SUPERAR EL POSTMODERNISMO

images-2Uno de los lastres de la cultura actual es el movimiento postmoderno. El relativismo se sustenta en el miedo al absoluto, a movimientos totalitarios, pero en sí mismo no es un concepto positivo, funciona como una negación, de manera que una cultura basada en el relativismo está abocada a la debilidad, llegando a convertirla en un valor.

Personalmente he buscado alguna forma de superar el Postmodernismo sin volver a valores anteriores y me ha interesado plantearme la cultura desde la perspectiva del invento. El ser humano vive de la invención. Todo es una invención, así que «inventemos lo mejor». Puesto que no tenemos un documento que acredite la verdad, no nacemos con manual de vida debajo del brazo, tenemos que inventarnos cómo vivir. El Postmodernismo pone límites a la invención y los límites no promueven la creatividad.

Los cambios culturales se dan a la vez en lugares alejados, ahora mismo empiezo a encontrar gente que también vislumbra el fin del Postmodernismo y que además se atreve a poner nombres a una nueva época como altermodernismo. Y lo curioso es que coinciden en intuir que el conflicto está siendo substituído por la búsqueda de la interrelación, del encuentro entre contrarios, digamos que en un ir perdiendo la dictadura del yo hacia la realidad del nosotros.

Curiosamente también, los filósofos llamados del encuentro, que ya escribían desde esta perspectiva cuando Europa se movía hacia el totalitarismo, como Martin Buber o Jaspers, vuelven a revisarse. Creo que este tipo de pensamiento también produce miedo a movimientos sociales de difícil control. Es verdad que la libertad de elegir, la búsqueda de vías de desarrollo, la potencia de salirse de la propia frontera para encontrarse con otras formas de pensar es incontrolable, ilimitable, y por lo tanto motivo de miedo a lo que puede generar, que es impredecible el Postmodernismo como pensamiento débil ha mantenido durante tanto tiempo las compuertas cerradas al precio de la angustia existencial. Nada puede crear más angustia que el pensar que todo está hecho, que las formas artísticas están muertas, que todo está contado, que no hay nada por conocer. Cuando se abren las compuertas, el sentido de la vida vuelve, no a través de una verdad que simplemente haya que seguir, de un sistema de pensamiento que dé las claves cerradas, sino con la simple posibilidad de seguir inventando el mundo, de poder inventar el mejor mundo.

Quería compartir en El lector perdido esta postura estética y ética, digamos, (ya hablar de una postura ética y estética tiene connotaciones negativas desde el Postmodernismo), una postura que no habla de verdades absolutas, pero sí de no permitir que se cierre la puerta a la creatividad. Mi selección de libros siempre la he hecho desde aquí, he criticado en obras postmodernas la parte que les toca de inacabadas, de insuficientes para crear una experiencia estética, pero a partir de ahora, de vez en cuando pondré algún post de autores en distintas áreas de la cultura que se encuentran en esta especie de intuición del cambio.

Para Bourriaud, por ejemplo, “ya no se busca hoy progresar a través de opuestos y conflictos, sino inventar nuevos conjuntos, relaciones posibles entre unidades diferenciadas, construcciones de alianzas entre diferentes actores”, crear nuevos modus vivendi que posibiliten relaciones sociales más justas, combinaciones de existencia múltiples y fecundas.

Estética relacional de Nicolás Bourriaud

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13 responses to “SUPERAR EL POSTMODERNISMO

  1. “Escribir es una forma de libertad personal. Nos libera de la identidad de masas que vemos forjarse alrededor de nosotros. Al final, los escritores escribirán no para ser héroes proscritos de alguna subcultura, sino sobre todo para salvarse a sí mismos, para sobrevivir como individuos».
    Don DeLillo, en una carta a Jonathan Franzen.

  2. Hay dos entrevistas a Marc Fumaroli, una de Julio de 2009 y otra de hoy 28 de Septiembre, que creo que van en la línea que tu sostienes.
    En la entrevista de hoy abomina del arte contemporaneo, en la anterior de las instalaciones, intervenciones, del net art y el video; termina diciendo: » la literatura cuando vuelva, será la literatura de lo grotesco, porque hacer reír ya es curar. Hacen falta dos o tres Rabelais «.

