Cuarta propuesta y correcciones de la tercera.

 

EN ESTE VIDEO TENÉIS CORRECCIONES GENERALES DE LA TERCERA PROPUESTA 

En el primer texto veíamos el mundo fuera de nosotros, en el segundo, la oscuridad nos lleva a mirar dentro, al encuentro con el yo. El tercero, con diálogo, podemos vernos en el espejo de otros.

Tenéis las correcciones individuales en el post anterior.

 

CUARTA PROPUESTA:

UN RECUERDO QUE HAYA TENIDO ESTOS DÍAS Y QUE ME HAYA EMOCIONADO

Elige un recuerdo que te haya emocionado y que haya sido estos días. Cuéntalo. Intenta reproducirlo tal cual era. Ya sabes que escribir es una representación. En este caso vamos a representar el recuerdo para que el lector lo pueda experimentar.

Lo podéis enviar hasta el lunes. El lunes lo corrijo y el vídeo saldrá el martes. Aviso por redes.

 

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63 responses to “Cuarta propuesta y correcciones de la tercera.

  1. La imagen de la residencia Ntra Sra de los Ángeles de Torrelodones, un pazo de granito de tres plantas rodeado de amplias terrazas y un frondoso jardín, me ronda una y otra vez, y ese olor indescriptible a desinfectantes, orines y agua de colonia Heno se Pavía, que se filtraba por las puertas de los aseos y se propagaba por los pasillos y las salas de estar, y el otro olor del ala de las cocinas, almacenes y cuarto de lavados, que siempre era a hervidos de verduras y se alargaba a los comedores y parte trasera de la planta baja.
    Cuando iba a ver a mi madre, huíamos de toda esa mezcolanza de olores, directamente salíamos a la terraza y al jardín, cuando el tiempo lo permitía, y cuando hacía mucho frío nos refugiábamos en su bonito cuarto, decorado con sus muebles y cuadros, excepto la cama, que era de la residencia igual que todas, articulada y alta.
    Hace dos años que se murió con 92 años y hasta este momento, me ha acompañado un sentimiento de culpabilidad y tristeza. Ahora casi me alegro que no tenga que vivir aterrorizada por contraer semejante enfermedad tan contagiosa, aunque con su demencia quizá ni se hubiera enterado.
    Este cambio de actitud ni yo misma lo entiendo ¿me estaré volviendo insensible como una roca?

    1. Aquí hay dos textos: el primero que es el recuerdo y el segundo que es la reflexión que hace el narrador sobre el recuerdo. Lo que hay que hacer es meter el segundo en el primero, eso es la narrativa. Es decir, tú ya sabes que lo que ese recuerdo te obliga a preguntarte si te estás volviendo insensible. Desde esa sensación tienes que volver a escribir el recuerdo.
      Está muy bien la huída de los olores concentrados en el interior porque muestra el confinamiento, la falta de aire, lo antinatural. También está bien la descripción del cuarto como un lugar construido con la propia vida, con sus cosas.
      De todas formas es normal pensar que es mejor que se haya muerto antes de esto. Así que quizás puedas escribir el texto con la alegría del recuerdo de la habitación y el jardín para que veamos que ahora eso es imposible. De ahí l a importancia del recuerdo, eso ahora no se puede hacer.
      Todo recuerdo, para ser escrito, tiene que tener un sentido. En este caso, aquello que era regular, que no valorábamos como bueno, la residencia de ancianos, ahora sería estupendo.
      Pero no olvidéis que nunca se puede terminar un texto con una explicación.

