventanas, no entra por las ventanas, las sombras, el hombre asomado fumando, que da sensación de ansiedad.
Y si en lugar de poner «más allá no puedo ver nada. El cielo está muy nublado», pones: No puedo ver nada. Solo luz. Eso crea el efecto más concreto de estar de alguna forma cegada para ver.
Gracias Silvia.
me voy a dormir y veo que la ventana de mi vecino aún está iluminada. apenas le conozco. y puede que este tampoco sea el mejor momento. justo ahora que de lo que más podríamos hablar es del tiempo. mi gato Víctor ya lleva un rato durmiendo. creo que, de todos, es el que más se ha percatado de que algo sucede afuera. cuando abro la puerta de casa ya no sale a buscar el sol en la azotea. me alegro de no haber perdido el sueño. lo que he recuperado son las pesadillas. parece que ellas también están de cuarentena en mi cabeza. pero confío en Camus y su verano infinito. y sé que por esta ventana, muy pronto, entrará algo mucho más fuerte que la oscuridad de hoy. aquí no hay sitio para el lado oscuro. que la fuerza os acompañe.
Si lo comparas con el otro ejercicio, aquí en lugar de mirar hacia fuera, la narradora va hacia dentro y tiene una conversación consigo misma. Es un monólogo. Es lo suyo cuando lo que ves es oscuridad. Está bien porque aparece cierto deseo de conocer al vecino, de encontrar luz. Y por otro lado su lucha contra las pesadillas. Por eso no hacen falta las dos últimas frases. Sobre todo porque lo interesante es la mirada interior y si pones que la fuera os acompañe, entonces, el texto pierde el efecto construido antes porque se está dirigiendo a alguien.
Entiendo tu explicación Silvia. Muchas gracias!
Siempre es el mismo gesto antes de irme a dormir: mirar la luna, pero hoy no la veo porque las nubes la han tapado por completo, así que bajo la mirada hacia la ventana de la casa de enfrente.
Hoy, la familia que vive tras esa ventana no está viendo la televisión, está entretenida alrededor de la mesa. Aunque no los oigo se adivinan las risas y la conversación. La madre reparte algo que parecen cartas de la baraja, y yo no dejo de pensar en cuánto tiempo hará que no jugaban a un juego de mesa por no tener tiempo para ello.
Como en la mayoría de los ejercicios, ha salido lo que tenía que salir: el pensamiento, la reflexión.
Lo interesante es que el cambio que está viendo en la familia vecina le está sirviendo a ella para darse cuenta de que ha dejado de hacer cosas porque no tenía tiempo.
Es un recurso que se usa en literatura: el narrador describe a otros como un espejo, para verse a sí mismo.
Contemplo la calle vacía, veo el negro asfalto que reluce a la luz de las farolas y los coches alineados en batería que al parecer ocupan las mismas plazas desde hace días. Nadie circula por las aceras ¡normal a estas horas!
En el cielo una maraña de nubes negras parecen anunciar lluvias, mientras, en otros puntos aclaran su intensidad hacia los grises, aunque siguen sin dejarse ver las estrellas. ¿Y aquella zona plateada? Quizás se deba a la luna, pero ni un resquicio por donde pueda filtrar su luz.
La montaña al alcance de mi vista tapada por una espesa niebla que no deja ver su cumbre de granito, afortunadamente no alcanza a cubrir la falda donde se encuentran muchas casas, desde aquí no las distingo bien, si sus ventanas iluminadas. El conjunto da un aspecto de belén al paisaje. Una de esas luces llama mi atención, por unos segundos observo su parpadeo preguntándome sí será una alarma que se ha disparado, o una de sus farolas averiada.
Antes de retirarme a descansar es ya una costumbre observar un ático del otro lado de la calle, y hoy con más motivo le echo la última mirada… No es una curiosidad malsana, para mi es un juego de adivinanzas saber en que están entretenidos mis vecinos a estas horas de la madrugada. En la distancia percibo unos fogonazos de colores y si aparecieran de un rojo intenso sería más fácil acertar qué es lo están viendo.
Al acostarme, compruebo que no hay luz en la ventana de mi vecina. Así ha sido durante todo el día, lo cual quiere decir que no lo ha pasado en casa. Como hoy es sábado, he aprovechado para dormir un poco más, por lo que no he podido comprobar a qué hora ha salido.