  3. En Galicia tenemos a Cid Cabido representando a esa literatura de lo grotesco. En El lector perdido está traducido al castellano un cuento que recomiendo de verdad: «Que me tengo que irme». (En libros del fin del mundo)

  4. «Estamos llegando rápidamente a un sitio triste y vacío, que el espíritu del posmodernismo encarna demasiado bien. “Nunca en
    ninguna civilización anterior la gran preocupación metafísica, las preguntas fundamentales por el ser y el significado de la vida han
    parecido tan completamente remotas e inútiles”, según Frederic Jameson. Peter Sloterdijk encuentra que “el malestar en la cultura ha asumido una nueva cualidad: aparece como un cinismo difuso y universal”. La erosión del significado, impulsada por una reificación
    y una fragmentación intensificadas, hace que el cínico aparezca por todos lados. Psicológicamente un “melancólico fronterizo”,
    ahora es “una figura de masas”.
    John Zerzan, ‘La catástrofe del posmodernismo’.

    Éste y otros muchos ensayos están disponibles en una muy recomendable web:
    http://caosmosis.acracia.net

  5. Dejo un fragmento que me parece muy bueno de Romano Guardini describiendo la melancolía. Con lo de fronterizo creo que se refiere a vivir en un «lugar» no definido o relativo.

    «Su nombre dice: «Schwer-Mut». Pesadez de ánimo. Sobre el hombre se encuentra una carga que lo oprime, que lo hunde en sí mismo; una carga que relaja la tensión de sus miembros y de sus órganos; que paraliza los sentidos, los impulsos, las representaciones, los pensamientos; que afloja la voluntad y debilita el afán y las ganas de trabajar y luchar.

    Una atadura interior, que viene del alma, se posa sobre todo lo que ordinariamente surge, se agita y actúa libremente. La espontaneidad de la decisión, la capacidad de trazar clara y vigorosamente los límites de las cosas, la destreza en dar forma a la realidad, todo eso se vuelve fatigoso e indiferente. El hombre ya no tiene más autoridad sobre la vida. Ya no puede participar en la apremiante marcha que exige la realidad. Los acontecimientos se entreveran a su alrededor y no puede penetrarlos con su mirada. Se vuelve incapaz de hacerse cargo de un suceso cualquiera. Las tareas se yerguen frente a él como una montaña infranqueable.

    A partir de tal estado de ánimo es que Friedrich Nietzsche ha caracterizado este espíritu de la pesadez de la melancolía como el demonio en sí mismo. De aquí ha nacido la imagen nostálgica del hombre «que sabe danzar», el sentimiento de erigir como valor supremo a la agilidad, la capacidad de volar y de trepar.

    Una vida de estas características es profundamente vulnerable. Esta vulnerabilidad no proviene en esencia por deficiencias de estructuras o por una fuerza interior insuficiente –elementos que bien pueden agregarse- sino a causa de una sensibilidad del ser provocada por una multiplicidad de disposiciones. Los hombres simples, me parece, no se vuelven melancólicos. Pero «simplicidad» no significa aquí falta de formación o condiciones sociales modestas. Un hombre puede ser extremadamente instruído, tener grandes pretensiones, múltiples relaciones sociales y desplegar una rica actividad y sin embargo, en este sentido, ser un hombre «simple». Cuando hablamos de «multiplicidad de disposiciones» queremos designar una oposición interior y las tendencias vitales presentes; una tensión entre los motivos, un antagonismo recíproco entre los impulsos, una contra- dicción en la actitud respecto a los hombres y las cosas, en las exigencias para con el mundo y la propia vida; en las normas según las cuales se mide todo…

    Esta sensibilidad convierte al hombre vulnerable, en razón del carácter despiadado que tiene la existencia humana y es en verdad lo que tiene la existencia de inevitable lo que hiere: el sufrimiento presente en todas partes, el sufrimiento de los seres débiles e indefensos, el sufrimiento de los animales, de los seres silenciosos… En última instancia no se puede modificar nada. Es algo inevitable. Es así y permanece así. Pero esto es precisamente lo gravoso y pesado. Ser lastimado por la mezquindad de la existencia, que a menudo es tan espantosa, tan chata…