      1. Han pasado dos años desde que falleció mi madre, tenía 92 años y todavía anhelo aquellas visitas a la residencia de Torrelodones, la alegría del encuentro, sus besos y abrazos. Siempre que el tiempo lo permitía, salíamos a pasear por el amplio jardín bajo los árboles y las bancadas de piedra que rodeaban el edificio, y cuando nos cansábamos nos sentábamos en la terraza rodeadas de plantas y si hacía mucho frío, nos refugiábamos en su bonito cuarto decorado con sus muebles y cuadros, excepto la cama, que era de la residencia igual que todas, articulada y alta.
        Entonces huíamos del indescriptible olor a desinfectantes, orines y agua de colonia Heno de Pravia que se filtraba por las puertas de los aseos y se propagaba por los pasillos y las salas de estar, y el otro olor del ala de las cocinas, almacenes y cuartos de lavados, que siempre era a hervidos de verduras y llegaba a los comedores y la parte trasera de la planta baja.
        La punzada de culpabilidad por dejarla allí en las despedidas dejaba una nota amarga aunque sabía que estaba muy bien atendida. Hoy gracias a Dios no tengo que preocuparme por si se infecta de la temible epidemia que sufrimos, aunque dudo que ella hubiera sentido terror al contagio dado el grado de demencia que padecía.

  2. sé que aún quedan muchos días por delante hasta que salgamos de este impasse pero si tuviera que quedarme con un solo recuerdo lo tengo muy claro. el día que, como muchos otros, subí a la terraza y sentí el sol en la cara. ese sol que te hace entrecerrar los ojos porque te ciega y a la vez te calienta. y ese rayo de sol fue como una caricia. como la patita de mi gato cuando me despierta por la mañana. como la mano de mi abuela cuando me despido de ella y me recuerda que coma más. como una carcajada sin fin con mis amigos por la cantidad de tonterías que hemos podido llegar a decir. como cuando el avión coge velocidad por la pista de despegue y los oídos se te tapan. como ir al cine el día del estreno. como un puñado de bombones Lindt. como un sueño que no se olvida en todo el día. como ver abrirse las campanillas en verano. como ir a la verbena de las fiestas. como pasar por delante de la panadería y aspirar los aromas del pan, las magdalenas, los bizcochos. como el autobús que me deja en el pueblo y se que tengo todo el tiempo del mundo. como el olor a tierra mojada. como contar hasta el siguiente trueno. como quedarte con las ganas de un episodio más. como una sorpresa inesperada.como un beso. como un trozo de queso. como el último trozo de pizza. como esa canción en bucle… todo eso, querido lope, perdona mi burda intrusión… todo eso en un rayo de sol posado en mi mejilla. quién lo sintió lo supo.

    1. Está muy bien el hecho de que el sol sea el que despierte todos los recuerdos de que tienen que ver con la vida. Puedes empezar directamente sin la frase de introducción.
      No entiendo la referencia a lope y la intrusión. Y la última frase no hay que ponerla. No hay que cerrar los textos con una conclusión.

    2. (siguiendo el consejo de Silvia)
      Y no solo lo supo. También lo retuvo, indeleble a las erosiones del viento, de la lluvia, del sol de justicia, del tiempo, y pese al pobre toro de La Vega, por fin suprimido. “¿Por qué tener que elegir entre magdalenas de vainilla o de chocolate?”, se preguntó Lope. “Las hay que incluyen esos dos y otros muchos sabores”, le respondió viento.

  3. _No sigas dando argumentos, que me lias. Una cosa es que estemos conectados a cualquier hora, nuestro trabajo nos lo pide, y otra que quieras trabajar desde casa.
    No queremos y punto.

    No me colgó el teléfono, pero casi, era mi Jefe, se despidió con un “hasta pronto”, el tema estaba cerrado. No me autorizaba a trabajar desde casa, tenía que ir a calentar la silla, y así lo hice durante tres meses , cada uno de los cuatro años previos a mi jubilación, bajo la modalidad de “contrato de relevo”. Cada periodo “presencial” me encargaban menos tareas, el último, ninguna. Les daba igual.

    Ha tenido que asolarnos una pandemia para que se haya generalizado el trabajo desde casa como la gran opción para no paralizar muchas actividades. He estado tentada de llamar a mi antiguo Jefe y preguntarle que piensa, si recordaba mi “ lunática propuesta” como el la definía.

    No lo he hecho

    1. Muy interesante sacar el recuerdo de un pasado sin resolver. Mucho de los recuerdos vienen una y otra vez por esto.
      En este caso, la última parte debería estar enlazada con el recuerdo.
      No tienes que salir del modo monólogo del recuerdo para hacer una frase categórica: ha tenido que… Puedes hacer lo mismo en el mismo tono: me gustaría llamarlo y decirle que mire ahora el mundo, que dónde está ahora mi lunática propuesta… Y terminar con Y no lo voy a hacer.