En algún momento de la tarde creí ver, por fin, una lámpara encendida detrás del visillo a cuadros, pero resultó ser un reflejo de la mía.
Ayer, durante los aplausos de las ocho, me dijo que tenía guardia el domingo en el hospital pero que tenía que estar localizable, ya que sus compañeros van cayendo enfermos y los ingresos no dejan de aumentar. Desde nuestras ventanas enfrentadas, hablamos de la curva y de lo que hacemos como sociedad para aplanarla, de cómo estamos encerrados nosotros y agotados ellos.
Hoy he salido yo sola a aplaudir frente a una ventana cerrada y a oscuras, esa que veo al acostarme.
Este personaje que crea el texto es alguien obsesionado por encontrar vida: quiere ver la luna donde sea, quiere ver humanos detrás de las luces, quiere ver casas a pesar de la niebla. Todas las dificultades meteorológicas para la vista hacen que ella busque con más afán la humanidad. ¿Quién será ese personaje que necesita estar con humanos? ¿Qué le habrá pasado en la vida para tener esa necesidad? Esas son las preguntas que se generan en el lector. En lugar de pensar sobre lo que ocurre, está adivinando qué hacen otros. Le interesan los humanos. Así se empieza a construir un personaje.
Está bien organizado el efecto de inquietud ante la falta de noticias de la vecina. Sabemos que está en un grupo de riesgo y que le puede haber pasado algo muy malo y eso nos crea alarma. Y este efecto se puede intensificar.
Cuidado con el lenguaje: escribamos olvidándonos de que estamos escribiendo. A veces el texto coge el tono de una redacción como: «Como hoy es sábado, he aprovechado para dormir un poco más, por lo que no he podido comprobar a qué hora ha salido». ¿Por qué? por el conector, «por lo que». Tiene que ser más fresco, tipo, no sé a qué hora ha salido. Hoy he dormido hasta más tarde. Por otro lado, si queremos transmitir el nerviosismo de la que está preocupada por su vecina, las frases tienen que ser más cortas, para que respiremos peor al leer. Hay que representar más directamente lo que piensa la que está viendo la ventana, lo que se dice a sí misma.
La frase final que sea menos conclusiva. Debería estar en presente porque empieza en presente el texto y porque así nos quedamos metidos en la sensación. Lo más importante: crear sensaciones, efectos.
Esta noche, iba a cerrar la persiana de la ventana de mi cuarto, como siempre, pero esta vez, me detuve e intenté mirar fuera. No pude divisar nada, así que abrí la ventana. ¡Qué frío me viene dentro! A penas la cima de los robles se destacan del cielo oscuro. ¡Ay! ¡Guilli! ¡Qué susto! ¡Tonto!¿Qué haces aquí? Ya sabes que tú te quedas fuera. A andar por allí. A visitar a los vecinos, a descubrir el bosque de al lado. A casar los ratones. ¡Vaya! ¡A ir adonde tú quieras durante la noche entera!
A «cazar» los ratones, claro 😉 Perdonen
Muy interesante el tema de hacer que el gato viva en lugar de la narradora. Para uno que puede ser libre, prefiere quedarse en casa. Ahora, cuidado con los tiempos verbales. Tiene que estar en pasado o en presente. Mejor en presente. La potencia está en el descubrimiento del gato y en la forma de mandarle hacer lo que le gustaría hacer a ella. Le sale espontáneo. Cuando va a pensarlo, lo lanza fuera.
Apoyo la copa y me siento. Miro a través de la ventana. No, mejor esta vez abierta. El aire fresco me acompaña hasta la mesa. Que bueno este trago, no está nada mal para ser un vino corriente. Vuelvo la mirada a la ventana. Mis ojos descansan en una multitud de islas de luminosas y sus familiares contornos. Busco las señales verdes y rojas de los faros, los pequeños guardianes de la ría. Levanto la mirada y observo las nubes grandes y alargadas. Escucho el sonido suave de la lluvia. Cierro la ventana dejando al otro lado las luces valientes desafiando la oscuridad que amenaza con tragárselo todo.