    El vacío de la existencia. Uno podría decir el vacío metafísico. Este es el punto donde la melancolía se relaciona con el hastío. Y en realidad, una determinada clase de hastío semejante a la que experimentan ciertas naturalezas. Esto no significa que hablemos de alguien que no haga nada importante, que permanezca ocioso. El tedio puede traspasar una vida sumamente ocupada. Este tedio significa que se busca apasionadamente, por todas partes, algo en las cosas que ellas no tienen. Con una dolorosa sensibilidad e incapacidad se busca lo que podríamos llamar, en el mejor sentido, «lo burgués»: el compromiso con lo posible y el sentimiento del bienestar. Es esto lo que se busca. Y se procura tomar las cosas como uno quisiera, de encontrar en ellas ese peso, esa seriedad, ese fervor y esa capacidad de realización que tanto se anhela, y sin embargo es imposible. Las cosas son finitas. Pero toda finitud es deficiencia. Y para el corazón, que reclama lo absoluto, esta deficiencia es un desencanto. Este desencanto se ensancha y se convierte en sentimiento de un gran vacío… No hay nada que sea digno de existir. Y no existe nada por lo cual valga la pena ocuparse…

    Uno es herido también por las carencias morales de los otros. Ante todo, por la falta de delicadeza, de nobleza de sentimientos. Y de un modo particularmente profundo hiere lo vulgar, lo ordinario. Hemos utilizado la palabra «vulnerabilidad», y efectivamente, debemos poner en ella el acento. Esta palabra expresa el matiz particular del sufrimiento melancólico, que no es solamente desgano, fastidio o dolor. Estos sentimientos pueden ser atormentadores, violentos, excitar a una resistencia apasionada, pero siempre puede encontrarse en ellos algo de claridad que estimule el vigor para mantener una resistencia decidida. En la melancolía, por el contrario, encontramos otra cosa, un elemento particular que lleva aquello que aflige hasta su punto mas sensible. El sufrimiento melancólico tiene un carácter particular de interioridad; una profundidad especial, algo de desamparado que queda al descubierto. Falta aquí una determinada fuerza de resistencia, y esto hace que el elemento doloroso se una con otro elemento del interior de la persona. Esta cercanía del sufrimiento y, a su vez la falta de proporción evidente entre el dolor normal que ocasiona cierta causa y la profundidad de su efecto en la persona melancólica, muestra que se trata aquí de algo congénito. El punto crucial, lo determinante, no se encuentra entonces en la circunstancias exteriores, en los estímulos externos, sino en el interior mismo, en una afinidad electiva con todo aquello que de alguna manera puede herir, lastimar.

    A tanto puede llegar esto que el melancólico experimenta cada cosa y cada acontecimiento, sea lo que fuere, como algo doloroso. La existencia misma, como tal se le convierte en dolor. Y no sólo su existencia es dolor sino, fundamentalmente, el hecho mismo que algo exista.

    Un hombre de tales características no tiene confianza en sí mismo. El está convencido que es menos que los demás, que no representa nada, que no sabe nada. Y esto no ocurre porque fuera simplemente alguien no suficientemente dotado o que haya experimentado algún fracaso sino porque ya hay, más bien, un convencimiento «a priori», que no puede ser refutado incluso por los aciertos y que se ve confirmado por cada nuevo fracaso, más allá de su verdadera significación. Más aún: esta falta de confianza en sí mismo es la que provoca precisamente los fracasos, vuelve a la persona interiormente insegura, estorba y obstruye su voluntad y su obrar, la hace vulnerable a las dificultades exteriores.

    Esta falta de confianza en sí mismo es particularmente característica en la relación con los otros hombres: en la conversación, en el trato social, en el comportamiento en público.

