LAS PALMERAS SALVAJES. William Faulkner

LAS PALMERAS SALVAJES
William Faulkner
Traducción de Borges
Siruela

Se me ha ocurrido recordar esta novela porque oí decir a un escritor famoso que no le gustaba describir y que una vez hasta había copiado la descripción de otro y que le habían pillado y se reía porque despreciaba la descripción. Supongo que para él no es más que un inventario de cosas para que el lector no se pierda en un espacio vacío, pero me gustaría pensar un poco sobre el papel de la descripción.

Para algunos es un recurso trasnochado porque la tecnología actual y la información nos da un catálogo de imágenes que nos permite saber cómo es cualquier tipo de espacio sin que nos lo tengan que contar. Sin embargo, ese tipo de descripción-inventario al que se refieren no tiene nada que ver con el sentido de la descripción de meter al lector directamente en un espacio y un tiempo y entre los objetos que se describen de manera sensible. Esa construcción de una sensación a través de los objetos que tiene que reconstruir el lector es fundamental en una novela para conocer a los personajes y entender el punto de vista.

Es verdad que la literatura actual no es una literatura dirigida a la sensibilidad, más bien al juego conceptual y para eso lo que necesita es lo contrario, que el lector no sienta, no crear una atmósfera en la que todos los elementos inter-relacionen, sino deconstruir, fragmentar y jugar a los trozos que no encajan con mucha distancia, pero unos años antes, la verdad es que ya nos estamos acercando a tener que decir un siglo antes, lo que se buscaba era lo contrario. En mi opinión, la novela llegaba a desarrollar de forma inimaginable lo que había comenzado el Quijote con cierta consciencia: hacer presente la historia en todo su conjunto, describir de forma presencial el escenario, los personajes, todos los elementos que componen la novela. Tenían que sonar las voces, la corriente del río, el batir de las palmeras o el viento, pero aún más, tenían que sonar exactamente del modo en el que le suenan a los personajes. De esa manera no es necesario decirnos cómo son esos personajes porque los conocemos como nunca conocemos a nadie en la vida real, sintiendo sus sensaciones. Si tenemos acceso a la sensibilidad de cada uno de ellos, podemos entender sus acciones y reacciones además en interacción con las acciones y reacciones de los demás personajes. La intersubjetividad, que es el mundo de las relaciones, el mundo que interesa a la novela, es un misterio para la vida ordinaria dentro de nuestra limitación para conocer al otro, por eso, cuando una novela consigue construir esas relaciones desde las pulsiones de cada uno de los personajes, se nos vuelve presente y revierte directamente en nuestra sensibilidad. Se puede decir que son lecturas que aumentan nuestra conciencia y desarrollan nuestra sensibilidad. ¿Ha dejado de tener sentido este modo de describir construyendo sensaciones en nuestro momento? No para quien quiera escribir novelas, sí para otro tipo de literatura-juego, metaliteratura como se llama, que está en otro punto, más allá.

Por supuesto las descripciones no tienen como fin colocar al lector en un escenario construido más o menos para que se haga una idea, sino que las descripciones colocan al lector en mitad de la acción y dentro de los personajes. El paisaje no es paisaje, es una fuerza que Faulkner necesita que sintamos. Los cuerpos, las miradas, incluso las palabras, que también sufren algo parecido a una mirada descriptiva, no sufren la distancia de la narración, sino que están ahí para que toquemos. Porque en esta novela concreta Faulkner consigue una distancia muy definida, ni me meto dentro de los personajes, ni los veo desde fuera. Estoy en medio, observando, siempre como observador, libre de lo atroz, pero exactamente ahí.

Por eso toda la novela busca una expresión, una comunicación directa, como si esos personajes que nunca han sido capaces de ser ellos mismos, lo fuera en el momento de ser contados. Este expresionismo es el que mueve al lector, la observación se vuelve incómoda de verdad, no es un paseo por la desgracia, es la asistencia a la paradoja compartida.

Las Palmeras salvajes construye la libertad desde su carencia. En ningún momento se nombra, ni siquiera forma parte del lenguaje de los personajes, sin embargo es lo que está en juego en las dos historias paralelas que se retroalimentan. La sensación que produce una revierte en la lectura de la otra, sensaciones contrarias que actúan como contrapunto, al estilo musical, una forma estética pensada para la emoción.

En realidad es una obra dialéctica porque quiere contar la vida como tal y la dificultad de aceptarla. Alguien que es capaz de meterse en una secta también es capaz de saltarse todas las normas, en el caso de esta novela, alguien que es capaz de dejarlo todo para no estar atado también es capaz de encerrarse para siempre. Cuando no se acepta la vida como paradoja, la ausencia de perfección, del estado puro de las cosas, se puede llegar a renunciar a la vida. Por eso Faulkner describe dialécticamente esas historias, porque quiere describir un mundo donde fluyen alternativamente el bien y el mal, el verano y el invierno, el amor y el desamor y todos los opuestos. Pretender guardar el amor para no corromperlo, dejándolo al margen de la vida, puede parecer una locura, sin embargo, es verosímil en alguien joven que ha conocido su fragilidad.

Las palmeras salvajes es un buen ejemplo de la novela en su esencia, del conflicto entre el individuo y la sociedad. El individuo no como una parte divisible de un todo-masa, que es el individuo actual, sino el individuo como una subjetividad con un conatus que tiene que desarrollar, con una identidad que tiene que buscar. Y la sociedad no como ahora, un grupo de individuos pegados entre sí, no relacionados, formando una masa, sino como una institución con demasiado peso. En esa crítica que hace Faulkner se puede ver el avance de su poder hacia la masa homogénea actual. La ira de uno de los personajes ante el que se sale de la norma y, sobre todo, la rendición de uno de los protagonistas ante lo institucional, ante la respetabilidad como valor social superficial venciendo a la vida, resultan momentos apoteósicos en el sentido de anticipación al definitivo dominio social, no comunitario, un tema muy actual como principio de nuestra era de rendición incondicional.

Tendríamos mucho que hablar sobre esta novela. He elegido la descripción porque es un recurso que utiliza de manera brillante. Se puede ver como fundamental para hablar de punto de vista, de pluralidad, de diversidad de sensibilidades con capacidad de comunicarse, en definitiva como un elemento importante en el tipo de conocimiento propio de la novela.

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