Se dan muchas razones para leer, pero creo que hay una que es indiscutible. La vida, leyendo, es mucho más interesante. ¿Por qué? Porque se nos abren miles de posibilidades de vincularnos al mundo. Lo importante es que los libros cuenten algo que no hayamos pensado antes y que los lectores sepamos verlo.
Se puede confundir al lector con alguien que no vive, como si en el proceso de lectura te estuvieras perdiendo algo vital, pero ese tipo de lector, que no es capaz de relacionar su lectura con la vida, es el que lee sólo como entretenimiento, contrario a la lectura, o el que utiliza la lectura como un sustituto de la vida. El que sabe leer cambia con una buena lectura. Los cambios no son radicales, son pequeños conocimientos que pueden romper con actitudes enquistadas o que pueden abrir campos impensables. El aburrimiento es un mal endémico de nuestra época que no cura el entretenimiento, porque olvidar un rato no aporta nada. Sin embargo, encontrarnos con personajes que piensan, valoran y toman decisiones ante la vida, sí que configura nuestro punto de vista, nuestra forma de ver el mundo. La literatura y la filosofía buscan lo mismo, pero el lenguaje literario es capaz de encarnar ideas en actos de personajes, de manera que el pensamiento no es abstracto, sino artístico, es decir, con participación de la emoción, con articulación de sentimientos. Hay un vínculo real con la historia que se cuenta, se despierta el pensamiento y el aburrimiento cae al convertirnos en buscadores de sentido.
¿POR QUÉ LEER?
Vincularnos al mundo