¿POR QUÉ LEER AHORA EL WERTHER?

images-1Han pasado 242 años desde la publicación del Werther de Goethe. Cuando lo leí, en los años ochenta, lo hice desde la distancia de leer un romántico en un momento donde lo importante era no el presente, sino el minuto, y además, desde las premisas de lo que nos decían que era el romanticismo: una especie de seres enloquecidos por un exceso de sentimiento, nostálgicos, fuera de su mundo, pensando en Grecia y enamorándose solo platónicamente. Alguien había decidido que todos los niños de España accediéramos al Werther desde esos pre-juicios.

Y ayer, solo veintitantos años después, terminé otra vez el Werther. Lo leí sin ninguna distancia, sin que las características del romanticismo según el manual de literatura estuvieran en mi cabeza y vi que su conflicto era totalmente actual. Dice Werther: Esto me reafirmó en mi propósito de, en lo sucesivo, atenerme únicamente a la naturaleza. Sólo ella es enormemente rica y solamente ella forma a los grandes artistas. Mucho podrá decirse en pro de las reglas, casi tanto como puede decirse en alabanza de la sociedad burguesa. Quien se forma con arreglo a ellas nunca producirá algo malo o de mal gusto, lo mismo que el que se deja guiar por las leyes y los buenos modales nunca podrá ser un vecino inaguantable ni un singular malvado, pero dígase lo que se diga, ¡también las reglas destruyen el verdadero sentido de la naturaleza y la auténtica expresión! Para terminar diciendo _Queridos amigos, allá, a ambas orillas del río, habitan graves señores cuyos jardines, campos de tulipanes y hortalizas se irían a pique si no hubieran sabido defenderse del peligro que les amenazaba, con diques y regueras.

¿Reglas, sí o reglas, no? ¿En qué quedamos? El romántico no está dispuesto a cerrar nada, las reglas son buenas y malas, algunas están pensadas para el bien y otras son arbitrarias. Algunas se adecúan a la naturaleza y otras son contrarias, nacidas de una lógica social radical. Y este conflicto persiste durante 242 años en los mismos términos. Antes de ayer, en la ceremonia de los premios Goya, el hecho de llevar pajarita o no, de cumplir la regla social o no, llegó a convertirse en un auténtico embrollo. ¿Por qué Sánchez iba sin corbata y Pablo Iglesias con pajarita? En la intención de Ribera está cumplir las reglas, por eso su pajarita no fue cuestionada. Pero, Iglesias, ¿tiene la libertad de llevar pajarita si le gusta, o no puede hacerlo porque coincide con la regla social? Y Sánchez, quería ir más antisistema, más anti casta que Iglesias y se lo encuentra en pajarita. Y los actores, tan libres y anárquicos, nada les gusta más que las ceremonias llenas de protocolo.

Lo bueno de nuestra época es que no es obligatorio cumplir las reglas sociales, nadie te cierra una puerta, más o menos, incluso se valora la originalidad. Los tradicionales se rasgan las vestiduras, pero son capaces de relajarse y verlo desde otro punto de vista, no son tan radicales como antes.

Cuando Werther cuenta a su amigo en qué consiste la naturalidad de Lotte, se hizo la luz en mi lectura. No es fácil entender la nostalgia por lo natural, el conflicto entre lo natural y lo social. ¿Qué es lo natural? Ser uno mismo, fluir, tener capacidad de relación con lo otro, lo que no es yo y me obliga a buscar una manera de entenderme. Se fija en Lotte cuando baila en medio de un salón lleno de reglas sociales y de ojos que vigilan el mantenimiento de esas reglas sociales: ¡Si la vieras bailar! Mira, pone en ello cuerpo y alma, todo su cuerpo es armonía, tanta naturalidad y desenvoltura como si el baile lo fuera todo, como si no pensara en nada, ni sintiera nada; y estoy seguro de que en aquel momento todo lo demás desaparece para ella. Esa concentración solo puede llegar desde la libertad de no necesitar agradar a través del cumplimiento de lo que está marcado socialmente como bueno y bonito. Por eso ese lío de pajaritas. ¿Cuál es tu relación con el cine, en concreto con el cine español, cómo vas a poder expresar mejor esa relación? Ninguno de los tres parece entusiasmado con el cine español, ahí están, cumpliendo o infringiendo las reglas sociales un poco al tuntún.