Muy interesante esa búsqueda del paisaje acostumbrado. Está muy bien puesto los familiares contornos. Sin embargo, quitaría mis ojos descansan porque es demasiado literario para una acción cuya fuerza es la realidad de la búsqueda. Con decir me paro o mi vista se para, no sé lo que dirías normalmente. Con ese lenguaje normal se crea una voz, si el lenguaje es literario no hay voz porque se escapa precisamente lo más característico del que habla.
La necesidad de que entre fresco también crea la sensación de encerramiento sin decirlo. Tampoco diría «los pequeños guardianes de la ría», sigue siendo como un uso común del lenguaje para ser literario. Tienes que buscar qué efecto producen en la narradora esas luces. Y por último, las luces no son valientes, así que lo que quieres decir es que de alguna manera seguimos luchando contra la oscuridad y las luces son un símbolo, pero hay que hacerlo de otra manera. Quizás: la oscuridad está ahí siempre, parece más oscura, pero seguimos manteniendo las luces encendidas. Está así puesto a bote pronto, habría que hacerlo mejor, pero es importante tener en cuenta que todo lo que se escriba tiene que ser con las palabras que usa normalmente el narrador, sin tener conciencia de estar haciendo un texto literario. Así se coge el tono.
Si, entiendo lo que quieres decir con “si el lenguaje es literario no hay voz”. Gracias!
Estaba enroscándome en la cama y me acuerdo que tengo que mirar por la ventana. Alcanzo las zapatillas con la punta de los pies tentando el suelo, con la luz apagada. Alcanzo el pretil trastabillando con la butaca, ¡porras no me acordaba que estaba aquí este trasto!
Inspirando el aire fresco con aromas de yerba húmeda y azahar me quedo embelesada ante el telón oscuro del firmamento sin estrellas. El hechizo se rompe al oir ruidos entre los arbustos de la acera y alcanzo a distinguir sombras recortadas entre el follaje tupido. Intrigada miro hacia el movimiento de las hojas que se bambolean haciendo unos ruidos sospechosos, pues no corre ni una brizna de aire y me empiezo a inquietar, no detecto ninguna presencia que lo justifique.
Un miedo creciente se apodera de mí y cierro la ventana de golpe. Aguzo el oído y oigo trepar algo por la fachada, me entran unas ganas terribles de gritar, no puedo. Aprieto los párpados súbitamente y noto cierta humedad en el pantalón del esquijama. Me quedo paralizada cuando un estruendo se estrella contra el cristal.
Abro los ojos al oír el maullido de la gata de mi vecina. Aurora es una señora muy mayor que vive sola con su gata y es muy raro que este felino tan huraño acuda a mi ventana.
Alcanzando la bata salgo corriendo a casa de mi vecina.
Cuidado con el lenguaje. Seguro que el narrador no usa la palabra firmamento en su lenguaje normal y tampoco felino. Para conseguir una voz narrativa, esa voz tiene que usar las palabras que salen de la personalidad del narrador, no de una forma literaria de llamar a las cosas.
Tampoco deberías usar «un miedo creciente se apodera de mí». Al cerrar la ventana de golpe ya entendemos que tiene miedo. hay que crear el efecto sin nombrar la palabra.
Lo mejor es la llamada a la acción. Otro personaje se quedaría preocupado, este va a ver qué le ha pasado a la vecina. Muy bien hecha la sucesión de hechos porque ya estaba en la cama, se levanta perezoso y al final acaba corriendo.
En la distancia percibo unos fogonazos de colores y si apareciera un rojo intenso sería más fácil acertar lo que están viendo…
Mi voluntad es salvar mi precipitado envío. Echo de menos , en estos momentos, un lápiz para corregir este final de lo que veo por mi ventana…
Luces, son sólo luces. Ellas Son las que, en mi noche, perfilan las formas que me permiten reconocer e imaginar el mundo desde mi ventana.
No es una impresión nueva. Siempre pensé que había demasiada luz en mi noche.
La estación del tren con sus largos andenes, derroche perpetuo de luz en noches desiertas.
El puerto, con sus inmensas grúas engalanadas para una navidad que se convirtió en eterna.
La terminal de contenedores, con su cromática muralla de apilados trozos de mundo, también sembrados de focos que ciegan.
Después veo los muelles, después los buques de carga, después el mar.
Después del mar, veo otra vez la tierra. La otra tierra.
