POSTMODERNISMO. LA INVASIÓN DE LA CIENCIA
Una de las características, creo que la más importante del arte postmoderno es la ausencia de emoción. El arte postmoderno genera sensaciones, pero no emociones. Deja de ser una expresión de la experiencia humana para convertirse en efectismo. De alguna manera, el espectador o lector percibe una sensación, pero percibe un corte en su proceso cognitivo, es decir no puede llegar a tener una emoción y por lo tanto, no puede crear una respuesta. De manera que la experiencia estética no se llega a completar y hay una cierta frustración, o vivencia a medias, o insatisfacción. El arte siempre ha sido un acto de comunicación al más alto nivel, una comunicación insatisfactoria no permite una respuesta y entramos ya en el famoso tema en estas páginas de la imposibilidad de participar en el mundo, de sentirse parte del mundo con el aburrimiento como consecuencia principal.
En mi novela, As Médulas, el narrador quiere contar el mecanismo que hace que los personajes se muevan o no se muevan. Hay algo que no los deja fluír, la falta de conciencia de las emociones. En cuanto son capaces de colocarlas, de hacer un pequeño mapa de su vida, pueden tomar decisiones. Esta forma de tratar a los personajes me ha llevado a pensar sobre la época en la que vivimos, dónde está el fallo. Se suele dar una respuesta simplista del tipo, lo tenemos todo, así que ya no nos queda más que aburrirnos o somos demasiado materialistas, sólo pensamos en tener. Sin embargo, sería más práctico pensar un poco en cuál es el mecanismo por el que nos movemos, cuál es el mecanismo que nos hace sentir que formamos parte del mundo.
Emotio significa impulso que induce a la acción. De manera que la interacción humana con el entorno es básicamente emocional. Se están estudiando desde la ciencia los procesos de transformación de la motivación en acción o comportamiento y se ha comprobado que la motivación tiene un carácter emocional, por ejemplo, a poca activación emocional, poco aprendizaje.
De manera que parece importante el campo de las emociones como estímulos de acción. Las emociones conscientes, los sentimientos, ejercen de tiro con mucha más fuerza y al final, la moral es la que marcaría la pauta de qué hacer con esos sentimientos. Digamos que el sentimiento necesita encauzarse.
Si lo que vivimos se queda en la primera parte, sensaciones, es imposible llegar a sentirse parte del mundo, para lo que es necesario tomar decisiones, tener emociones… Digamos que la vida llevada por las sensaciones no estimula a un ser inteligente. Sin embargo, nos hemos acostumbrado a tener como meta desarrollar al máximo el campo sensorial: el sexo, el gusto, el sonido por el sonido (música contemporánea), en general el golpe de efecto en todas las artes. Quizás sea la arquitectura la que se ha desarrollado de otra manera. Mientras el pensamiento dominante es el del mundo fragmentado, la arquitectura traza los espacios más habitables y ahora funciona con objetivos racionales muy claros y poco fragmentados.
Cuando se decide experimentar en Literatura con recursos externos, como aplicar métodos científicos, describir la realidad según las leyes de la termodinámica, por ejemplo, el resultado es espectacular, yo misma me he sentido fascinada, sin embargo, no deja de ser un experimento que se va desarrollando hasta olvidar que de lo que se estaba hablando era de seres humanos que tienen otras leyes de comportamiento distintas a las de la termodinámica. Cuando se dice que el mundo está fragmentado porque ya nadie puede creer en la verdad de los discursos, empieza a aplicarse esta teoría a los personajes, que se convierten en una especie de prehombre sólo desarrollado a nivel sensorial y por lo tanto descolgado del mundo, incapaz de crear mundo. Los lectores empezamos a creernos la teoría de la fragmentación mientras seguimos necesitando crear vínculos porque no hemos dejado de ser humanos, pero de repente nos dicen que ya el ser humano es eso y que tiene que aprender a vivir dentro de su límite. El aburrimiento es insufrible, el límite puede llegar a crear una angustia brutal, pero la ciencia manda y las leyes de la termodinámica son las que son. Los sentimientos empiezan a verse como algo enfermizo, el amor ya no es lo que mueve a tener un amante, es el sexo, la monotonía, el querer sentirse más joven. Este tipo de argumentos sirve para cualquier cosa, la gente es capaz de hacer ayunos horribles por mejorar su salud aparente, es decir, bajar Kilos o sentir su sangre más limpia, pero es incapaz de cualquier sacrificio que tenga que ver con ayudar a alguien. La palabra moral sencillamente es innombrable, recuerda a un mundo pasado horrible donde era imposible tener sensaciones. Las sensaciones empiezan a tenr tal fuerza que movilizan nuestros miedos, tenemos miedo a la sensación horrible que vamos a tener si nos dejan, si nos ponemos enfermos, si perdemos a alguien porque pensamos que no hay nada qué hacer con esas sensaciones, que son el final.
Verdaderamente casi estoy escribiendo un libro postmoderno de metaficción porque cuando limitas algo tanto no hay más remedio que volver atrás al llegar a la frontera. Hay una paradoja con el postmodernismo, que intentando romper con los discursos cerrados crea un círculo imposible de romper desde dentro. Lo que está claro es que las leyes de la ciencia no son aplicables al ser humano, sin embargo damos por hecho que es legítimo aplicárselas y limitarlo. El ser humano no es fragmentado, no funciona de esa manera, la fragmentación es la consecuencia de la imposibilidad de conceptos como el de unidad. Sería interesar asistir al caos que se produciría al aplicar la fenomenología o el idealismo transcendental a la Física o la Química, no digamos el existencialismo. El mismo caos se ha producido al revés.
Creo que es uno de los análisis más lúcidos del mundo contemporáneo y de su representación que he leído últimamente. El concepto de fragmentación puede ser aplicable a la percepción de las cosas, a la capacidad consciente del ser humano para acceder a la comprensión lógica de su entorno, pero no a la ontogénesis vital del ser humano. Somos un todo indisoluble que abarca nuestro sistema nervioso, nuestro sistema límbico y nuestro desarrollo psíquico e intelectual. En modo alguno el ser humano es un conjunto de «fragmentos», ni la vida es una serie inconexa de retazos desligados unos de otros. Toda esa tontería de la fragmentación y el mundo afterpop de algunos pseudoliteratos es un recurso sin fundamento ni sustancia para llegar adonde su talento literario no les permite.
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