    Quizás hay que relacionar esto con una necesidad de ser valorada, particularmente sensible, que pueda estar herida.»

    http://www.mercaba.org/Guardini/acerca_del_significado_de_la_mel.htm

  6. Me ha llamado la atención la cita que ha puesto al principio Elmtree, la de DeLillo, porque se corresponde con uno de mis párrafos favoritos de Jünger, perteneciente al Prólogo de sus diarios:

    «El modo de llevar un diario, lo que quiere decir el modo de poner orden en el aflujo de hechos y pensamientos, forma parte del curso, de la misión que el autor se propone. Hay en eso un consuelo solitario del que se siente necesitado. En una situación en que son los técnicos quienes administran los Estados y los remodelan de acuerdo con sus ideas, están amenazadas de confiscación no sólo las digresiones metafísicas y las consagradas a las Musas, lo está también la pura alegría de vivir. Quedaron atrás hace ya mucho los tiempos en que la propiedad era considerada un latrocinio. Del lujo forma parte también el modo propio de ser, el ethos, del que dice Heraclito que es el daimon del ser humano. La lucha por un modo propio de ser, la voluntad de salvaguardar un modo propio de ser es uno de los grandes, de los trágicos asuntos de nuestro tiempo.»

  7. Me parece que cualquier movimiento, sea el que sea, es una búsqueda, en la medida en que esa búsqueda percibimos que puede llevar a algo es activa, positiva. El posmodernismo también lo fue en sus comienzos. Seguramente la cuestión es detectar que algo está acabado y que hay que avanzar, moverse y seguir buscando. Toda búsqueda activa y constante lleva a alguna parte. El posmoderno ha seguido avanzando por los terrenos de la fantasía y desde ahí, en clave de símbolo, dice mucho más. Como en todo, los hay válidos, Pynchon es un ejemplo, y los hay gastados. Pero eso pasa en las mejores familias… en cualquier canal de expresión.

  8. EL CRISTIANISMO PURO es eterno y puede enfocarse de diversas maneras pues soporta los cambios del devenir. Puede enmarcarse en diferentes contextos, culturas, modelos, paradigmas y religiones; de todas maneras permanece inmutable. Debido a que la doctrina y la teoría de la trascendencia humana que Cristo ilustró y predicó, es un valor genérico y universal; por ello, pudo injertarse al judaísmo y mantenerse en el oscurantismo privado de la luz de la razón, sin asfixiarse, cegarse o morir. Y también puede enmarcase en el helenismo, el hinduismo, el budismo, el sufismo. Soportar el cambio de paradigmas, y crecer y desarrollarse en el ateismo, el desarrollo humano, el empirismo, el escepticismo, el humanismo, el misticismo, la nueva Era, la modernidad, la post modernidad, racionalismo, y el sincretismo. El reto es sacar el cristianismo del oscurantismo judío, a fin de que la trascendencia humana refleja en Cristo ilumine al mundo. http://www.scribd.com/doc/42618497/Imperativos-Que-Justifican-y-Exigen-Urgentemente-Un-Nuevo-Enfoque-Del-Cristianismo-a-Efecto-De-Afrontar-Con-Exito-La-Crisis-De-La-Modernidad

  9. Para Rodolfo Plata:

    CARTA A UN RELIGIOSO
    por
    SIMONE WEIL (1909-1943)
    http://es.wikipedia.org/wiki/Simone_Weil

    (fragmento)

    Ed. Trotta, Madrid, 1998. Traducción de M. Tabuyo y A. López.

