LA CREATIVIDAD, UN VALOR PARA MINORÍAS EN ESPAÑA
El frío encuentro con Lobo Antunes de ayer fue un ejemplo más de la errónea política española de bajar el nivel cultural para llegar a todo el mundo.
El silencio atronador ante alguien reconocido mundialmente por su profundidad tiene su explicación en la aceptación de la envidia como un leve defecto nacional.
La creatividad es una condición fundamental para ser libre, pero en este país se ha extendido la idea de que sólo unos cuantos son creativos y que el pobre ciudadano de a pie sólo puede llegar a libros superficiales que puedan calmar un poco su inquietud.
La cultura es un espacio pensado para que todos los ciudadanos puedan desarrollar su creatividad. Mientras la creatividad no se considere como algo fundamental para la vida de los ciudadanos, la cultura siempre estará en crisis.
El problema es que la creatividad va más allá de los parámetros del bienestar, una palabra que marca las políticas en todos los ámbitos.
El bienestar tiene un matiz de superficialidad, de satisfacción inmediata, que está reñido con la creatividad, donde la satisfacción es infinitamente superior, pero que exige cierto esfuerzo. Este esfuerzo, al que todos los ciudadanos estarían dispuestos a entrar si conocieran la recompensa, necesita espacios de viabilidad.
En general, los ciudadanos en este país relacionan la lectura con el entretenimiento, la pintura con el ocio, la educación con el puesto de trabajo, la música con no merece la pena tanto esfuerzo para luego no dedicarte a ella y así frases hasta el infinito que llegan directamente de una errónea política cultural.
Estaba pensando en la fragilidad del ser humano, que aguanta mucho mejor el hambre que la falta de creatividad. Algunos que han pasado hambre me han contado que eran felices porque eran dueños de sus vidas atravesando un bosque para ir a la escuela, consiguiendo una bicicleta para inventarse una forma de ganarse la vida, cantando por las noches mientras dormían a la intemperie guardando el poco grano recogido. Y tengo presente a tanta gente ahora mismo con el sufrimiento a flor de piel, una ansiedad infinita porque no saben dónde colocar toda la fuerza que les impele, porque no tienen instrumentos para jugar con el mundo.
No costaría nada cambiar el discurso, el entretenimiento entre- tiene, ¿mientras qué?, mientras se soslayan todas las preguntas, todas las insatisfacciones y sobre todo el mundo va apareciendo como algo imposible de descifrar y de plantarle cara.
Ayer llegó Lobo Antunes a una sala habilitada con la mitad de sillas de su aforo, bastantes de ellas estaban vacías, no habían encendido las luces, sin ventanas, el aire acondicionado echando a la gente. Su comitiva no era española, era iberoamericana, donde triunfa desde el principio como en el resto de Europa.
Él habló en perfecto español de la lectura como un acto creativo, dijo que cada libro tiene su llave, que hay que acercarse a ellos como a algo diferente, hay que aceptar lo diferente, hacer un pacto, que uno no puede quedarse en sus propios mecanismos, tiene que descubrir los de otros, que a él le gustan los libros que tiene que lucharlos porque le meten en ámbitos en los que no ha estado antes y que en esas lecturas, además del placer estético hay un gran aprendizaje, miles de espejos donde te vas descubriendo.
Habló del silencio ruidoso, el de los enfermos de cáncer que gritan con los ojos pero no hablan, ni pueden ver la tele ni leer libros en la consulta, el de las parturientas en Angola que paren sin gritar. Era el mismo silencio de la entrada, parecía una triste aceptación de la caverna como el lugar de la cultura.
La otra idea importante fue la de dignificar lo humano con el arte. Se refería a la humanidad como una condición compartida por todos, no reservada para unos pocos.
Tenemos que darnos cuenta de que decidir que la mayoría lea malos libros no significa que la Literatura llegue a todos. Si el mercado está cerrado a la minoría, la Literatura desaparece. Lo que hay que hacer es que todo el mundo pueda leer buenos libros. Esta es otra política cultural y para que cambie, el primer paso es no aceptar ese mundo cultural montado en una estructura de yoes que se superponen.
Me parecen muy correctas las palabras del señor Lobo Antunes sobre la cultura y el modo en que concibe hoy en día la población qué es y cómo disfrutarla. La cultura se ha visto desplazada por el ocio, cambio motivado por la forma en que vivimos hoy en día, en que se trabaja para vivir, o sobrevivir, y no apetece hacer un esfuerzo intelectual en las horas libres. Craso error.
En nuestras manos está el poder cambiar esta concepción, empezando a enseñar a nuestros hijos el valor de los libros, del arte, y mostrarles un camino distinto al que, hoy por hoy, los que están en él es porque lo han elegido, pero no porque los hayan guiado. Si nuestros hijos no leen es porque no les enseñamos, porque no se lo mostramos. Y ahí se ha de producir el cambio, en nosotros, para que la cultura empiece a escalar posiciones en el mundo del ocio y adquiera el protagonismo que se merece.
Y con respecto a qué es bueno y qué no lo es, eso es muy relativo y depende del color del cristal con que se mira. Se concibe a los best sellers como «basura» intelectual, pero son la forma que tiene la cultura de llegar a la inmensa mayoría, por tanto, deberíamos estar orgullosos de que haya escritores que sean capaces de hacer que «la gente de a pie» se gaste dinero en un libro y no en un juego o en una nueva televisión. Los lectores de verdad ya saben qué leer, pero no hay que menospreciar los grandes ventas, o decir que son peores, pues lo que hacen es introducir la lectura en hogares donde a veces no hay siquiera un libro.
Gracias por el comentario. Estamos de acuerdo en todo menos en pensar que la valoración de un libro es subjetiva. El best seller es un producto de entretenimiento, pero no literatura, de hecho, no tiene como objetivo ser literatura, sino entretener. Leer un libro que no cuenta nada, no tiene valor. Leer no es un valor en sí mismo, por eso es necesario tener criterio y saber elegir. Cuanto más creativa sea la lectura más capacidad de selección. A esos hogares sin libros pueden llegar textos buenos, no es necesario el best seller. Pero en cualquier caso, no se puede mezclar Literatura con Best seller, cada uno tiene su vida.
Sí, estoy totalmente de acuerdo contigo, pero hay que tener en cuenta que muchas personas sólo leen best sellers, sin entrar en si son o no literatura, por tanto, deberíamos agradecerles que, aunque sean un mero entretenimiento, acercan a la lectura a millones de personas que de otro modo no lo harían. Y quién sabe, si, gracias a éstos, se sienten atraidos por este mundo y acaban leyendo más y pudiendo adquirir un buen criterio.
Bueno, yo creo que se puede llegar a la literatura sin pasar por el Best Seller. De hecho, ¿a cuantas personas conoces que hayan dado el salto? Y no pasa nada porque haya Best sellers, pero no se pueden llamar Literatura. En la Feria del Libro he encontrado una librería, Rumor, que me encantó porque ha puesto una muralla de libros entre los de entretenimiento y los literarios. Eso me parece muy coherente, pero no hacer creer a la gente que está leyendo algo bueno.
Qué importante sería una buena educación de base que enseñe a los niños la satisfacción del acto creativo, ése que cuesta un poco conseguir, pero cuyo goce es una sensación más intensa que la de cualquier lujo conocido. Deberían realizar campañas «escribe», «canta», «sé tú mismo». Los anuncios de televisión deberían llenarse de estas proclamas sencillas y auténticas en lugar de quedarse en lo felices que seremos si usamos «Tutú» para la lavadora, por ejemplo. ¡Cuánto tiempo perdido! ¡Cuánto esfuerzo!