Así que lo natural es la posibilidad de relación, ser tú mismo para que el otro sea él mismo y pueda surgir una comunicación. Y dice Werther con respecto a ser tú mismo: ¿Y en el fondo no es lo mismo que cuente guisantes o lentejas? Todo en este mundo viene a parar en simple nimiedad y el hombre que por voluntad de otros, sin seguir sus inclinaciones o su propia necesidad, se consume trabajando por el dinero o los honores, será siempre un loco.

No recuerdo haberme parado en los años ochenta ante esa frase, era una niña que no conocía el mundo en el que estaba, pero en seguida sufrimos los de mi generación, los que leíamos el Werther según las características del romanticismo, una regla social propia del momento: estudia económicas o derecho, trabaja por el dinero y los honores. Y verdaderamente terminamos de construir un mundo de locos que explotó hace unos años.

Así que esa explosión ha sacado a la luz el conflicto de Werther: ¿cómo ser humano en un mundo inhumano? Él llega incluso a pedirle cuentas a Dios: ¡Oh, Dios! ¿Tú ves mis lágrimas! ¿Era necesario que Tú, que creaste al hombre tan pobre, le dieras todavía hermanos que le despojaran de esa brizna de pobreza y confianza que tienen en Ti, en Ti, amor universal? ¿Dónde estaba el amor universal en los años ochenta, noventa? ¿Por qué volvemos a reparar en él de repente y nos hacemos conscientes de que tenemos que cuidar de refugiados de guerra, animales, árboles, desahuciados, niños en peligro de exclusión? Eso que Werther descubre, el amor universal, la importancia del corazón sobre las reglas sociales, pero que entiende solo como un ideal débil porque el hermano está para despojarte de la confianza en él, resulta que hoy es posible desde la ley. El amor universal está legislado: ley de memoria histórica, ley de muerte digna, ley del aborto, ley de la salud pública. Cada vez que algún aspecto humano resulta conflictivo, aparece una ley. Cumplir la ley, una ley buena avalada por un grupo de expertos en leyes, forma parte del mantenimiento del amor universal. Nosotros podemos ver a Werther en su momento histórico, pero si él pudiese ver esto, él que es incapaz de seguir la norma si no la pasa por su «corazón». Lo que causa pesar es que a menudo él habla de cosas que solo ha oído y leído, asumiendo el punto de vista que el otro quiso imponerle.
También estima mi inteligencia y talento, más que este corazón que es, sin embargo, mi único orgullo y solamente él es manantial de todo: de toda fuerza, toda dicha y toda miseria. ¡Ah!, lo que yo sé puede saberlo cualquiera _mi corazón no es más que mío.

Desde 1774 ha habido muchas revoluciones, todas con el concepto pueblo detrás. Pueblo era ser libre, no depender de nadie, tener un nombre, estar bien alimentado, desarrollarse intelectualmente y toda la batería de recursos necesarios para ser humano plenamente. Pueblo eran todos. Y todas esas revoluciones han dado lugar a todas esas leyes que van regulando las relaciones para que se cumpla ese ideal de igualdad, libertad y fraternidad. Sin embargo todavía queda la revolución planteada por Werther, la revolución del amor universal.

Una de las características del romanticismo del libro de texto era el exceso de individualismo. Estaba mal visto porque tenía un aire a egoísmo y a suicidio.Sin embargo, ahora veo que se refería a ser uno mismo siempre, seguir la propia voluntad y no la de los otros, entender el corazón como lo más propio. Hoy en día, totalmente concentrados en esa vuelta a lo natural a golpe de ley, entusiasmados por la posibilidad de un mundo más natural, transparente y equitativo a golpe de ley, olvidamos que la singularidad, mejor llamarlo así, es absolutamente necesaria para esa revolución. Los románticos vieron claro esa necesidad de singularidad en un mundo completamente cerrado en normas, pero habría que tener también cuidado en nuestro mundo actual lleno de leyes. Cumplir la ley no es suficiente. Interesante la cita con la que Goethe abre el Werther:

Un destino fracasado, un desarrollo obstaculizado, deseos insatisfechos no son defectos de una época determinada sino de todo individuo, y sería triste si cada uno de nosotros no tuviera alguna vez en su vida una época en la que le pareciera que el Werther fue escrito expresamente para él.

¿Por qué leer ahora el Werther? Porque es un tratado de estética romántica en un momento que no es igual, pero que se parece en el objetivo. Que las leyes no vuelvan a destruir la singularidad necesaria para llegar al amor universal. Hemos conseguido más igualdad, más libertad y «más fraternidad», sin embargo, no más singularidad. Que el acto de llevar pajarita o no sea un acto singular _ verdadera transparencia_ y no «postureo».

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