Y también la adivino desde mi ventana. Tierra, sembrada y perfilada por otro carrete interminable de luces tan numerosas como desordenadas.
Siempre pensé que había demasiada luz en mi noche. Hoy igual.
Parece que la narradora esperaba un cambio en su mirada que no ha ocurrido porque termina «hoy igual». Lo interesante del texto es que las luces son solo luces, es decir, que en lo que ve, no hay nada interesante, que lo que iluminan es siempre lo mismo. Según el final, siempre lo ha pensado y ahora lo confirma.
Llama la atención lo de mi noche, mi ventana, mi noche otra vez. Cuando se repite algo en un texto, el lector está esperando que signifique algo. Y aquí no termina de verse. Falta algo que cuente porque la narrador necesita decir que es su noche y no la de otro. Por otro lado ese puede ser un rasgo del personaje que se está creando.
Algunas frases se quedan sin expresividad porque están demasiado bien construidas. Es decir: «la terminal de contenedores, con su cromática muralla de apilados trozos de mundo, también sembrados de focos» no nos produce una sensación concreta. ¿Qué habría que resaltar, el color, la muralla? Tiene que ser algo que nos produzca una sensación.
Falta dejar que fluya la voz que la narradora tiene cuando no escribe para que se distinga como personaje.
Gracias una vez más Silvia. Si lo intento, pero se ve que lo de narrar escueta y objetivamente, no debe ser lo mío…Yo siempre he tenido mucho cuento, de ahí que tire al idem…
Gracias de nuevo y seguiremos progresando, lo que ya no sé es si, «adecuadamente»…
Súper adecuadamente. Estos son ejercicios para trabajar en narrativa, no una prueba de nada. Tú eres una gran cazadora de historias y eso cuenta mucho a la hora de escribir. Ahora estamos cocinando recursos narrativos para contarlas bien. En realidad, nos deberían enseñar en el colegio a escribir narrativa como nos enseñan a tocar la flauta o a pintar, pero no lo hacen.
¿Que veo desde la ventana antes de acostarme?
Contemplo la calle vacía, veo el negro asfalto que reluce a la luz de las farolas y los coches alineados en batería que al parecer ocupan las mismas plazas desde hace días. Nadie circula por las aceras ¡normal a estas horas!
En el cielo una maraña de nubes negras parecen anunciar lluvias, mientras, en otros puntos aclaran su intensidad hacia los grises, aunque siguen sin dejarse ver las estrellas. ¿Y aquella zona plateada? Quizás se deba a la luna, pero ni un resquicio por donde pueda filtrar su luz.
La montaña al alcance de mi vista tapada por una espesa niebla que no deja ver su cumbre de granito, afortunadamente no alcanza a cubrir la falda donde se encuentran muchas casas, desde aquí no las distingo bien, si sus ventanas iluminadas. El conjunto da un aspecto de belén al paisaje. Una de esas luces llama mi atención, por unos segundos observo su parpadeo preguntándome sí será una alarma que se ha disparado, o una de sus farolas averiada.
Antes de retirarme a descansar es ya una costumbre observar un ático del otro lado de la calle, y hoy con más motivo le echo la última mirada… No es una curiosidad malsana, para mi es un juego de adivinanzas saber en que están entretenidos mis vecinos a estas horas de la madrugada. En la distancia percibo unos fogonazos de colores y si apareciera un rojo intenso sería más fácil acertar lo que están viendo…
Sirve la corrección que está puesta más arriba.
Mientras abro la gran ventana que da a la calle , me recuesto en la esquina de mi cama , cierro los ojos, y siento como la brisa a su vez va creando ese ambiente reconfortante que me hace sentir transparente y libre . Abro los ojos y veo una casa abandonada ; no tan acercada, por lo que se muestra gran parte de ella. Se encuentra un tanto desquebrajada, olvidada , rodeada de basura, monte y arboles decaídos . Solo el exceso de luz de aquel farol la salva de tanta oscuridad.
Aquí es interesante que la brisa y no la mirada sea la que crea una sensación de libertad. Cuando abre los ojos, aparece lo contrario, la basura, el olvido… Y es el exceso de luz el que salva de la oscuridad. Al narrador le llama la atención el exceso de luz. Aquí es cuando habría que trabajar el texto. ¿Por qué le llama la atención? Porque algo abandonado, lleno de basura está muy iluminado. ¿Qué sentido tiene?
