Otoño. Pegar imágenes
En general tienen muchos trabajos sobre el otoño: cómo se comportan los árboles con sus hojas, qué frutos tienen, qué les pasa a los bichos, cuál es el paisaje. Estos trabajos se los ponemos nosotros, los mayores, que vivimos de espaldas al otoño, de manera que un día nos sentimos cansados y no sabemos por qué, como si no afectara la luz tan fría, más que en invierno, el viento cambiante, la equidistancia con el verano y el invierno. En una ciudad es más difícil sentirlo, pero también en el campo, si se vive como algo «normal».
De los poemas de Machado, me llama la atención ese poner delante lo evidente, pongo un ejemplo.
Poema Amanecer de Otoño
de Antonio Machado
Una larga carretera
entre grises peñascales,
y alguna humilde pradera
donde pacen negros toros. Zarzas, malezas, jarales.
Está la tierra mojada
por las gotas del rocío,
y la alameda dorada,
hacia la curva del río.
Tras los montes de violeta
quebrado el primer albor:
a la espalda la escopeta,
entre sus galgos agudos, caminando un cazador.
Y cuando digo que me llama la atención es que me quedo petrificada. Una amiga me ha dicho que es un poema para sentir, pero tampoco puedo hacerlo. No es una crítica, de hecho, se acerca un poco al Haiku, los comentaristas pueden contar sus experiencias con el poema. Lo que propongo con eso es jugar con esta forma de juntar imágenes, poner unas al lado de otras. Pueden ser pensamientos también, ideas, todo, pero colocado una pegada a la otra sin intentar unirlas. Puede ser interesante el resultado.
El otro día me sobresaltó la noticia de que los 25o.ooo arboles de una parte de mi ciudad, no dejaban ver la calle, que era necesario recoger centenares de miles de kilos de hoja para que todo quedase limpio, pero ¿por qué el otoño no lo podemos ver cubierto de hojas?, eso es lo natural, esa es la grandeza de la vida; como es natural que con el otoño, los cazadores con la primera luz inicien el ritual de la muerte de los animales. Para entenderlo hay que ser rural y los urbanos no podemos entender algunas cosas… está bien que Machado nos dé la pauta, nos enseñe el camino y la alameda dorada, los grises peñascales, los montes violetas; en definitiva el color, los colores, como la tierra mojada, como todos los verdes del otoño, que ahora, como una primavera añosa, nos enseña la luz y la vida.
CAZADORES
En la madrugada del otoño
he tenido el sueño de un poema
como interminable sucesión
de versos rotos.
Como repetición impertinente y fría
que me impide dormir
por la tenaz concatenación de sinsentidos.
He visto el ejército de una república
que gobiernan voraces reyezuelos
salir al campo buscando al enemigo
rodeados de jaurías.
He tenido el sueño de un poema
en la madrugada del otoño.
He visto rodeados de jaurías
salir al campo buscando al enemigo
que gobiernan voraces reyezuelos
al ejército de una república.
En la madrugada del otoño, sin fin.
Hizo mucho viento. Tanto que sonaba a mar. Los árboles se movían enloquecidos, la tierra se levantaba, tierra de sequía, y los frutos ya secos, vacíos, comidos por algún animal escondido lo cubrían todo. Yo me puse a barrer, el otoño siempre hay que barrerlo para empezar el invierno.
Los frutos del madroño, verde, naranja, rojo. Los plumeros de otoño saludan espléndidos. Aquí en la sierra el otoño es hermoso. Frío, viento, pero hermoso.
El otoño es la tarde;
el año, el día…
como es la vida.
El ocaso es
el otoño de cada día.
El otoño…
que rezonga,
cargado,
de frutos secos,
uvas de rebusca
(algunas pochas)
y el cansancio que trae,
las últimas horas.
El Sol es un membrillo,
las pocas pámpanas que quedan,
de calabaza…
algún melón rajado lleno de hormigas,
pero eso sí,
los árboles que dan al Júcar
parecen dulces de confitería:
Almendras laminadas,
chocolate con leche, de pastelería,
garrapiñadas,
orejas de fraile,
hojandradas,
pestiños con canela
y miel de lavanda.
El celofán de la brisa
todo lo envuelve
y nos lo muestra.
El otoño tambien es
el cansancio de una pequeña cuesta.
Como ir a S. Julian el tranquilo
a la hora de la siesta.
Tambien son los otoños,
en sus primeras noches,
los soportales de la plaza
y las calles de transeuntes
bien albergados y vahosos…
las machiembradas parejas
empujando un cochecito
con esquimal dormido.
Cuando se nos viene a la cabeza
que la vida es una castaña
(dos euros la docena)
con una sonrisa,
la pelamos, quemándonos los dedos,
y la degustamos calentita,
oliendo… a papel de estraza
y a guante de cabritilla.
Para los jóvenes sólo es, en su vida, un otoño;
para los más mayores, para los enfermos,
para los pobres y los tristes pudiera ser,
el otoño de su vida.
El otoño: es tarde y madrugada al tiempo, es día levantado y amanecer a la vez, pero no es ocaso… que es el fin y eso siempre queda para después del invierno; cuando ya no nos queda una nueva primavera.
Madroño
aire limpio
pían las aves
¿sienten ya el frío?
La luz es más gris
azulea
enfría el ánimo
amenaza
y también gloria
preludio de la muerte
que adivinamos próxima
el sueño de los bichos
¿dónde se queda la vida?
Queda la vida en el aire,
y queda en la luz también,
queda en el sol del otoño
que volveremos a ver
porque ya somos eternos;
¡somos flor de atardecer!
¿Sabíais que la flor del madroño emborracha?
LOS MADROÑOS DE ALUCHE
En mi barrio hay un parque,
que adornan con el arbol del madroño,
que entrega sus frutos al otoño,
sin preguntar a quien van, ni pa’ qué.
También llaman a este árbol borrachín,
y el árbol de las fresas otras veces,
pero su cosecha no son nueces
y envenena la sangre un poquitín.
De modo que no hay flores que emborrachen,
ni poetas glamurosos con sentido
¡esto es el lector perdido!
… y luego pedirás que no te tachen.
Estrella polar en mi norte
Un amor arrodillado ante la cruz del sur,
Una poetisa en el closet,
Olor a carbón, acero y jabón.