LA QUE MONTA Y DESMONTA UN SECRETO


Si pudiera hacer una lista de deseos para la vida, uno de ellos sería no tener secretos. Creo que con eso habría muchas garantías de felicidad. Significaría, a priori, que no tengo nada que ocultar, que todo lo que he hecho es digno de ser contado. La vergüenza y la culpa pueden ser las principales emociones que nos llevan a tener secretos. Y la vergüenza y la culpa tienen que ver con no cumplir con un canon de comportamiento que nos han inculcado y que no somos capaces de controlar. Esta es una explicación a los secretillos, porque en este caso, nos sentimos como víctimas, como un niño que ha hecho algo malo y se arrepiente, pero tiene miedo al castigo.

Ahora, hay otro tipo de secreto más duro, el secreto del que sabe que ha hecho daño a alguien. Cuando hay daño y consciencia por medio, la víctima ya no es el que tiene el secreto, la víctima está fuera y, de alguna forma, que deje de ser víctima depende del que le ha hecho daño. Aquí entramos en el mundo de la oscuridad, Darth Vader es un ejemplo perfecto. Tiene un secreto tan enorme que ni siquiera puede dar la cara y la tapa con una máscara. Además, el daño ha sido de tales dimensiones, que su cuerpo ha quedado marcado. Ha hecho algo tan malo, que se ha convertido en un monstruo, literal.

¿Dónde está esa gente que ha hecho un gran daño? ¿Todos en la cárcel? Habrá monstruos sentados a nuestro lado en un autobús, chocando con nuestro cuerpo en una calle abarrotada de gente o comiendo en nuestra mesa o durmiendo en nuestra cama. Es lo que tienen los secretos, que no se muestran y que guardarlo conlleva no solo no contarlos, sino crear un personaje, una máscara, una vida falsa. Guardar un secreto es crear una personalidad nueva que no esté tocada por eso que pasó y que actúe exactamente como si no hubiera ocurrido. Un guardador de secreto es un monstruo para sí mismo y alguien no comprensible del todo para el que está al lado. Pero siempre hay una excusa para esa oscuridad que se respira.

Lo que me interesó de Cuánto azul de Percival Everett fue el punto intermedio entre los dos tipos de secretos: el protagonista es un personaje poco sociable, con un lugar de trabajo secreto, con una familia convencional, con más vidas, con máscara. Lo interesante es que ese personaje no es un monstruo a su pesar. Podría titularse, Kevin Pace, un hombre que no es monstruo muy a su pesar.Y no digo más porque hay que leer el libro. Percival Everett ha conseguido contar la vida cotidiana de un secreto, la extensión del caos, el lado oscuro que dirige todas las vidas que toca sin que nadie pueda verlo. Y no digo más porque hay que leer el libro.

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