Saber de verdad
Cuando recomiendo libros, sé que los que más gustan son los que son fáciles de resumir, los que digamos tienen una idea principal que desarrollan impecablemente. Están bien trabajados y además comunican y el lector se engancha fácilmente. Sin embargo, los que dejan huecos y obligan al lector a entrar en su lenguaje, a decodificar, exigen mucho esfuerzo y no se ve claramente la recompensa.
Lo mismo ocurre con lo de saber, no solemos tener conversaciones en las que preguntemos de verdad, solemos preguntar para «mantener» una conversación, me encantarían respuestas que obligaran al silencio, que volvieran imposible «mantener» una conversación. el problema está en que ese semi-falso deseo de saber no me da las preguntas apropiadas. No sé si sólo me ocurre a mí, pero yo también pocas veces me siento preguntada.
«El saber y el no-saber son un pensamiento. El verdadero saber se vive y está vacío de pensamiento». Jean Klein.
Efectivamente, pero no hay que despreciar al pensamiento como un camino para llegar a él. Lo que has escrito aquí es un pensamiento.
No ‘desprecio’ el pensamiento, para nada! Un mapa no es el territorio, pero eso no me lleva a despreciar los mapas. Son útiles y hasta necesarios, pero en algún momento hay que doblarlos, guardarlos y ponerse a caminar. Por supuesto que la frase de Klein es también un pensamiento, es inevitable. Pero lo que no es un pensamiento, lo que está vacío de pensamiento, es lo que sentiste inmediatamente después de leerla, ese silencio al que aluden las «palabras» con las que está construida. Y enseguida ese espacio de silencio que se ha abierto por unos instantes, es ocupado de forma involuntaria por más pensamientos, que se traducen, por ejemplo, en la acción de escribir: «Efectivamente, pero no hay que despreciar al pensamiento como un camino para llegar a él. Lo que has escrito aquí es un pensamiento». Ésa es la naturaleza y la función propia de la mente: generar y generar pensamientos (olas) de forma espontánea que agitan la superficie de la conciencia de fondo (océano) del que todo surge. Uno de esos pensamientos, el más elaborado, el más persistente, es “yo” (“yo pienso”, “yo decido”, “yo tengo voluntad” y “libre albedrío”, “yo soy dueño de mis actos” «yo soy alguien», «yo soy un individuo», etc). La mente genera pensamientos de todo tipo de manera totalmente automática, de la misma manera que el páncreas genera enzimas, el hígado bilis, y de la misma manera que el corazón bombea sangre o los pulmones respiran aire: un proceso automático, espontáneo. No hay un “yo” que haga latir ese corazón, no hay un yo que respire ese aire. Hay un “bombear sangre” y hay un “respirar” y hay un “pensar”, pero no hay un “yo-bombeador” ni un “yo-respirador” ni un “yo-pensador”. No hay nadie, no hay nada. Todo (pensamientos, actos, ideas, emociones, sueños) surge espontáneamente, se manifiesta, y punto. Sin una causa, sin un yo, sin una voluntad, sin nada. Un rayo parte un árbol. Unos dedos escriben en este teclado. Un pez salta fuera del agua. Un pensamiento es tenido. Un niño explota un globo. Un beso es dado. Una flor se abre. Un sueño es tenido. Un depredador despedaza a su presa. Un bebé llora. Un libro es escrito. Un ojo parpadea. Etc etc etc. Es lo mismo: un Todo que se manifiesta con total perfección, independientemente de «nuestros» pensamientos, opiniones o emociones acerca de ello. Lo que me parece interesante es ver esa frase de Jean Klein como una señal indicadora de Eso, precisamente. Es decir, no quedarse en esa frase/pensamiento para seguir construyendo más pensamientos sobre ella o en contra de ella o a favor de ella (no acabaríamos nunca, sería quizá divertido pero estéril a la larga, y redundante, y no nos ayudaría a salir de la espiral). En tu artículo dices «me encantarían respuestas que obligaran al silencio, que volvieran imposible “mantener” una conversación». Exacto! Creo que tal vez una «frase» como la de Jean Klein (pero hay infinitos ejemplos diferentes) nos invita a “entenderla” y “sentirla” como un mero mapa, un dedo que señala hacia algo, algo más, otra cosa; nos proponen volver la mirada interior en la dirección hacia la que esa frase apunta: el espacio infinito y silencioso que hay entre latido y latido, entre respiración y respiración. Entre pensamiento y pensamiento.
El pensamiento es bueno en sí mismo. El yo es bueno porque es la referencia para moverte en el mundo, el yo que piensa reconoce lo que está bien o mal y discierne incluso lo que es bueno para yo, pero malo para nosotros. Ese yo se construye con la cultura que se va construyendo con el pensamiento de muchos hombres. La libertad responsable es un gran acierto de occidente.