En el texto se nota la falta de prisa, el tener todo el tiempo del mundo. El narrador está tirado, puede cerrar los ojos y desbarrar. Todo lo que antes era normal o pasaba desapercibido, ahora da que pensar.
Cuidado con el lenguaje: Tiene que fluir. Estás representando tu pensamiento normal. No te dices a ti mismo «se encuentra un tanto… » Simplemente «está rota». «no tan acercada, por lo que se muestra gran parte de ella». Es suficiente con no está tan lejos, así que la veo casi entera. Con tus palabras.
He leído tu otro comentario y sí, está al límite. Tienes la idea, pero hay que pensarla y reescribirla. Así es la escritura: hay una idea que no entendemos bien y hay que darle vueltas.
La calle permanece oscura y no se percibe su final, cuesta ver entre tantas sombras. Me pregunto si existirán otras calles, donde las gentes se pasee por ellas y las terrazas de las plazas estén abiertas. Ese bullicio nos entren por la ventana. La ventana del frente ha corrido las cortinas y la música deja de sonar. No oigo eco, no hoy nada.
«No hoy nada» no sé si es un error. No se entiende bien. Lo interesante es el personaje que se está perfilando: desea humanidad. Necesita el ruido que le devuelva la sensación de vida. Eso es lo que ve por la ventana, siente su angustia que no está más que a través de su deseo de otros.
Cuidado con el lenguaje: usa el lenguaje normal de la narradora. Palabras que no usa: permanece, se percibe.
Echo un último vistazo a la calle antes de irme a la cama: lo único que transmite normalidad es el gran número de farolas encendidas, que me permiten ver el centro de salud, las hileras de chalets, la dehesa al fondo y la carretera que sube a la sierra. Todo está igual de iluminado que de costumbre, pero tengo la sensación de que lucen en balde. Nadie pasea por la calle, ningún coche circula; hay muchas plazas de aparcamiento vacías. Es como si hubieran encendido el alumbrado público para evidenciar que la vida se ha parado.
Ya ha salido en otros textos que llama más que nunca la atención el alumbrado público. Aquí está bien explicado, no hay nadie, así que no tiene sentido iluminar las calles. Sin embargo transmite normalidad, que ya es algo.
El texto es demasiado explicativo, el efecto que quiere conseguir, muy bueno.
Quizás, si describes que no hay nadie enumerando todas esos espacios vacíos y después nombras las farolas iluminadas, tenemos esa sensación de absurdo de la luz sin que lo digas. Entonces será un efecto expresivo.
La avenida sigue en silencio, un silencio que no ha cesado en todo el día pero que, ahora que ni coches ni pájaros cantan, parece más espeso. Arriba, el cielo oscuro y, supongo, nublado, no permite pasar la refracción de las estrellas distantes. Sólo las asépticas farolas hacen la calle visible y todo lo visible me parece poco interesante ahora que no sirve más que para permanecer ahí, inerte.
Dos vecinos coinciden al bajar la basura. La calle parece haberse estrechado estos días y, donde antes veía espacio, ahora veo colisión. Los dos, apretados en sus mascarillas y guantes, se turnan para colocar sus restos en el contenedor. No se hablan, solo un leve gesto de manos y desvían rápidamente la mirada.
Como ellos, me quito las gafas y bajo la persiana.
Es curioso cómo se repite el absurdo de las farolas en los textos porque lo que iluminan no tiene ningún sentido. Interesante lo de ver la calle más estrecha, cómo crea el efecto de colisión el hecho de que dos personas coincidan en echar la basura. Está bien vista la falta de comunicación y después el hecho de que la gente se dedique a observar. Falta un después antes de como ellos, si no queda raro con respecto a la acción anterior.
La primera frase la puede hacer más expresiva y menos explicativa. Tipo: durante todo el día la calle ha estado en silencio, y ahora no cantan los pájaros y no aparece ningún coche. Con eso ya sabemos que hay más silencio todavía. Hay que hacer las frases económicas en palabras. Usar solo las que crean expresividad. Normalmente se consigue usando menos conectores, que son más propios de redacciones.
Estoy sentado en un sillón antiguo que encontré en un mercado de antigüedades. A veces, imagino qué tipo de personas o historias han podido vivir alrededor de él. Desde este sillón, observo las vistas a través de un gran ventanal.
