MAD MEN. Matthiew Weiner
Cuando me dijeron que había una serie buena en televisión y que el guión era el protagonista, me pareció increíble y esperanzador. Así que, a destiempo, me puse a ver Mad Men. No sangre, no sexo explícito, no acción, no vampiros, no superproducción. Lo que le ha interesado a la gente es la base de la narrativa, cuéntame cómo funcionan nuestras vidas, qué resortes nos mueven, qué fallos repetimos, qué buscamos, qué no podemos olvidar, qué necesitamos, qué preferimos, qué nos desespera, qué hacemos con la culpa. Los efectos especiales no pueden competir con algo que nos devuelve el reflejo de nuestra manera de vivir, para nosotros discontinua e incomprensible.
Y además de esta acertada elección, me imagino a los americanos redescubriendo la narrativa mientras buscaban algo nuevo, cautivador y diferente, también es acertado el planteamiento.
Cada vez abandonamos más la búsqueda de sentido en el yo y empezamos a darnos cuenta de que vivimos en un nosotros que no se puede obviar. El ego no puede aniquilar al nosotros, siempre nos tendremos que enfrentar a qué hacemos con esa realidad. Ahí es donde se mueve la culpa o el deseo, los grandes motores incontrolados y desconocidos. Una narración que es capaz de mostrar cómo se interrelacinan las culpas y los deseos de un grupo de 2 ó mas es una narración que intenta ir más allá de la anécdota y buscar qué nos une a todos, qué compartimos, cuál es el territorio común.
Celebro que de repente no nos cuenten los movimientos de cierto número de yoes que ni siquiera se rozan y nos cuenten los movimientos de unos yoes que necesitan otros yoes en las formas que sean. Es más real. Y como una buena narración, no olvida que el ser humano vive en la paradoja, no hay vidas unívocas, mientras estos personajes no quiren abandonar su papel, el que les hace ser alguien para cubrir su miedo social, buscan una intimidad que les libere de él. Se mueven en esa paradoja de la que no son conscientes pero que sí puede ver el espectador. Esa es la satisfacción del lector del guión, descubrir lo que los personajes no saben y además sentirlo como propio aunque no sea igual. La paradoja es compartida por todos.
Así que me alegro de que vuelva la narrativa, aunque haya empezado en el sector visual. Estoy segura de que volverá el gusto por poner nuestras vidas sobre un pilar y observarlas desde todos los ángulos.
El guionista se llama Matthiew Weiner, también guionista de Los Soprano y durante dos años su idea pasó inadvertida. Dejo algunas referencias sobre el autor. Creo que los guionistas, que desaparecen en el glamour del mundo del cine, quizás podrían tener un hueco en el mundo literario, al fin y al cabo, narran y hay que empezar a abrir las clasificaciones, igual que un día se fijaron, otro, se pueden abrir.
Es absolutamente maravilloso que en un medio como la televisión aparezcan auténticas obras de arte.
Además, es el argumento más contundente que existe para explicarle a las productores y a los directivos de las televisiones que la calidad es rentable, y no solo en el corto plazo porque esta serie se podrá y se tendrá que ver por los siglos de los siglos, amén.
Amén, Gin Tonic.
Todo el mundo me ha contado maravillas de esta serie, pero la verdad es que todavía no he encontrado el momento de sentarme a verla, pero tu artículo, Silvia, creo que me ha animado definitivamente a hacerlo (solo que… temo engancharme! con las series interesantes -y últimamente hay varias- no tengo medida, soy capaz de darme verdaderos atracones!)