TODOS LOS CONSERVADORES
Estaba pensando en qué significa, a tiempo real, ser conservador. De repente ver a un chico de veinticinco años que viste como su padre o como su abuelo, sonríe a cualquier cosa que le digan sus mayores, comenta con satisfacción que conoce a esta familia y aquella y aquella otra también. Sonríe antes de que tenga que sonreír y siente un placer blando y viscoso al pensar en lo bien que lo hace todo. Está en el sitio correcto, ha saludado como tenía que hacerlo, ha escuchado las razones por las que el recién conocido pertenece a su grupo, ha estudiado en ese colegio, sí, allí conoció a esa familia, sí, a la otra familia, sí, los raros, la niña tocaba el clarinete, después estudió en esa universidad, sí. Es la ocasión de la risa que marca el momento cumbre del reconocimiento, sí, ¿no te contó la familia x las extravagancias del profesor y? Esa risa que bate el cuerpo y lo hace moverse como un guiñol es liberadora. ¿El pobre profesor al que se le caía un ojo de cristal? Sí, mi padre lo suele contar. Siempre era en momentos clave de la clase. Cuando decía algo importante, ¿no? Eso provoca más risa. Sí, en el momento más importante, qué cabrón. Estábamos todos esperando a que eso sucediera. El otro guiñol deja caer la cabeza suelta por la risa. Sí. Tenía que irse, al final no había forma de recomponer la clase. ¿De dónde sacarían a ese tipo? De la guerra, ¿no? Mi padre dice que había estado en un campo de concentración, algo así, ¿no? Es posible, estaba muy achacoso, apenas tenía voz. ¿Queréis un poco de vino? Sí, por favor. Justo, justo, ese lo tomamos el otro día en una cena, nos lo recomendaron mucho, está buenísimo.
He asistido a miles de conversaciones conservadoras a lo largo de mi vida y siempre motivaban una angustia existencial difícil de concretar. En realidad, creo que era ese inmovilismo, esa necesidad absoluta de ser reconocido, esa superficialidad en las reglas del reconocimiento y la inconsciencia absoluta sobre este padecimiento. Para entender a un conservador hay que entender que no ha sido capaz de ver las grietas de su sistema y que no conoce la duda. Entra en su circunstancia vital, no con confianza, pero sí con absoluta certeza. De ahí se desprende que nunca hay que atacar a un conservador, simplemente hay que mostrarle sus grietas y que haga lo que quiera. Un progresista «de pro» también es un conservador, entra en su circunstancia, no con confianza, pero sí con absoluta certeza. Su deshago no va por la risa de muñeco de guiñol,lo canaliza en una crítica obsesiva al conservador. En realidad, la crítica obsesiva también es propia de los conservadores, viene de la mano de ese afán por conservar, sea lo que sea lo que haya que conservar. Tiene que ver con mantener un sentido que tiene que ser el sentido de todos para que funcione, si no, no soy nadie, que sea verdad o mentira es lo de menos. El desahogo de cualquier tipo de conservador viene del ahogo de cumplir todas las reglas, que además no están escritas, se mantienen en un intercontrol del grupo.
Después están las personas con angustia existencial, las que no aceptan su circunstancia. Gracias a esta incómoda forma de estar en el mundo pueden encontrar cierta confianza, ninguna certeza y siempre reírse de verdad si llegan a ser conscientes. En realidad, de contar esto van todas las buenas novelas, ¿ya no son necesarias?
Hola Luscofusco. Llego a este enlace desde tu curso de UNED.
Tu reflexión sobre el conservadurismo me ha iluminado.
La verdad es que el conservadurismo de los progres de pro….. la ausencia de duda.
Sin embargo lo de la angustia existencial como fuente de toda buena novela; pues no lo veo claro. En otro punto del curso señalas que la sensación de felicidad puede ser «fuente de inspiración»..también.
No obstante hay que tener cuajo para aceptar como referencia nuestro mundo global y sentirse bien. Lo de la ironía me parece en cierto modo un analgésico… aunque de prescripción muy recomendable. ..