TAN ALEMANES. Walter Abish

imgresÉrase una vez un libro fuera del circuito de los libros. En la contraportada dice: «Considerada por la crítica como una de las novelas norteamericanas más ambiciosas y estilísticamente innovadoras de la década actual» (los 80). El que quiera leer esta aclamada novela que ganó el premio PEN/William Faulkner, tendrá que comprarla de segunda mano o pedir un préstamo en una biblioteca. Tengo que reconocer que esta circunstancia que rodea a su lectura, me apasiona. Ya nadie la nombra, no se entiende el título, no se entiende que el autor con un nombre alemán y nacido en Viena sea considerado autor norteamericano y todavía entiendes menos, cuando descubres que ese mismo hombre es judío, un judío que se ha metido en la piel de los alemanes «de raza aria». Todo esto significa que nada en el libro es lo esperado: no es una crítica hacia los verdugos, no es una oda al futuro y no se mueve desde el deseo de recordar el holocausto.

El título traducido a lo bonito no tiene mucho que ver con el real: How German is it. Wie Deutch ist es. Si fuéramos libres de verdad en cuanto a creatividad podríamos seguir en nuestra traducción: How German is it. Wie Deutch ist es. Qué alemán es eso. Precisamente los personajes de esta historia sin historia ya no son tan alemanes, solo buscan algo a lo que agarrarse para poder ser alemanes después de lo que ha pasado. ¿Pueden agarrarse a un filósofo que buscaba en la etimología de su lengua un principio de cultura válido? ¿El mismo filósofo acusado de nazi? En realidad no pueden agarrarse a nada. La novela cuenta «la calma chicha» después del horror. Y eso es lo más resaltable. Creo que nadie ha contado este estado del alma compartido por un pueblo. No hay pasado, ni futuro, pero tampoco presente. Son personajes descabezados, sin tierra, construyendo un nuevo país sin cimientos porque no quieren excavar. Es el estado el que sigue un protocolo para hacer frente a lo que va apareciendo. ¿Quién quita los cadáveres cuando aparece una fosa al abrir una calle? ¿Qué se hace con ellos? ¿Se analizan para ver si son judíos o alemanes? ¿Si son judíos, se devuelven a Israel? La reacción común es darse la vuelta y dejar que una cosa amorfa llamada estado lo limpie sin hacer ruido.

No es una novela postmoderna describiendo la fragmentación, precisamente no hay partes, no hay fragmentos de nada, no hay valores interrumpidos. Se trata de no tocar. Algo parecido contó Heinrich Böll en Opiniones de un payaso, pero el personaje quería sobrevivir, tenía capacidad de enamoramiento, guardaba algo de humanidad. Lo que cuenta Abish no está focalizado en el desarrollo de un personaje, Ulrich, el personaje principal, representa a un pueblo entero. Es el pueblo entero el protagonista de la novela, un pueblo que ha perdido el alma en reconstrucción.

En la solapa, esta es la información sobre Walter Abish: «Considerado como una de las figuras más importantes del llamado realismo experimental en el ámbito de la narrativa postmoderna». Supongo que esta definición incomprensible es la que ha llevado al limbo de los justos a esta novela, en el fondo experimental es sinónimo de fallido. Yo valoraría su capacidad de encontrar una forma de contar algo que todavía no ha sido contado: el desierto que queda después de la violencia de una sobreexcitación.

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