EL PERSEGUIDOR. Julio Cortázar

EL PERSEGUIDOR Y OTROS CUENTOS DE CINE
Julio Cortázar
RBA

La realidad es un concepto fundamental, yo diría que el más fundamental, si queremos mantener nuestra existencia en plenitud tenemos que sentirnos reales, o también se puede formular de otra manera, teniendo una existencia plena nos sentimos reales. Pero la realidad no es una cosa, es un sentimiento que nace de la relación con algo distinto a mí, sólo me puedo sentir real si tengo una presencia fuera de mí, si soy con otros, entre otros. Y seguramente es la literatura la que mejor trata este tema mostrando cómo un personaje vive el infierno de la no realidad actual, de la falta absoluta de comunicación o en otras épocas cómo llevaba a cabo alguna acción que lo ponía en peligro pero que resultaba necesaria para sentirse real, para tener presencia en el mundo. De hecho, todas las novelas tratan de personajes que se revuelven por sentirse reales y se enfrentan a un entorno que se empeña en que sean fantasmas o máscaras o números. Y todos los lectores sentimos la satisfacción de sentirnos reales en la experiencia de esos personajes. El propio Cortázar cuenta cómo en su infancia un médico le recomendó no leer para tener más contacto con el mundo exterior porque él sentía más real el de los libros.

Creo que El perseguidor es el único cuento que conozco que trata este tema explícitamente. La preocupación de Cortázar por admitir otras realidades más satisfactorias que la cotidiana le lleva a montar una especie de duelo entre dos personajes, el artista y su biógrafo. Personalmente nunca he entendido las biografías que no tengan una intención novelesca, es decir, que cojan la vida de alguien y la conviertan en novela intentando comprender su problemática. ¿Para qué sirve una sucesión de hechos que no pretende más que ser telón de fondo de una obra artística que no lo necesita en absoluto?

El narrador de El Perseguidor, Bruno, está en ese trabajo de hacer la biografía de un artista, Johnny Parker (personaje inspirado en Charly Parker) y como buen biógrafo, lo persigue. Es una presencia constante que está en la casa, en el hospital, en el local de ensayo, en el club… Al principio nos muestra cómo es Johnny, el efecto maravilloso de su música aguanta la mediocridad de su pensamiento, el empeño en perder la vida y eso está genialmente descrito en su forma de vestir, de mirar, de sentarse, de depender del alcohol y la droga. Y este personaje tiene un discurso recurrente que repite una y otra vez a Bruno, pero no como a un biógrafo, Johnny no tiene capacidad para ver a la gente según el papel que representa, sino como presencia que aparentemente escucha y se interesa. Este discurso siempre gira alrededor de la experiencia del tiempo fuera del ámbito cotidiano: el tiempo del recuerdo, del paso del tren, del momento de tocar, en realidad la experiencia fuera del tiempo. Y esa experiencia la contrasta con el insoportable mañana de la vida cotidiana que le obliga a no perder el saxo, a buscar un editor, a tener dinero para un médico, a renunciar a una droga para poder estar en condiciones.

Bruno asiste a los discursos que Johnny le dirige de distinta manera a lo largo del cuento. Al principio le llevan a ponerse hasta crítico consigo mismo, con su vida ordenada, llegando a pensar que lo real no puede recaer en ser crítico de música. Después le incitan a comprender esa existencia de otra realidad que puede llevar a Johnny a una vida absolutamente desordenada poniéndose a sí mismo y todo lo que le rodea en peligro. Pero poco a poco va apareciendo el cansancio de la repetición, del siempre la misma historia que lo único que pone en la realidad es caos y miseria. Y al final, conforme la biografía se va materializando y se va traduciendo a otros idiomas y tiene un éxito inusitado, lo único que le interesa al biógrafo es que ese caos, ese otro mundo al que no tiene acceso no llegue a cargarse todo lo que ha conseguido. Por eso la biografía no habla de las drogas, ni del discurso del tiempo, ni de los hospitales, sólo trata del talento musical. Y por eso a Johnny no le ha interesado y le dice que falta todo por contar.