La noche llueve mientras la ciudad mira en silencio. Hay algunas luces encendidas en la oscuridad como luciérnagas desperdigadas a lo largo del paisaje. Huele a salitre, a leña y a jazmín. Bebo un poco de vino tinto.
Todo parece más frágil en la noche. También más intenso, más cierto, más importante. Como si los secretos abandonaran su escondite durante unas horas y pudiésemos atraparlos en el aire.
Me pierdo en un mar de pensamientos mientras observo la ciudad en calma. Apago las luces. Me tumbo en mi cama. Es hora de dejarse conquistar por la mañana.
Aquí tenemos un personaje que disfruta de lo que está ocurriendo. Es capaz de olvidar la realidad y ver la ciudad como algo bello. Puede oler bien y beber un poco.
Cuidado: la ciudad no mira. Y cuidado con los secretos abandonando los escondites. Es querer hacer algo literario. Lo literario surge, aparece cuando escribimos algo bien. Nunca hay que pensar en hacer una frase literaria. De hecho si quitas esa frase, el personaje aparece con más potencia. Y en lugar de perderse en un mar de pensamientos, sería mucho mejor que contara uno directamente. Lo mejor es escribir directamente: poner el pensamiento, poner el recuerdo. Dejar que sea el lector el que le ponga nombres.
En cualquier caso, aquí hay un personaje. A ver a quién eliges para que tenga un diálogo.
Silvia Bardelás : Hola Silvia. Te cuento que luego de haber publicado el texto me di cuenta de que cometí un error , el cual ya habías corregido a algunos . Se trata de la ultima frase , creo yo que el haber colocado «la salva de tanta oscuridad» de alguna manera le estoy dando un sentido de vida propia , como si la casa sintiera ese abandono y oscuridad. Tal vez pude haberle reflejado una mejor visión al lector en si.
Gracias!!
No quiero abrir el vidrio. No hay tela mosquitera en este lado..
Afuera, una liz blanca (me vienen recierdos de hoy: intensidad y reflexión). Percibo el peso de una tela que me envuelve como un capullo.
Un vaso de vidrio en una mesita.
Doy un giro en este cuarto en que estoy, casi por magia.
Árboles muy verdes, uno torcido, da flores
Quedó un toallón impregnándo de esta noche, una manguera en el suelo, alambrado, la escoba está cerca de una puerta. Las paredes son rojas, veo estrellas. Siento que afuera el aire será distinto
Está un poco confuso. Al lector le cuesta colocarse para mirar. Se supone que hay dos ventanas enfrentadas.
Eso tendrías que rehacerlo para que no nos perdamos. Interesante ver los restos de la acción del día: el toallón, la manguera. Falta ver qué significa. «Siento que afuera el aire será distinto» no se entiende muy bien. ¿No ha estado allí durante el día usando el toallón y la manguera?
Creo que hay que volver a hacerlo para que sea un poco más claro, si no el lector se pierde intentando reconstruir el escenario.
Un megáfono urgente insiste en que no salgamos de casa. En la radio alguien habla de nuevos autoritarismos con un anacrónico lenguaje bélico. Yo no soy un soldado. Todo parece irreal y a lo mejor lo es. Preparo la próxima detonación del despertador. Mañana continúa la guerra.
Aquí no ve nada por la ventana porque el narrador está abducido por el discurso general. Eso no le permite ver la realidad, por eso dice, todo parece irreal.
Utiliza el lenguaje de guerra también para su vida cotidiana contagiado por el lenguaje de guerra de los medios y el estado.
Bien. Aquí empieza un personaje que está viviendo la situación de esa determinada manera.
Muchas gracias por precisa corrección tan acertada.
La dejo en la cuna, y me acerco a tientas a la ventana, esquivando los perfiles tenues del mobiliario. Antes de bajar la persiana, echo la mirada al frente. Lo busco, pero solo encuentro la luz de su dormitorio apagada. Todas las de su apartamento están a oscuras.
Y es demasiado pronto para dormir. Y demasiado tarde para salir. Y sus persianas siguen subidas.
Bajo la mía de golpe, sin darme cuenta de amortiguarla para evitar el estruendo, que despierta de repente a mi pequeña.