    Si Osiris no es un hombre que haya vivido sobre la tierra siendo al mismo tiempo Dios, de la misma manera que Cristo, entonces la historia de Osiris es al menos una profecía infinitamente más clara, más completa y más próxima a la verdad que todo lo que se denomina con este nombre en el Antiguo Testamento. Lo mismo puede decirse de otros dioses muertos y resucitados.
    La gran importancia que actualmente tiene este problema radica en que se hace urgente remediar el divorcio que existe desde hace veinte siglos y que se agrava sin cesar entre la civilización profana y la espiritualidad en los países cristianos. Nuestra civilización no debe nada a Israel y muy poca cosa al cristianismo; casi todo lo debe a la antigüedad pre-cristiana (germanos, druidas, romanos, griegos, egeo-cretenses, fenicios, egipcios babilonios…). Si hay una separación nítida entre esta antigüedad y el cristianismo, la misma separación existe entre nuestra vida profana y nuestra vida espiritual. Para que el cristianismo se encarne verdaderamente, para que la inspiración cristiana impregne la vida entera, es preciso reconocer antes que históricamente nuestra civilización profana procede de una inspiración religiosa que, aunque cronológicamente pre-cristiana, era cristiana en su esencia. La Sabiduría de Dios debe ser contemplada como el trayecto único de toda luz en este mundo, incluso las débiles luces que iluminan las cosas de este mundo.
    Y otro tanto por lo que hace a Prometeo. La historia de Prometeo es la historia misma de Cristo proyectado en lo eterno. No falta ahí más que la localización en el tiempo y en el espacio.
    La mitología griega está llena de profecías. Lo mismo ocurre con los relatos del folclore europeo, con lo que se llama los cuentos de hadas.
    En realidad, muchos nombres de divinidades griegas son probablemente nombres que designan a una sola Persona divina, a saber, el Verbo. Pienso que es el caso de Dioniso, Apolo, Artemisa, Afrodita celeste, Prometeo, el Amor, Proserpina y algunos más.
    Creo también que Hestia, Atenea y quizá Hefestos son nombres del Espíritu Santo. Hestia es el fuego central. Atenea salió de la cabeza de Zeus después que éste hubiera devorado a su esposa, la Sabiduría, que estaba encinta; «procede», pues, de Dios y de su Sabiduría. Tiene como atributo el olivo, y el aceite, en los sacramentos cristianos, tiene afinidad con el Espíritu Santo.
    Se comentan por lo común ciertos actos o palabras de Cristo diciendo: «Para que se cumpliera la Escritura». Se trata de profecías hebreas. Pero otros actos, otras palabras podrían ser comentadas igualmente en relación con profecías no hebreas.
    Cristo comenzó su vida pública transformando el agua en vino. La terminó transformando el vino en sangre. Señaló así su afinidad con Dioniso. También por medio de la expresión: «Yo soy la vid verdadera».
    Las palabras «si el grano no muere» expresan su afinidad con las divinidades muertas y resucitadas que tenían a la vegetación por imagen, como Atis y Proserpina.
    La maternidad de la Virgen tiene relaciones misteriosas con un pasaje del Timeo de Platón concerniente a una cierta esencia, madre de todas las cosas y perpetuamente intacta. Todas las diosas madres de la antigüedad, como Deméter o Isis, eran figuras de la Virgen.
    La comparación -tan insistente- de la Cruz con el árbol, de la crucifixión con la horca, debe tener relación con mitologías hoy desaparecidas.
    Si el poema escandinavo La runa de Odín es anterior a toda contaminación cristiana (cosa inverificable), contiene también una profecía significativa:
    «Yo sé que he colgado de un árbol balanceado por el viento, durante nueve noches enteras, herido por una lanza, ofrecido a Odín, yo mismo a mí mismo, en aquel árbol cuyas raíces nadie conoce».
    «Nadie me ha dado pan, ni me ha ofrecido un cuerno para beber en él. He mirado hacia abajo, he observado las runas, llorando las he fijado en la memoria y luego he bajado de allí» (Primera Edda).
    La expresión «Cordero de Dios» sin duda está relacionada con tradiciones que quizá tengan vínculos con lo que hoy se llama totemismo. La historia de Zeus Ammón en Herodoto (Zeus degollando un carnero para mostrarse a quien le suplica se deje ver recubierto de su vellón), comparada con la expresión de san Juan «el Cordero que fue degollado desde la fundación del mundo», proyecta sobre ella una intensa luz. El primer sacrificio que haya complacido a Dios, el de Abel, rememorado en el canon de la misa como figura de Cristo, era un sacrificio animal. Y lo mismo el de Noé, que salvó definitivamente a la humanidad de la cólera de Dios y suscitó un pacto de Dios con los hombres. Son ésos los efectos de la Pasión de Cristo. Hay una misteriosa relación entre ambos.
    Se debió pensar en tiempos muy antiguos que hay una presencia real de Dios en los animales a los que se da muerte para comer; que Dios desciende a ellos para ofrecerse como alimento a los hombres. Este pensamiento hace del alimento animal una comunión, mientras que de otro modo es un crimen, al menos desde una filosofía más o menos cartesiana.
    Puede ser que en Tebas, en Egipto, hubiera presencia real de Dios en el carnero ritualmente sacrificado, como hoy en la hostia consagrada.
    Vale la pena subrayar que en el momento en que Cristo fue sacrificado, el sol estaba en la constelación de Aries.
    Platón, en el Timeo, describe la configuración astronómica del universo como una especie de crucifixión del Alma del Mundo, siendo la intersección el punto equinoccial, es decir, la constelación de Aries.
    Varios textos (Epinomis, Timeo, El Banquete, Filolaos, Proclo) indican que la construcción geométrica de la media proporcional entre un número y la unidad, centro de la geometría griega, era el símbolo de la mediación divina entre Dios y el hombre.
