Pobre mente
Siempre me ha interesado ver cómo se repiten los procesos a distintos niveles de la vida, yo lo llamaba mimesis, creyendo en una especie de fuerza mimética, al estilo de la fuerza de gravedad, por la que existiría una atracción entre cosas variadas por un impulso de llegar a la unidad. Me parece que hay relaciones humanas que se desarrollan como la función clorofílica, o las ruinas muy viejas acaban imitando a la naturaleza que las rodea, o el ejemplo del mejillón como modelo de vida para muchos, un superfiltrador, perfectamente alimentado sin moverse, simplemente filtrando y filtrando, aprovechando lo necesario y tirando lo sobrante. Uno puede ser filtrador o gastar toda la energía en ser buscador, en cualquier caso, son procesos que se repiten en las distintas especies. Colocados en este punto, la vida se podría resumir en no tantos procesos, los podríamos ir sintetizando hasta quedarnos en un par de posibilidades de movimiento.
Los matemáticos hablan de simetría, de patrones de la naturaleza y lo estructuran mucho mejor que alguien como yo, a quien le gustaría encontrar la razón por la que existen patrones, o más aún, si existen patrones, por qué no estudiarlos a fondo para entendernos un poco más, a lo mejor podrían servir como manual de vida humana. Si eso fuera así, se acabaría la vida humana, basada definitivamente en el desconocimiento de su lógica interna. Si uno hiciera lo que tiene que hacer para ser lo que tiene que ser, no sería humano, que hace lo que puede por intentar ser sabiendo que no puede ser. Moverse en ese campo con un instrumento que lo que busca es clasificar, ordenar, prever, ajustar, medir o delimitar con un impulso clarísimo por dominar el medio, resulta completamente desazonador y en cierta medida, o en mucha medida, cómico. Como si alguien pretendiera romper el agua con un martillo, o algo así.
Si uno, como un mejillón, se queda quieto, no se mueve ni un ápice y filtra y filtra sólo lo útil para engordar sano, mientras deshecha lo que no le hace crecer, con una concha perfectamente fabricada para evitar a los predadores, no dejando entrar a todos esos que se mueven como peonzas buscando el alimento de cualquier manera, rozaría la perfección. Sólo que pensar en nacer tan pequeño, hacer el esfuerzo tan grande de no moverse, porque la naturaleza humana tiende hacia la movilidad, para desaparecer después, la vida para la integración en la unidad, la autoaniquilación por una atracción hacia el patrón de centrifugado, no llena en absoluto al instrumento que clasifica, ordena…
Pero si uno, sale a buscar alimento, mirando patrones de otros que también buscan alimentos, estando dispuesto a adoptar algunos de ellos, según va conociendo y sabiendo que lo único que sabe es que algún día le cortarán la búsqueda y se quedará con lo que haya encontrado, que no sabe qué será, entonces el instrumento que clasifica, ordena, se sentirá viviendo conforme a su lógica.
De alguna manera parece que el ser humano es de manera natural más buscador que filtrador porque tiene ese instrumento que se pregunta continuamente. Por eso cuando oigo la expresión “acallar la mente”, me resulta un poco chocante. Es verdad que la mente también se busca a sí misma, que es un instrumento que se va conformando, que puede volverse viciosa y que hay que controlar sus vicios, pero acallarla me parece el movimiento más grande, digamos el metamovimiento. Yo estoy segura de que la mente puede entender el silencio.
Eso, ¡pobre mente!