Saldría corriendo.
El efecto de inquietud está conseguido. Está creada otra cosa además:la necesidad de saber quién vive en esa otra casa. Se ve que es alguien muy importante porque el narrador lo busca y se olvida de que está la niña al bajar la persiana. El lector tiene ganas de saber de qué va esa relación. No sé si el narrador ha tenido una conversación con ese vecino. Si fuera así, sería estupenda para el próximo ejercicio.
El cristal de la ventana está igual que la mampara del baño después de una ducha loca. Lo toco. Está frío. Acerco mi nariz al cristal. Decido abrir la ventana y limpio un poco con la mano. La mano se me queda fría y mojada. Vuelvo a cerrarla y, ahora sí, miro: siluetas de encinas dibujadas para mí.
Sigue la construcción del personaje del ejercicio anterior. Va un paso más diciendo que las encinas están dibujadas para ella. Parece alguien que está en un momento de interiorizar, de estar sola consigo misma y la naturaleza, que siempre está ahí, la acompaña. De hecho, necesita limpiar el cristal para estar ahí fuera, con las encinas, no en el mundo que le rodea. le da igual el frío y la humedad en la mano. Está bien esa construcción. Y está en la línea de cómo la oscuridad nos lleva hacia dentro. No hacia la habitación, quiero decir, hacia nuestro yo.
El vidrio está algo sucio, así que las luces se reflejan con fuerza en ella y ese reflejo hace parecer que hubiese dos dimensiones afuera. Hay algo de brisa, los árboles no paran de moverse, todos ellos. Está oscuro afuera, solo las luces de los patios traseros iluminan los pequeños espacios que alcanzan.
La sensación que transmite es de extrañeza, desasosiego, justamente porque no parece real. Eso se construye con el doble reflejo en la ventana, sobre todo con la palabra reflejo, porque un reflejo no es real y la irrealidad es extraña. Cuidado con el en ella, el vidrio es masculino. Ese tipo de cosas hace que el lector tenga que volver a leer y rompe el efecto.
Me acerco al balcón que da a la calle, me he paralizado, no puedo abrirle.
Miro a la calle.
Parece dibujada en un plano. A lo largo, alineados, los mismos coches de todos los días, y al fondo… ¡se termina, se corta ¡
Las farolas, ecológicas, que no dejan escapar la luz por arriba, me limitan la perspectiva.
Yo, conozco mi calle, sale a una arbolada avenida, con tiendas, garajes, supermercados, floristerías, un chino, zapaterías, un estudio de fotografía, bancos, bares,… pero esta noche no la veo, me embarga una sensación de nada, de que no hay un mas allá detrás de mi balcón, como si este fuera la puerta a un túnel sin salida.
Retrocedo, abrazo y beso a mi familia y como cada noche, les deseo : ”buenos sueños, hasta mañana” y me pongo a escribir.
Siempre me ha gustado mirar las ventanas encendidas por la noche, ver la vida por dentro, al otro lado. Recupero algunos fotogramas de ese cine mudo que guardo en el recuerdo: una mujer hace la cena en la cocina, en un bajo, sale por la ventana un resplandor azul de televisión encendida, un chico se asoma a contemplar la calle unos segundos antes de bajar la persiana, una pareja ríe y fuma en una terraza…
Hoy, sólo veo una buhardilla encendida a lo lejos. No suenan pájaros, ni voces, ni perros, ni coches. Nada. Tampoco las voces de los adolescentes que, en otro tiempo, volverían de fiesta. La calle brilla con una humedad fría. Un reguero de farolas encendidas llega desde el final de la calle hasta mi balcón. Iluminan una parte de los tiestos con flores. Las flores están cerradas, como las ventanas de las casas. Se han recogido al esconderse el sol y no volverán a abrirse hasta mañana.
Veo por fuera de mi ventana a dos gatos conversando, no puedo oírlos, pero si puedo imaginar lo que dicen.
-Hola compadre ¿sabes que esta pasando con los humanos? – gato negro.
-No cumpa, ¿por qué? – gato blanco.
-por que ya no salen de sus casas-gato negro.
-seguramente han perdido las llaves de sus casas-gato blanco.
-Quizás-gato negro.
-Claro, no te preocupes y mejor sigamos jugando-gato blanco.