    Ahora bien, gran número de sentencias de Cristo recogidas en los Evangelios (sobre todo por san Juan) tienen, con una insistencia tan marcada que debe ser forzosamente intencionada, la forma algebraica de la media proporcional. Por ejemplo: «Como mi Padre me ha enviado, así yo os envío, etc.» La misma relación que une al Padre con Cristo, une a Cristo con los discípulos. Cristo es la media proporcional entre Dios y los santos. La palabra misma de mediación lo indica.
    Concluyo de todo ello que así como Cristo se reconoció en el Mesías de los Salmos, en el justo sufriente de Isaías, en la serpiente de bronce del Génesis, también se reconoció en la media proporcional de la geometría griega, la cual se transforma entonces en la más brillante de las profecías.
    Ennio, en un escrito pitagórico, afirmaba: «Se llama Proserpina a la luna… porque, como una serpiente, se vuelve ora hacia la izquierda, ora hacia la derecha».
    Todos los dioses mediadores, asimilables al Verbo, son dioses lunares, portadores de cuernos, de liras o de arcos que evocan el creciente de la luna (Osiris, Artemisa, Apolo, Hermes, Dioniso, Zagreo, el Amor… ). Prometeo es la excepción, pero en Esquilo lo le sirve de contrapeso, condenada al vagabundeo perpetuo y, como él, a la crucifixión; y tiene cuernos. (Piénsese que antes de ser crucificado, Cristo era un vagabundo, y Platón describe al Amor como un vagabundo miserable.)
    Si el Sol es la imagen del Padre, la Luna, reflejo perfecto del esplendor solar, pero reflejo que es posible contemplar y que sufre la disminución y la desaparición, es la imagen del Hijo. La luz es, entonces, la del Espíritu.
    Heráclito tenía una Trinidad, que se adivina solamente a través de los fragmentos que de él nos quedan, pero que aparece claramente en el Himno a Zeus de Cleanto, de inspiración heraclítea. Las Personas son: Zeus, el Logos y el Fuego divino o Rayo.
    Cleanto dijo a Zeus: «Este universo consiente la dominación () – Tal es la virtud del servidor que tienes en tus manos invisibles – De fuego, de doble filo, eternamente vivo, el rayo». El rayo no es un instrumento de coacción sino un fuego que suscita el consentimiento y la obediencia voluntaria. Es, pues, el Amor. Y este Amor es un servidor, eternamente viviente, por tanto una Persona. Las representaciones tan antiguas de Zeus con un hacha de doble filo (símbolo del rayo), en los bajorrelieves cretenses, tenían quizá ya este significado. (Piénsese en el «doble filo» de la frase de Cristo: «No he venido a traer la paz sino la espada».)
    El Fuego es constantemente símbolo del Espíritu Santo en el Nuevo Testamento.
    Lo estoicos, herederos de Heráclito, llamaban pneuma al fuego cuya energía sostiene el orden del mundo.Pneuma es un hálito ígneo.
    El semen que produce la generación carnal era, según ellos y según los pitagóricos, un pneuma mezclado con líquido.
    Las palabras de Cristo sobre el nuevo nacimiento –y, en consecuencia, todo el simbolismo del bautismo– deben compararse, para comprenderlas correctamente, a las concepciones pitagórica y estoica de la generación. Por otra parte, creo que es Justino quien compara el bautismo con la generación. Teniendo esto en cuenta, la frase órfica: «Cabrito, has caído en leche» debe quizá compararse con el bautismo (los antiguos consideraban que la leche estaba hecha de la semilla del padre).
    La célebre frase «el gran Pan ha muerto» quería quizá anunciar, no la desaparición de la idolatría, sino la muerte de Cristo, siendo Cristo el gran Pan, el gran Todo. Platón (Cratilo) dice que Pan es el «logos». En el Timeo da este nombre al Alma del Mundo.
    San Juan, sirviéndose de las palabras «Logos» y «Pneuma», indica la profunda afinidad que une al estoicismo griego (que debe diferenciarse del de Catón y Bruto) con el cristianismo.
    Platón también conocía claramente, y lo ha indicado por alusiones en sus obras, los dogmas de la Trinidad, la Mediación, la Encarnación, la Pasión y las ideas de gracia y salvación por amor. Conoció la verdad esencial, a saber, que Dios es el Bien. No es Omnipotencia más que por añadidura.
    Al decir: «He venido a arrojar fuego sobre la tierra, y ¿qué más puedo desear si el incendio ya ha prendido?», Cristo indicó su afinidad con Prometeo.
    Su frase «Yo soy el Camino» debe ser comparada con el Tao chino, palabra que quiere decir literalmente el camino, la vía, y, metafóricamente, por una parte, el método de salvación, por otra, el Dios impersonal que es el de la espiritualidad china, pero que, aunque impersonal, es el modelo de los sabios y actúa incesantemente.
    Su frase «Yo soy la Verdad» hace pensar en Osiris, Señor de la Verdad.
    Cuando dice en una de sus sentencias más importantes, «aquellos que hacen la verdad» (), emplea una expresión que no es griega y, que yo sepa, tampoco hebrea (esto debería ser verificado). Es, por el contrario, egipcia. Maât quiere decir a la vez justicia y verdad. Esto es significativo. No fue por casualidad que la Sagrada Familia se dirigiera a Egipto.
    El bautismo entendido como una muerte es el equivalente a las iniciaciones antiguas. San Clemente Romano emplea la palabra «Iniciado» para bautizado. El empleo del término «misterios» para designar los sacramentos indica la misma equivalencia. El baptisterio circular se parece mucho al estanque de piedra en el que, según Herodoto, se celebraba el misterio de la pasión de Osiris. Uno y otro, quizá, evocan el mar, ese mar en el que flotaban las arcas de Noé y de Osiris, madera que salvó a la humanidad antes de que lo hiciera la de la Cruz.
    Cantidad de relatos de la mitología y el folclore podrían ser traducidos a verdades cristianas sin forzar ni deformar nada, proyectando sobre ellos, por el contrario, una vívida luz. Y también esas verdades se encontrarían iluminadas.

