El gran problema de fondo: articular el interés particular con el interés común
/>¿Cómo educar para acabar con la contradicción entre el interés particular y el interés público? ¿Cómo llegar a ser ciudadanos cuyo interés privado sea de interés público y por lo tanto, que sus acciones ayuden a conseguir un mundo mejor?
Ahora que ha aparecido en escena Podemos y ha abierto un debate político, no estaría mal abrir en paralelo un debate ético, un debate social, un debate sobre educación y en general un debate sobre todos los puntos que suponen romper con un sistema para intentar empezar de nuevo. Porque lo que se maneja en el fondo es un cambio de sistema, que ya no se hará de manera revolucionaria, no habrá armas y nadie será ejecutado, pero que utilizando el sistema, sus leyes y sus posibilidades de acción, lo irá transformando.
A lo mejor es pura fantasía y el sistema es capaz de encandilar a los que quieren un cambio de sistema, pero lo lógico es pensar que toca un cambio y si es posible, un cambio positivo hacia un mayor desarrollo de todos los seres humanos como humanos, esto no está en manos de un partido político, es una corriente muy potente por su forma de calar como una lluvia fina en la sociedad. Y creo que esos debates pueden empezar por uno: ¿Cómo educar para acabar con la contradicción entre el interés particular y el interés público? ¿Cómo llegar a ser ciudadanos cuyo interés privado sea de interés público y por lo tanto, que sus acciones ayuden a conseguir un mundo mejor?
Es el debate más viejo de la historia, tan viejo, que había dejado de pensarse. Sin embargo, en todo este nuevo clamor social por un mundo orientado al pro-común y al respeto hacia la naturaleza y los otros, los que no son yo, es necesario hacerse esta reflexión. Hasta ahora esos valores estaban en manos cristianas, el cristianismo, y no la iglesia como conjunto, se encargó de mantener el interés exclusivamente particular, el interés egoísta, a raya, aunque muchas veces los encargados de hacerlo aprovecharan la ocasión para dejar libres sus instintos más básicos y egoístas. Sus diez mandamientos dejaban claro cuáles eran los límites particulares hasta llegar al pecado, el daño al otro y por lo tanto al bien común. Sin embargo, la obediencia a un mandato tiene efectos colaterales, porque la acción marcada desde la negación, «no matarás», «no codiciarás los bienes ajenos», «no dirás falsos testimonios»… es una acción forzada que deja una estela de frustración, una sensación casi inconsciente de ir contra el interés privado, y esa frustración derivada no revierte positivamente en el interés público. Todos hemos tenido ganas de decirle a algunos «buenos» que dejen de serlo. El hecho es que había una ley, la torá para los judíos, los diez mandamientos para los cristianos, fruto de una alianza con Dios, dictada de viva voz por Dios, que regulaba el interés privado.
Pero el hombre se hace cada vez más autónomo, es decir, se propone sus propios fines en medio de otros muchísimos que también se proponen sus fines. Es el gran tema de Spinoza, de Kant, que va evolucionando en las preguntas sobre la sociedad, la subjetividad o el estado hasta llegar a uno de los grandes temas de hoy: la comunidad. Todo el problema se arreglaría con que todos fuéramos capaces de guiarnos por la fuerza del amor, como decía Einstein o Jesús, pero mientras tanto qué podemos hacer desde nuestro sistema. ¿Cuántos habitantes del mundo conocen estas reflexiones, las de Spinoza, Kant o tantos otros? ¿Cuántos son conscientes de que nuestra forma de organizarnos cambia según nuestra forma de pensar? ¿Por qué no se educa en nuestra ética en desarrollo? ¿Saben los niños que aquello que te hace bien porque mejora tu capacidad de obrar y sentir es bueno para los otros? ¿Saben que lo que nos causa placer pero nos cierra al mundo no es bueno ni siquiera para nosotros? ¿Saben que la buena literatura nos muestra todos estos procesos? ¿Dejaría de ser un rollo esa literatura si se ofreciera desde ahí? ¿Cómo se puede fomentar la lectura como hábito y no como espacio para conocernos?
El interés particular de los personajes principales de las grandes novelas coincide con el interés público, y sin embargo, son condenados por ello. El interés particular de muchos hace que se mantenga una sociedad que lo permita y para eso es necesario cortar la autonomía de los que intentan crecer vitalmente. Exactamente lo que estamos viendo ahora mismo detrás de la curiosa limpieza política que se está llevando a cabo. ¿Qué hay detrás de toda la corrupción? Interés privado sobre el público. Todo se está descubriendo desde la indignación, pero después de la indignación tendrá que venir una construcción. ¿Hay algún proyecto de educación constructiva que sea capaz de mostrar lo público como interés privado al margen de las ideologías?
Está muy bien que la cuestión de la comunidad siga estando a debate, pero por lo menos todos deberíamos saber la diferencia entre sociedad y comunidad, entre ser masa y ser singular, qué es la comunicación que sostiene una comunidad y cómo es necesaria la singularidad para que haya comunicación. Son reflexiones filosóficas que ponen en marcha una conciencia nueva, que abren la posibilidad de una comunidad en lugar de una sociedad de masas. Pero se ha eliminado la filosofía de los colegios porque no sirve para nada. El que tomó la decisión no sabía nada de esto, estaba convencido de que la filosofía era una asignatura muerta que iba del pensamiento arbitrario de unos pocos. Pero como estamos de limpieza, de asambleas, de aportaciones ciudadanas, pues se me ocurre que todos podemos pedir una educación no más cara, sólo más moderna, más inteligente que enseña a los niños a entender de qué hablan en el colegio y que forman parte de todo eso que les enseña: la naturaleza, la física, la ética, la lengua, la historia… Sólo hay que hacerlos conscientes de su vida y de su mundo para que puedan ver todas las posibilidades que les ofrece y los peligros que tiene. El fracaso escolar tiene una base muy sólida: estudiar todo como si no tuviera nada que ver conmigo. Ni interés particular, ni interés público, que se entiende mejor como interés común.
Recomiendo leer El árbol del conocimiento» de Maturana y Varela. Con una base biológica entienden que la naturaleza humana evoluciona hacia una expresión de la individualidad desde el ser social. En realidad, dicen que al darle legitimidad a la existencia del otro, te la das a ti mismo también y entonces eres libre para dar. El amor humano surge desde esa liberación y deja de ser consecuencia del mandato a una supra-naturaleza.