PUNTO OMEGA. Don DeLillo
Punto Omega
Don DeLillo
Traducción de Ramón Buenventura
Seix Barral
Este libro me ha metido de lleno en una duda que ya llevaba tiempo macerando. Lo primero, tengo que decir que Estados Unidos es de los poquísimos países donde todavía hay interés por saber cómo ven la realidad actual los escritores. Hay expectación acerca de los libros que sacan y que se sabe que no son de género ni que que van a tratar sobre personajes de otra época, un asunto preocupante en Europa en general.
La verdad es que yo me acerco a los autores norteamericanos con la misma ilusión porque me interesa mucho el momento actual, de manera que incluso me veo importando libros en cuanto salen allí como si viviera aquí en un desierto literario.
Pues bien, cada vez que leo uno de estos libros me quedo con una extraña sensación, la de que los autores no son conscientes de lo que están contando. Es una sensación extraña porque siento que están reflectando cosas que no se ven a primera vista, pero que no lo hacen como punto de vista para montar una novela, sino que de alguna manera el propio autor no se distingue de los personajes. En este caso, he leído frases de De Lillo donde dice explícitamente que se deja llevar escribiendo, que da a la novela lo que ella misma necesita, algo que forma parte de la creación pero que en este caso va más allá de escuchar una idea para poder desarrollarla.
Mi pregunta entonces es, ¿la inconsciencia generalizada de nuestra época ha llegado hasta el arte? ¿Se puede tratar de profundo, interesante lo meramente conceptual? Para mí este libro cuenta el caracter mortecino de la vida conceptual, yo lo entendería como una crítica a la vida conceptual, virtual, mental y separada del mundo que llevamos, sin embargo De Lillo le da importancia al concepto, cree que es lo mejor de la novela, que no sería una crítica, sino un artefacto para disfrutar del concepto.
Ya he hecho este análisis con Mi madre de Ford y lo he visto en Franzen, el autor cuenta cosas que pasan en su sociedad desde ella misma, sin mirarla con distancia, es decir, sin pensarla.
“I only smile when I’m alone,” dijo De Lillo recientemente. Me llama la atención esta confesión que recogen en una recensión sobre el libro como si fuera una excentricidad, algo gracioso, el crítico apunta que lo dice sin sonreír. ¿Qué significa esto? ¿El escritor crea un personaje de sí mismo para relacionarse con sus lectores? ¿Los escritores crean un mundito con sus propia racionalidad al margen de lo real? Me impresiona el círculo cerrado de escritor-editor-crítico-lector donde nada se cuestiona, donde no hay una relación interactiva de exigencias mutuas.
Un día, De Lillo visita en el Museo de Arte Moderno una instalación de video, 24 Hour Psycho, donde la película Psicosis de Hitchcock se ralentiza durando 24 horas en lugar de una hora y media. Y se da cuenta de que en esa ralentización puede ver miles de detalles que se pierden en la visión normal de la película. Entonces se le ocurre visualizar a un hombre joven y otro mayor que van a verla. El hombre joven quiere hacer una película sobre el hombre mayor, un erudito que ha ayudado al Pentágono en la estrategia de la guerra de Irak y se va con él a una casa que tiene en el desierto. Allí el tiempo es otro, largo, eterno hasta el punto de identificarse con algo que va más allá, el Punto Omega. Hablan poco, pero sólo hablan, es curioso como insiste De Lillo en que tenía que economizar el diálogo y sin embargo no vemos ni oímos nada más que diálogo, reflexiones desarraigadas de todo, una profundidad absolutamente superficial por su falta de vinculación al mundo. Si el autor fuera consciente de este logro, de querer contar cómo nuestra vida está hecha de palabras que ya no significan nada, sería un genio, habría creado una novela mucho más intensa, pero él no está contando la superficialidad en la profundidad, está contando simplemente una forma de estar en el mundo de la que él parece que participa. En medio de este vivir en la nada, la hija del hombre mayor desaparece con posibilidades de que haya sido asesinada, y se van doloridos pero sin que eso transforme su vida conceptual. Ni siquera el impulso sexual es capaz de movilizarlos. El final cuenta todavía mejor estas vidas pensadas, imaginadas del intelectual actual. De nuevo en la instalación, un joven se encuentra con una mujer con la que se entiende en sus comentarios, con la que podría relacionarse, la sigue y le pide el teléfono, ni siquiera le pregunta el nombre y hasta que la llame, si lo hace, lo interesante será elucubrar quién es, cómo es, cuál es su vida.
No sé qué pensar de mis lecturas americanas, cuando leo las recensiones, las entrevistas a los autores espero que traten los temas que están en las novelas, pero no, lo interesante aquí son las ideas sueltas, cómo cambia el tiempo cuando estás cerca de la muerte, la referencia a las películas que evocan algunas escenas, los otros libros del autor, su expresión seria o la escritura como una especie de divertimento, de dejarte llevar.
Creo seriamente que editores, críticos y lectores deberían apoyar un poco más al escritor, exigirle y ahondar en lo que cuenta, hacer de la literatura algo vivo. Se me ocurre como idea de un cuento de ciencia ficción, que no hubiera lectores, que se publicaran muchos libros con sus reseñas, premios y superventas sin que nadie los leyera, o que se leyeran sin conocer la lengua en la que estuvieran escritos. El escenario actual sería perfecto.
Dejo reseñas y críticas, o sea lo que se supone son lecturas:
El Mundo
Babelia
Babelia. Muñoz Molina
NYT
Papel en blanco
El lamento de Portnoy
Revista de letras, donde trata el tema