TRABAJO DE ESCRITOR
TRABAJO DE ESCRITOR
Lo que sabe hacer un escritor, es mirar, mirar con distancia. Distancia, esa es la medida. Incluso en aquel momento, en todos los momentos, pero en aquel momento, aquel hombre enjuto se pegó a él con el tren ya en marcha y le dijo, pego a mi mujer, se lo merece , y entonces él se echó hacia atrás buscando esa distancia necesaria, el hombre llevaba las manos cruzadas y miraba al infinito que no tenía más que un metro y que era un punto en la pared de enfrente. Y el escritor pensó qué debo hacer, era la pregunta de la distancia, la mujer agarraba una bolsa con las manos y la cerraba como si no pudiera perderla, una bolsa de plástico, qué podía llevar, manzanas, peras, naranjas, seguramente naranjas, estaban en Valencia, y mientras el escritor pensaba esto, dejándose llevar por el vaivén del tren, estaba en su medida, en su terreno, en la distancia. No haré nada, pensó ese día igual que otros días mientras miraba por la ventana capaz de sentir el ser del árbol sólo en el instante en que el tren lo cruzaba y dejaba ver el verde claro del comienzo de las hojas para luego seguir visualizándolo durante unos kilómetros. El carraspeo de aquel hombre, era de los que echan flemas en el suelo, quizás no aguantara el tiempo que debía estar maniatado por sí mismo agarrándose con las dos manos, inventándose un infinito en la pared de enfrente, le devuelvió al escritor a un punto repetitivo, la otra oportunidad, siempre hay una oportunidad para dejar de ser escritor y nunca la coge, lo que aquel día le sorprendió, lo que no podía comprender era cómo aquel hombre de uñas sucias, acostumbrado a manchar el suelo con flemas, se había dado cuenta de que era un escritor, porque estaba claro que sabía que no iba a hacer nada, y por otro lado, de alguna manera inconcreta pensaba que podía convertirlo en alguien o reconocerlo en el alguien que era, después de ese encargo no le había mirado a la cara ni una sola vez.
Pero la mujer no cayó en los ojos del escritor, que se interesó más por las manzanas, peras o naranjas que llevara en la bolsa. Al llegar a su casa y reflexionar sobre lo que había pasado e intentar hacer un relato, porque siempre hay algo que sacar del absurdo aparente, de la inquietud, llegó a pensar que en realidad las mujeres maltratadas son así, invisibles, y que por eso les siguen pegando una vez convertidas en invisibles, si no, ¿por qué fijarse más en el contenido de la bolsa cuando sabe que le pegan?, estaba clara la invisibilidad, pero esa reflexión era inconfesable, quién lo iba a entender en su medida, podrían pensar que es un machista o algo de eso, así que encaminó el cuento hacia un lugar más seguro, más fácil de entender, ¿cómo un hombre puede llegar a pegar a una mujer y contarlo? Y tiró del hilo porque eso le llevaba a la otra pregunta, ¿a quién elegiría un hombre que pega a su mujer para contarlo? A un escritor. Ese terreno lo dominaba, era el terreno del yo.
Auria
saludos.buena literaura,primera visita a su pagina.sera posible me tengan al tanto de sus nobedades? primavera 76 ote, col centro.queretaro méxico