La madre Teresa de Calcuta o Vicente Ferrer lo único que hicieron es mejorar el sufrimiento de sufridores. ¿Tenían que dejarlos morir en la calle con dolor y solos? ¿Cómo no fueron capaces sus yoes de diluirse en el silencio en lugar de sentir dolor ante lo que veían? ¿Cómo se atrevieron a cambiar el rumbo del mundo, si basta con quedarse en silencio para darse cuenta de que todo está bien?
Todo está bien. Todo es perfecto. Es perfecto lo «moral» y lo «inmoral». Es perfecto el «yo» y es perfecto decir que «no hay ‘yo'». Es perfecto «estar de acuerdo» y es perfecto «no estar de acuerdo». Es perfecto «occidente» y es perfecto «oriente». El pensamiento es el Todo expresándose a través del pensamiento. Las palabras son el Todo expresándose a través de las palabras. Un asesino es el Todo expresándose a través de un asesino. Un santo es el Todo expresándose a través de un santo.
Olmo, «Un asesino es el Todo expresándose a través de un asesino.»
…»Un santo es el Todo expresándose a través de un santo.»
Ahí es dónde aparece el YO para decidir que quieres ser…¿?
Yo prefiero asesinarme, a sentirme excusado en mi NO pensamiento faltaría más.
No hay ningún ‘yo’ que decida nada. El ‘yo’ es un pensamiento más, y los pensamientos no deciden nada, sólo lo parece. Supuestamente, “nuestras” decisiones/acciones provienen de nuestros pensamientos, ¿no es así? Es decir, primero aparece el pensamiento “me apetece comerme esa manzana”, y después “aparece” la decisión de hacerlo, y a continuación “ocurre” la acción de la mano cogiendo esa manzana y llevándola a nuestra boca. Lo curioso es que el pensamiento “me apetece comerme esa manzana” ha surgido de la nada. Ex nihilo. Simplemente ha aparecido ahí, en la conciencia, como todo lo demás. El “yo” no ha decidido previamente tener el pensamiento “me apetece comer esa manzana” (o “decido ser un santo” o “decido ser un asesino”), sino que éste ha aparecido ahí, de repente. Ese pensamiento ha aparecido espontáneamente, plop!, como una burbuja. El “yo” no es lo que “decide” tener este o aquel pensamiento. El “yo” no es el que toma esta decisión o aquella otra. Uno no es el que piensa y decide y actúa. Lo que verdaderamente es uno, es ESO que observa los pensamientos, las decisiones, las acciones. “Yo” no me como un manzana, porque “yo” no es, nunca fue, nunca tuvo más realidad de la que tiene una voluta de humo, un holograma. Como mucho, VEO (o ALGO VE) cómo esta mano agarra esa manzana y cómo esa manzana es mordida, de la misma manera que ese pensamiento es tenido, esa decisión tomada y esa acción hecha. Si nuestras acciones/decisiones dependen realmente de nuestros pensamientos, pero resulta que uno no puede decidir qué pensamientos va a tener dentro de tres segundos o dentro de un minuto, ¿qué sentido tiene seguir creyendo en un “yo” que toma “libremente” la decisión de comer una manzana, o la decisión de ser un santo, o la decisión de ser un asesino? Las cosas (los pensamientos, las emociones, y las acciones/decisiones supuestamente derivadas de ellos) ocurren, y punto. Surgen y se desvanecen, aparecen y desaparecen. “Yo” no tengo pensamientos; más bien éstos me tienen a “mí”. “Yo” no toma decisiones; más bien éstas le toman a “él”. Parece que hay un “yo”, pero no es así. Parece que hay opciones, y libertad de decisión, pero no es así. Y esto puede verse si uno intenta hacer el experimento de intentar decidir cuál va a ser su próximo pensamiento, de intentar “cazar al vuelo” cuál será ese próximo pensamiento a partir del cual supuestamente surgirá su próxima acción/decisión. Es imposible. Sentir que uno está de acuerdo o que no está de acuerdo con lo que aquí está siendo escrito, es otro pensamiento/sensación que surge espontáneamente, y que es aparentemente tenido/sentido por un “yo” ilusorio que a continuación tendrá la ilusión de ser el que decide escribir en esta blog una réplica/comentario o no hacerlo. Todo es una especie de gran sueño repleto de personajes soñados que creen estar despiertos, que creen ser los autores de sus acciones y decisiones. En el “funcionamiento” de las cosas y en la “naturaleza” de esos personajes está el creer que son alguien, el creer que son dueños de sus pensamientos y de sus decisiones, individuos libres y morales y responsables de sus acciones. Pero nada