SEÑORA. Ana María Navales
Travesía en el viento
Ana María Navales
Editorial Calambur
Madrid 2006
Señora,
hoy ha derramado usted
sobre mí, como un licor,
toda su tristeza.
No me engaña su cara
de peonza dando vueltas
y bailando todo el día
al son que tocan los fantasmas
que regresan del olvido.
Ni me asombra su maquillaje,
el lápiz negro que agranda
la vacía mirada
y escribe por todas partes
el invierno de hielo
en el que usted, señora, vive.
No me molesta su traje
ceñido o el ácido perfume
por un largo pasillo de sombra
que anuncia su disfraz.
Pero no pretenda hablar
conmigo, con palabras perdidas,
mientras la sacarina se disuelve
en el fondo de un café frío,
lleno de atardeceres perezosos.
Yo bien quisiera poner
sonido a algún pensamiento
suyo, limpiar de algunas telarañas
y polvo su casa
o abrirle las ventanas a la vida
y regar sus macetas
con aguas de ensueño.
Incapaz para el milagro,
señora, perdóneme el egoísmo:
me quedan pocas tardes de sol
y debo aprovechar mi tiempo
para encender las últimas hogueras.
No puedo prestarle mi hombro,
lo siento, créame, y espero
que lo comprenda: ni usted
ni yo tenemos ya remedio.
El poema que ahora propongo, forma parte de la antología poética Travesía en el Viento (2006), escrita por Ana María Navales y publicada en Madrid, Editorial Calambur.
Ana María Navales se doctoró y fue profesora de Literatura Hispanoamericana en la Universidad de Zaragoza. Poeta, escritora, ensayista, especialista en Virginia Woolf, adoraba el Círculo de Bloomsbury, pasearse por los lugares que ellos recorrían, recrearse entre los fantasmas de la modernidad como una más. Fundadora y codirectora de la revista cultural Turia, de la que era colaboradora asidua, así como del periódico El Heraldo de Aragón, sus poemas han sido traducidos a varias lenguas, incluído el búlgaro. Ha sido premio Sial de ensayo 2000, premio de las Letras Aragonesas 2001 del Gobierno de Aragón y medalla de oro Luis de Góngora de la Academia de las Letras de Córdoba. Era una mujer exquisita, noble, valiente, miraba siempre de frente. Murió hace poco más de tres meses, el día once de marzo de 2009.
El presente poema obedece a mi deseo de mantenerla viva, de que su voz se escuche, ella siempre tan enérgica, tan vital, tan de verdad. La ternura le asomaba a los ojos cuando advertía la sensibilidad en el otro. Generosa, dotada de extraordinaria agudeza mental y de un gran sentido del humor, utilizaba la socarronería ante el presuntuoso y el fatuo, y sólo lamentaba la pedantería intelectual.
Los que te quisimos, los que te queremos, te echamos de menos.
Rosa Burillo
Que azarosa vida esta en la que tienes que dedicar la tarde de los domingos, esa que casi todos los otros dedican al fútbol patrio, para leer necrológicas.
Solo una advertencia, no se puede echar de menos lo que se tiene dentro, con aquello con lo que se vive; y parece que con Ana María, y con lo que dice tu, Rosa, estás en sintonía permanente. De manera que si tu sigues regando sus macetas con ese agua de ensueño del que nos habla en su poemas, ella seguirá viva en tu corazón, y en el de los que como tu, leen con tanta intensidad esas palabras como rotas por el invierno de hielo.
Hace muchos años un prohombre de la Roma imperial, se acercó al oráculo para saber cual sería el futuro de sus dos hijos, y el oráculo le dijo que de uno de ellos la gente seguiría hablando durante siglos, que su palabras se seguirían oyendo en asambleas y reuniones para siempre; es verdad dijo él, tengo un hijo y famoso poeta que causa el entretenimiento de sus lectores, y la virtud de sentirse mejores de los que oyen lo que ha escrito, el otro por desgracia es un soldado destinado en las conquistas de Palestina. Y el oráculo respondió, es verdad que del poeta durante un tiempo se llenarán plazas y teatro en torno a sus palabras, pero al final se olvidarán de él; el otro en cambio se encontrará con un iluminado fundador de una religión y le dirá estas palabras que formarán para siempre ya, parte de sus vidas: «Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarle» refiriéndose a su criado Jairo.
Solo me sorprende que diga esas cosas tan alejadas de la solidaridad femenina como, por ejemplo, derramar como un licor toda su tristeza; pero en las cosas del corazón, ya se sabe…
Por último, Rosa Burillo decirte «sólo» que la fecha de la muerte de Ana María coincide con la de mi padre, esto me parece un modo que de estén juntos en el paraíso de los buenos.
Gracias.