LA INMORTALIDAD Y LA EDUCACIÓN
Estaría muy bien buscar los problemas que tiene la educación en ella misma. No se puede pasar por alto en contenido. Empezaré por una idea de Hanna Arendt que me ha llevado a tener esta reflexión. En «La condición humana», libro absolutamente recomendable para entender nuestro tiempo, hace hincapié en la idea griega de inmortalidad, es decir, a pesar de la muerte personal de cada uno de nosotros, el mundo existía antes y seguirá existiendo y el que nace nuevo nace en un mundo determinado y puede con su acción modificarlo para otros que lleguen después. A su vez, esa acción que queda hace que la muerte no sea tan negativamente importante, que no caiga en el absurdo. Estuvo, hizo y se fue no es lo mismo que estuvo y se fue.
La pérdida de esta idea coloca a la educación en una especie de cajón de sastre donde los contenidos van cambiando en función de valores ajenos a la construcción del mundo. Llevamos mucho tiempo oyendo la queja principal de los educandos: ¿para qué sirven las matemáticas?, ¿qué más da saber esto si lo voy a olvidar? Estudiar historia sin saber qué es la historia, estudiar literatura porque dicen que es bueno leer. El griego y el latín fuera del currículum, la filosofía con un pequeño hueco porque nadie se atreve a borrarla del todo.
Lo más importante de la educación es atender a estos nacidos nuevos. ¿Que criterio seguimos: darle las normas de la casa para que las cumpla o contarles que la casa se está haciendo y en qué punto de construcción se encuentra? ¿Le dices que tiene que comportarse como todos los otros nacidos nuevos que tiene alrededor siguiendo las normas o le dices que es un ser único que tendrá que participar según su individualidad en la construcción, que estábamos esperando su nacimiento para que nos aporte lo que tenga que aportar? Y siguiendo con esta imagen, ¿le haces ver que el mundo es su casa o que es un lugar árido e incomprensible que permite ratos de diversión para poder sobrellevarlo, diversión que después tendrá que saber controlar sin ningún tipo de arma?
¿Cómo se puede centrar toda la discusión en horas de trabajo de los profesores, ordenadores, bilingüismos, o luchas de poder entre lenguas cuando la razón de ser de la educación no está clara?
El gran acierto de Hanna Arendt es recuperar el hilo. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Cuál era el significado de las palabras al principio? No sirve de nada conjugar verbos griegos para los de letras por rellenar currículum de letras. Sí es necesario contar cómo empezó cada una de las materias, ¿materias, asignaturas, cómo se come esto?, que pretendemos dar y con su palabra griega llena de sentido.
Que las matemáticas, física o literatura dejen de verse como plantas que aparecen por generación espontánea sin ningún tipo de conexión con el mundo. Que en lugar de unirnos con los que ya estuvieron nos separan hasta de nuestros padres.
Los profesores y los no profesores estamos educados de la misma manera, desde ese olvido del mundo en construcción y de la individualidad como un valor necesario para esa construcción. Y es duro tener que decir que los profesores necesitan rehacer sus currículums desde ahí y aprender a colocar sus conocimientos en relación con otros campos. Es duro, exige muchos esfuerzos, pero no imposible. Es sólo un esfuerzo al principio, después las clases serían mucho más ricas, habría la mitad de fracasos escolares. Dejaríamos de asistir a esa gran desgracia, esa cantidad ingente de nacidos nuevos que no pueden atender en clase porque tienen altas capacidades. ¿Se puede admitir este tipo de razonamiento?
Por si da lugar a malinterpretaciones, los profesores como individuos no son el problema, muchos de ellos consiguen atender a los nuevos nacidos de forma fabulosa y creo que ellos mismos querrían reorganizar el sistema de aprendizaje con un criterio que haga que los niños vayan al colegio con verdadero interés, como si les fuera la vida en ello, que además es real. Yo sólo quería comentar esta idea de Hanna Arendt que me ha parecido muy apropiada. Mientras ese cambio no se produzca, animo a los padres a que veamos a nuestros nuevos nacidos como inmortales. Las ideas funcionan como caldos de cultivo, si dejamos de creer que somos uno más en un mundo inconexo, si pensamos en la inmortalidad de nuestros actos, no veremos nada de la misma manera.
El problema de la inmortalidad es que se entienda literalmente y no desde la propia concepción griega de tiempo en círculo. Esa inmortalidad no «es» que el mundo sigue antes y después de mí, no se refiere al mundo como tal sino al mundo de las imágenes, o mundo espiritual o inframundo o inconsciente colectivo o como cada uno quiera llamarlo.