  10. LA FALTA DE CONGRUENCIA DE LOS DOGMAS CON LA REALIDAD, ES LA CAUSA PRINCIPAL DE QUE GRANDES MULTITUDES ABANDONEN LA IGLESIA Y SE OPONGAN A LA ENSEÑANZA RELIGIOSA EN LAS ESCUELAS LAICAS. La modernidad ha dejado al descubierto el engaño de la religión de creencias que impone dogmas que no se puede comprobar aduciendo falazmente que son palabra de Dios, a efecto de manipular a las multitudes. El nihilismo generalizado de la post modernidad, provoca que las multitudes que abandonan las Iglesias alimenten las corrientes metafísicas de la Nueva Era. Esto es lo que expresa Nietzsche al decir “Dios ha muerto”, nosotros lo matamos. El ataque de Nietzsche a la teología fantástica, sus falsos valores y la moralidad de esclavos que promueve el judeo cristianismo; posiblemente sea uno de los ejes que sobre los que gira el pensamiento de la modernidad y post modernidad abriendo el reconocimiento de una transformación de la conciencia que eventualmente nos llevará a alcanzar la trascendencia humana o supra humanidad patente en Cristo. http://www.scribd.com/doc/48104400/Nietzsche-y-La-Lucha-Contra-El-Judeo-Cristianismo-Por-El-Cristianismo

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