de lo que esos personajes hagan o dejen de hacer afecta al sueño, ya que éste los trasciende y abarca a todos ellos (de hecho, esos personajes no están soñando; esos personajes son, en esencia, el SUEÑO). Por eso el teatro es la mayor y más fascinante metáfora jamás inventada. En el escenario, Hamlet no tiene ningún dilema entre “ser o no ser” (o entre ser un asesino o ser un santo, ya que estamos), porque sencillamente Hamlet NO ES, nunca fue, es un fantasma, una marioneta, una cáscara vacía. Lo que verdaderamente es Hamlet no es ese personaje disfrazado y maquillado, sino en todo caso el actor que lo interpreta. Y ni siquiera eso, sino más bien el autor que imaginó y diseñó la obra, el Todo desde el cual esa obra ha sido “escrita”, desplegada y representada. Todos, absolutamente todos los personajes de esas obras de teatro, lo que nos están diciendo en voz alta todo el rato, sin saberlo (porque no hay nadie ahí que pueda saber nada, ya que son fantasmas, personajes) es: “Yo Soy Shakespeare, Yo Soy Shakespeare”. El pensamiento “ya está bien de escribir por ahora” acaba de surgir “aquí”. Con toda probabilidad, a continuación será aparentemente tomada por un aparente “yo” la aparente decisión de agarrar el ratón, llevar el cursor al botón de “Submit” y hacer click en él.
aparece porque hay una manzana…
Evidentemente estas obsesionado con el yo,
para ser exacto con tu YO.
Muy pero que muy obsesionado,
hasta el punto de necesitar liberarte pensando que es un pensamiento más no vinculante (para tu SUPER YO)
Esa filosofía esa una teoría como todas las filosofías. Cuando estaba estudiando Filosofía, me di cuenta de que cada una de las teorías era una opción que se tomaba siguiendo las inclinaciones de cada uno. Se puede ser idealista o realista, ninguna está demostrada, pero lo que sí es cierto es que existen los otros y existe el yo, que sean un sueño es una creencia, no una realidad. ¿A quien le vale pensar que está en un sueño, viendo lo que ve alrededor? Puede que lo sea, pero el que sufre, sufre y la posibilidad de mejorar el mundo está en tus manos y en las mías, no tomarla porque la vida es un sueño, o una unidad como un pulpo, pensar que no somos libres y responsables, es una huída como otra cualquiera.
La Filosofía advaita es apasionante como experiencia mística, que también el cristianismo tiene en su parte mística, pero no creo que niegue la responsabilidad del yo que no deja de existir porque al final del camino esté la unidad. El yo es temporal, pero está ahí, ¿por qué vivir para negar lo que hay? Lo que hay es yo y es otro y es acción y es elección y es que las cosas cambian en función de las elecciones y es que la no elección también cambia las cosas. Puede que la vida sea un sueño, pero el que sueña es libre para crear su propio argumento.
Gracias por el diagnóstico, Gin Tonic. ¡Cómo no va a estar uno obsesionado con el ‘yo’, si es la cosa más obsesionante que hay! Fíjate si es obsesionante, que ha obsesionado sin descanso a la mayor parte de los filósofos y pensadores de todas las épocas y lugares. Toda la historia del pensamiento y la filosofía (y también la poesía, me atrevería a decir) se reduce a, y ha dado vueltas y más vueltas en torno a, una única pregunta: «Quién soy yo?», «¿Qué es «yo»? «¿Qué es esto que habla, piensa, hace, ama, odia, se mueve, duerme, despierta, trabaja, besa, mata, crea, etc?». «¿Quién pronuncia mis palabras? ¿Quién da mis pasos? ¿Quién mira con mis ojos?», escribió Rumi, un poeta sufí. De la percepción, ideas y relación con eso llamado ‘yo’, dependen todos, absolutamente todos los demás pensamientos/decisiones/acciones («vinculantes», «no vinculantes», etc). En el fondo, en lo más profundo de uno, yo diría que todos nosotros sabemos/sentimos/sospechamos que somos unos impostores (bueno, todos excepto quizá aquellos que realmente lo son). Y día a día dedicamos una enorme cantidad de energía a construir con «nuestros» pensamientos, creencias, apegos, lecturas, opiniones, idea(le)s etc. un muro/pantalla cada vez más grueso entre esa verdad y nosotros, para mantenernos «a salvo» y «seguir adelante». Porque si realmente indagáramos, si realmente miráramos donde tenemos que mirar, si realmente usáramos toda esa energía no en ‘construirnos’ sino en ‘deconstruirnos’, no en ‘añadir’ sino