Si la educación cambiase hacia algún lado debería cambiar hacia una desmaterialización, una des egoización del nuevo nacido. Si se pasa por entablar con el niño una conversación normal (El Idiota, Dostoievsky), o se intenta (aunque sea complicado) desvincular el yo del tiempo lineal como llegar a ser algo, entonces cualquier tipo de conocimiento sería bienvenido, ya que dejaría de valorarse en su utilidad o práctica y se podría pesar en su realidad inmortal: conocimiento en sí mismo.
Yo estaba pensando en la inmortalidad de las acciones, no del alma. En realidad creo que es interesante pensar en la utilidad del conocimiento, pero no para llegar a ser alguien, dominar a los demás, tener dinero…, sino como posibilidad de construir un mundo mejor y de entenderlo. Creo que los niños pueden entrar muy bien a este concepto de constructores, de poder transformar lo que les rodea, de sentirse dentro del mundo. Tienen todos los conocimientos descontextualizados, sin saber de dónde vienen y a dónde van.
Kant nos dice, en la Crítica de la Razón Pura, «el conocimiento humano comienza con intuiciones, pasa a los conceptos y concluye con las ideas». La unidad sistemática del saber no es una unidad dada, sino proyectada.
Desde que el primer humano con capacidad de abstracción llegó a la conclusión de que aquél canto rodado quebrado en el río podía tener utilidad, no hemos dejado de inmortalizar el conocimiento. Un compromiso como especie que nos ha llevado hasta aquí. Pero ese camino ha tenido curvas cerradas. Los humanistas del XIV pusieron rumbo al hombre como centro del universo, y justo en ese momento el conocimiento se volvió el bien más preciado, letras y armas, equilibrio perfecto; las letras para nutrir el alma y las armas para marcar dominios. El alma, esa parte que nos hace hombres llega a su máxima expresión a través del conocimiento. Los hombres de la Ilustración tenían claro que el hombre necesita algo más que comer para poder realizarse como individuo, ser libre, que es el estado en que el hombre es hombre, en el que decide y realiza su proyecto vital. Pero esta idea ya la habían planteado los filósofos griegos, sencillamente la retomaron los humanistas traduciendo a Platón.
Ahora estamos de nuevo pensando que el camino no es el adecuado. Que se aleja a nuestros hijos intencionadamente del concepto, y que sin el dominio de éste no podrán ni poner en duda el mundo y menos modificar lo , sencillamente pasar por la vida sin pena ni gloria pero con una profunda angustia existencial como compañera de viaje. Si renunciamos al conocimiento y a su transmisión como el tesoro más preciado renunciamos a la acción que, como dice Anna Arent, da sentido a la vida.
Porqué no retomar el idealismo platónico, apuntar hacia arriba para acertar en la mitad.
Silvia, me quito el sombrero. Revelador y certero el artículo. Una verdadera lección.
Coincido en la utilidad del conocimiento como parte esencial para entender lo otro. Conocer, al fin y al cabo, es salir de ti mismo y ver lo que hay o ha habido fuera. La acción es importante, pero creo que si se pudiese delimitar el sentido infinito de la acción a la propia acción sería mucho más importante. Ni hubo ni fueron acciones. Están siendo. El tiempo es un grave problema que va muy de la mano del ego y la especulación en vida. Por eso, creo que los niños pueden sentir tan profundamente. Supongo que ellos conocen en imágenes sin tiempo, en lugar de en proposiciones ancladas, con lo cual la apreciación es directa, inmediata: el mundo está ahí y ellos pueden señalarlo y asombrarse en lugar de declarar o pensar sobre él. Es el método del sueño, te asaltan imágenes directas, sencillas pero llenas de ambigüedad, de las que sólo puedes asombrarte, tener miedo, amar. Creo que lo que tú llamas conocimiento descontextualizado, también se podría decir «imaginación sin censura».
Hay cierto sentido de asombro en esa posibilidad que dice Bea del volver a mirar hacia arriba. Porque ahí hay algo que nos desconcierta. Pero también hay algo torcido. Ya no hay arriba, ya no hay abajo. Si podemos decir que hay algo, es dentro o fuera. A eso hemos llegado en la globalización del yo. En todo caso, sería bueno empezar por entender los sueños leyendo a Heráclito, antes de confundirte con los malentendidos de Platón. Creo que si hay una manera de «apuntar hacia arriba» es apuntar hacia lo desconocido que hay dentro.
Por cierto, Rodrigo, tenemos que hablar de este tema, ya sé que estás muy interesado.