DEJAR DE TOLERAR
Acabo de ver un documental sobre un colegio, O Pelouro, donde enseñan a la vez a niños de inteligencia normal, superdotados, autistas y síndromes de Down. Uno de sus fundadores dice que la pluralidad necesita de la experiencia, que nadie puede ser tolerante sin tener trato con gente distinta, que puedes llegar a un respeto pactado mentalmente pero nunca a una tolerancia real, de hecho ya no haría falta el concepto tolerar.
Me ha encantado la conclusión de este profesor que lleva toda su vida enseñando y toda su vida observando el respeto y la pluralidad. Es difícil que se equivoque con esa experiencia. Hay palabras que deberían dejar de utilizarse, una de ellas es tolerar. Si pensamos en lo que significa, puede que transluzca la soberbia de la cultura dispuesta a tolerar. ¿Quien es nadie para pensar que está tolerando? Sin la existencia de ese concepto como base de nuestra forma de estar juntos, todo sería más fácil. Si verdaderamente nos acostumbramos a ver al diferente como esencial para nuestra vida en comunidad, desaparecería esa contraditio in terminis que es tolerar.
Uno de los problemas fundamentales es que para hablar de tolerancia hay que nombrar al otro como distinto-inferior, nadie hablaría de tolerar a otro que le parezca maravilloso. Se tolera a un extranjero, un perroflauta, un pijo, alguien de otra raza, un homosexual, y así hasta infinitos «conceptos» que para el que tolera son peroyativos. Uno no tolera a Juan o Marta, personas, tolera a miembros de grupos que son nombrados en base a una sola característica común que además, no gusta. La idea de tolerar gira siempre alrededor de un abstracto, un concepto, en sí misma conlleva una falta de trato, un desconocimiento personal. Vemos normal, aceptable, lo que estamos habituados a ver, aquello con lo que tratamos, lo que forma parte de nuestra experiencia, todo lo demás tiene algo de amenazante. De manera que sólo la experiencia del trato puede dejarnos tener comunicación y abandonar la tolerancia. Y sólo la experiencia puede hacernos ver la realidad y no enfrentarnos al mundo como un objeto. Esto quiere decir que la tolerancia no existe.
En realidad, la idea de tolerar y la necesidad de pluralidad ha venido de pensar sobre nuestra manera de relacionarnos, no conozco ninguna sociedad que esté deseando mezclarse con extraños de manera natural, sí personas individuales hartas de la uniformidad de su sociedad. La vivencia de pluralidad, no la tolerancia, es personal, las sociedades lo único que tienen que hacer es crear espacios para que pueda tener lugar, siempre pensando en que sus miembros puedan desarrollarse. Esto no puede ocurrir mientras la idea de tolerancia dirija cualquiera de estas acciones. Siempre va a haber uno que tolera y otro tolerado, una base de comunicación imposible. Puedo dar dinero a una ONG para que cuide de inmigrantes que yo nunca voy a ver, eso es solidario y puedo tolerar que los homosexuales creen sus propios barrios sin acercarme a ellos. De alguna manera tolerar es igual a marcar territorios que libren de la confrontación, pero también libran de la comunicación y la pluralidad. La pluralidad no existe por muchas razas diferentes que compartan un lugar si no hay comunicación entre ellas. Somos distintos a otros en nuestra necesidad de comunicarnos.
La globalidad puede enriquecer a unos pocos pero no ayuda a la pluralidad y por lo tanto a que tengamos garantizadas formas de organizarnos positivas que nos dejen desarrollarnos plenamente. Sin pluralidad no hay democracia, ni entendimiento, ni posibilidad de mejorar. Y resulta que la pluralidad no es posible sin la experiencia de convivir en espacios plurales. Y no sólo es la lengua o el clima lo que crea pluralidad, también el aspecto físico, la forma de pensar, las predisposiciones psicológicas…Estas sociedades dominadas por el concepto de tolerancia tienen como efecto que sus miembros acaben agrupándose con una finalidad de protección. Uno acaba por agruparse con personas que compartan aficiones, gustos, ideales, cualquier cosa que unifique y cierre. Se convierten en grupos de poder en algunos casos, en todos se busca una identidad que ayude a la integración y que por supuesto, cierra la entrada a los distintos. De alguna manera nos protejemos de la pluralidad cuando es absolutamente necesaria.
En estas últimas elecciones europeas ha surgido el voto antiplural consecuencia de la tolerancia obligada. La tolerancia, al ser conceptual, no una vivencia, no compromete, es más, puede llegar a saturar, está abierta incluso a su propia defunción al estar libre de referencias reales. El voto de partidos extremistas nunca tiene una base real, siempre es un voto ideal que está dispuesto a destrozar la realidad porque desde lo conceptual, lo vivo no existe. ¿Cómo no va a poder matar un nazi a un judío, siendo un judío un simple número dentro de un grupo conceptual? En ese mundo ideal y no real, conceptual y sin experiencia se mueve la tolerancia.
Los problemas en todos los colegios de rechazo a lo diferente, de miedo escénico, de diferencias entre populares, segundones y frikis, listos y «déficits de atención», altos y bajos, guapos y feos, ricos y pobres, en fin, todas las dualidades que se nos puedan ocurrir, vienen de algún punto de partida erróneo que se transmite a los niños. La falta de conocimiento entre ellos como plurales puede responder a esto. Los niños esconden lo que no pertenece al canon, están llenos de «cosas» a esconder que pueden dejarlos fuera de lo establecido como bueno. Se relacionan desde la igualdad, no desde la pluralidad, y se acostumbran a pensar en la igualdad como principio de aceptación. De manera que los miedos se multiplican por mil y la violencia que genera el miedo puede llegar a convertirse en descontrolada. ¿Por qué no se conocen de verdad los niños entre sí? Porque la escuela no se ve a sí misma como el lugar de aprendizaje social del niño, no es un tema que le preocupe, cuando quizás sea el más importante, porque en cuestión de conocimientos académicos, la educación en casa sería mucho más productiva. El verdadero valor del colegio, la socialización, pasa a ser su mayor problema porque se ve incapaz de manejar la pluralidad.
Todo esto no quiere decir más que todavía no la entendemos, tampoco la auténtica necesidad de ella para poder tener una sociedad que funcione y mucho menos la importancia de la experiencia como única forma de conocimiento de valores. Y es difícil ponernos a ello porque significa de verdad abandonar las certezas entre otras cosas. Ese es otro post,este sólo quería poner en entredicho la tolerancia como pondría en entredicho otros valores contemporáneos mal planteados.
Gracias por todo lo que he aprendido leyendo este post. Y por la esperanza en esa escuela plural.