Para Bruno, la realidad es el orden al que le gustaría traer a Johnny, aunque le entre la duda de que ser crítico pueda ser la realidad. Una de las mejores imágenes del cuento está descrita en el hospital. Johnny cuenta sus experiencias místicas, lo difícil que es cortar el pan con un cuchillo o comprender un gato y entonces acaricia a Bruno y él siente: lo que pasa es que Johnny es un hombre entre los ángeles, una realidad entre las irrealidades que somos todos nosotros. Y a lo mejor es por eso que Johnny me toca la cara con los dedos y me hace sentir tan infeliz, tan transparente, tan poca cosa con mi buena salud, mi casa, mi mujer, mi prestigio. Mi prestigio, sobre todo, sobre todo mi prestigio.

Su prestigio es lo que le convierte en irreal, lo que le lleva a distanciarse completamente de Johnny. En un momento de lucidez lo vio irreal, pero en la vida cotidiana es lo que le da seguridad. Y uno se muere y el otro crece en fama y seguridad. ¿Dónde estaba lo real?

Cortázar siempre resuelve el mundo en paradojas, en este caso me quedo con la lectura de que es real aquello que nos mueve de una manera auténtica, nos obliga a actuar desde lo más íntimo, lo que más nos diferencia y no es real lo que nos lleva a distanciarnos de esa intimidad profunda y contundente. Pero en la vida cotidiana lo real parece un cuento y lo que queda claro es que la vivencia de esa realidad lleva a la muerte física.

El biógrafo, que ha ocultado el discurso y la debilidad de Johnny Parker en su biografía, nos la revela en su confesión, en su reconocimiento como «trepa». Al terminar el cuento, debo decir que me sorprende muchísimo que el narrador, Bruno, se mantenga como hombre inconsciente y superficial. ¿Cómo ha escrito eso? Bueno, es sólo para explicar mi sensación de falla en la lectura, como si le hubieran pegado un corte rápido. Eso no quita que esté genialmente contado el problema de lo real con el perseguidor de lo oculto y el perseguidor del que persigue lo oculto.

Cort·zar, Julio – El Perseguidor

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3 responses to “EL PERSEGUIDOR. Julio Cortázar

  1. Quizá la gran fuerza del cuento de Cortazar son las oposiciones que plantea constantemente: vida-muerte, crear música-criticar/escribir música, realidad-irrealidad, etc.
    Yo, personalmente, encuentro la más interesante y la central la muerte en vida de Bruno, contrapuesta a la muerte literal-física de Johny (o a su vida-real durante el resto del cuento). Ahí está la dureza. La muerte realmente trágica es la de Bruno, su intento por alcanzar una realidad que no se atreve, que no llega. Él mismo lo dice: «es así, es así, me es más fácil creer que es así» obligándose a creer que la realidad es lo suyo cotidiano, lo sin riesgo, el no ser, y no la fuerza de Johny, su afán por chocar contra algo aunque sea destructivo.
    Para Bruno la Vida, la Realidad se presentan como cosas arriesgadas, cercanas al desastre, a dejarlo todo (todo aquello tan afanosamente construido), lo que no quiere decir que sea necesariamente así. Me quedo con tu idea de que lo real es lo que nos mueve de forma auténtica. Por eso Bruno está muerto, porque no es.
    Personalmente, me emociona la frase de Johny al morir: «Oh, hazme una máscara». Quizá para poder seguir viviendo necesitaba esconderse, ser otra persona como Bruno, dejar de ser, para poder vivir sin complicaciones. Pero antes de eso realmente muere.
    También me choca el final del cuento. Esperaba una especie de redención al estilo Holden en El guardián entre el centeno o algo parecido. Cortazar parece querer indicar que la reflexión sobre su realidad existe en Bruno mientras pueda ver el otro lado del espejo: a Johny. Pero creo que esa idea no se ve, o no llega, o se queda corta.
    Sinceramente, creo que Cortazar nunca ha llegado a escribir que escribir puede ser la única forma de ser real (en el caso del escritor) por mucho que lo haya sentido durante toda su vida. Creo que siempre se queda en el margen, a punto de llegar, no del todo.

  2. Esto es una opinión, pero creo que Cortázar se dejaba llevar absolutamente por su intuición, su imaginación, y eso está genial, pero le faltaba meter la razón y por lo que he visto en las entrevistas, era muy consciente.
    En cualquier caso, tiene esa capacidad de crear escenas en las que chocan personajes con distintas visiones del mundo.

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