en ‘quitar’, no en ‘vincularnos’ sino en ‘desapegarnos’ (de falsas ideas -todas las ideas lo son- como la del ‘yo’) lo que descubriríamos nos destruiría, literalmente (como ya fue dicho una vez aquí, creo, la mala noticia es que destruiría lo que creemos que somos; la buena noticia es que no destruiría lo que realmente somos: «Nada real puede ser amenazado; Nada irreal existe»). No sé si nos destruiría (esto quizá es wishful thinking por mi parte), pero al menos haría tambalearse el castillito de naipes del estatus (social, profesional, familiar, sentimental, cultural, económico, emocional, etc) que tan cuidadosa y orgullosamente levantamos día a día, desde que nos despertamos hasta que nos acostamos. Y eso no lo quiere nadie, claro, lógico. La autoinmolación no tiene nada de divertido! ¿Obsesionado? Sí, mucho. Hasta el punto de necesitar liberarme? Sí, desde luego. (El pensamiento/deseo de liberación surge aquí, sí, pero finalmente es eso: un pensamiento más!) Hace falta estar obsesionado con el ‘yo’ para ‘trascenderlo’. Hay que ser extremadamente obstinado para ser bendecido por la extrema rendición. Imposible desmontar el ego si previamente no lo has reforzado bien. Es una paradoja pero es así. Es una guerra, no hay otra manera de afrontarlo. Una guerra contra todo lo falso (no lo falso exterior, sino lo falso interior, que es de donde salen todas las demás falsedades). Eso que llaman ‘iluminación’ no tiene nada que ver con el pensamiento, ni con la religión, ni con ninguna práctica espiritual, ni con la filosofía, ni con el amor, ni con la devoción, ni con la compasión, ni con ninguna de esas bobadas que nos han vendido. Eso que llaman ‘iluminación’ o ‘despertar’ es sencillamente macabro. Una guerra sangrienta, un suicidio (ego-death, lo llaman algunos). Hay personajes de este sueño que sienten la ‘llamada’ de ese camino, y hay otros que no. Y ambas cosas son perfectas, ninguna tiene importancia en último término.
«No piensen que he venido a traer la paz sobre la tierra. No vine a traer la paz, sino la espada. Porque he venido a enfrentar al hijo con su padre, a la hija con su madre y a la nuera con su suegra; y así, el hombre tendrá como enemigos a los de su propia casa.» MATEO, 10, 34.
«Luchad por entrar por la puerta estrecha, porque, os digo, muchos pretenderán entrar y no podrán». LUCAS 13, 24.
«Entonces Jesús dijo a sus discípulos: «El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida a causa de mí, la encontrará». MATEO 16, 24-25
El yo se deshace en la acción del amor, para llegar a eso no tiene que deconstruirse, al revés, tiene que darse, siempre es una elección, el momento de mayor potencia del yo, la entrega.
Querido Olmo, gracias a ti por responderme,
pero creo que para «liberarse» del YO, para «trascenderlo» de verdad solo hay que dejar de pensar en él (en YO) y pensar en
NOSOTROS.
Ahí esta la verdadera profundidad de nuestra existencia…
por ejemplo, en esta, nuestra, conversación.
Si se me permite haré una sugerencia a esta interesante propuesta, yo le encuentro un título que también podría ser apropiado:
QUERER SABER
Saber, no-saber, saber de verdad, verdadero saber, pensamiento, camino, mapas y territorio, preguntas y silencio, yo y nosotros, mirada interior, espacio infinito, latido, respiración, sufrimiento de sufridores, libertad, acierto, bien, perfecto e imperfecto, oriente y occidente, todo, asesino, santo, decidir, actuar, tener, que me tengan, sentir, soñar, ser o no ser, obsesión, vinculación, super-yo, opción, inclinación, idealismo, realismo, creencias, experiencia mística, responsabilidad, unidad, temporalidad, acción, elección, decisiones vinculantes o no vinculantes, profundidad, apegos, lecturas, opiniones, verdad, dependencia, energía, transcender, iluminación, paz y guerra, enfrentamiento, enemigos, puerta estrecha, cruz, vida, amor, entrega, potencia….
Ni una sola vez conocimiento, ni una sola mención a la ignorancia ¿y por qué no relacionamos el saber con el conocimiento y el no-saber con la ignorancia? Porque en lo más profundo de nosotros somos conscientes de que cuanto más avanzamos por el camino del saber más ignorantes somos.
«Porque en lo más profundo de nosotros somos conscientes de que cuanto más avanzamos por el camino del saber más ignorantes somos».
EXACTAMENTE.