  4. El viento nos llevará
    No estoy seguro. La memoria es imperfecta. Pero creo que fue el domingo, día 15, recién instaurada la cuarentena. cuando empecé a escuchar respuestas en el viento, ese que baja del Norte, frío y cortante, y aquí, en el lugar que habito, junto al mar, se suaviza y se templa. Y los recuerdos se agolparon de repetente en 5 minutos eternos. Pensé en el albatros, el ave de mayor tamaño y el que mejor aprovecha el viento a favor. Es un buen guía. Y pensé en aquella nota que ella dejó escrita poco antes de marcharse. Cuánta razón tenía! Y ahora aguardo panciente, cual Penélope en Itaca, a que el viento traiga de nuevo su voz hasta mi calle, sin dudas ni incertidumbres.Y sí, Beatrix, Bea para los amigos. Tu querido Lope le conoció. A William, me refiero, no me malinterpretes otra vez. Y hablando de William, anonadado me quedé ayer, cuando recibí un email de Google sobre el Día Internaiconal del Teatro, que fue el 27. ¿Y que tendrá que ver el teatro conmigo si lo mío es escribir y no interpretar? En todo caso que la busquen a ella, si es que la alncanzan. Además, casi todo lo que sé de teatro es por el cine. Jamás he visto, por ejemplo, “Romeo y Julieta”, aunque espero poder presenciar algún día una versión, ya sea desde platea o desde algún balcón. Pero mi favorita es “El mercader de Venecia”, que también es un dramón, pero con final feliz tras el confinamiento. ¿O quizás sea todo el sueño de una noche de verano?. No sé, El viento me lo dirá en el momento oportuno. Estoy seguro. Por cierto, ¿qué hora es? Es que tengo dudas.

    1. Está muy bien hilado el viento y el recuerdo. Empezar a pensar en el viento y acabar en el recuerdo. Lo del teatro y el cine ya no se entiende muy bien. Quizás no conozcamos al personaje para entenderlo. Y lo de Beatriz y lope supongo es un juego con la compañera de curso, pero no le encontramos sentido con el recuerdo, así que nos salimos del texto.
      Estaría muy bien que retomaras en la carta que ella dejó y nos llevaras a algún lado con ese recuerdo.
      También puede ser que quisieras contar con esto que no quieres recordar porque hace daño y acabas teniendo este juego y te vas perdiendo en el pensamiento, pero no acaba de funcionar en sensaciones que tenga el lector.

      1. Gracias otra vez por el valioso comentario. La escritura no deja de ser, en parte, un juego, no? Pero tienes razón. Y aprovecho para preguntar ¿Se puede dar continuidad al relato de otra compañera (o compañera) de curso si lo que dice nos inspira o nos sugiere algo? ¿Se puede? Sería una especie de encadenamiento de relatos.

  5. Es un buen momento para que, juntos toda la familia, hablemos y comentemos cosas del pasado y en eso, mi hijo es un profesional. El otro día empezamos a hablar y él recuerda anécdotas y travesuras que hacía de pequeño, que yo, sinceramente, algunas no las recuerdo.
    Comentó que paseando por la playa en invierno con su gran amigo ,cuando apenas tendría nueve o diez años, tiene ganas de hacer pis y que , sin mas, allí en el mismo sitio por el que paseábamos, lo hizo.
    Mi reacción fue aplaudirle y decirle- muy bien, así se hace-, su amigo muy sorprendido le pregunta si mi reacción es sincera o es que lo que le voy a aplaudir van a ser sus orejas.

    1. Es interesante el recuerdo de otros que nosotros hemos olvidado. Desconcierta mucho, sobre todo porque suele coincidir con que no nos reconocemos en lo que el otro recuerda. Y eso es lo que cuentas y está muy bien. Si quieres mejorarlo un poco, la primera frase la puedes hacer menos introductoria. Puedes empezar directamente con: mi hijo comentó. Y después poner Al parecer mi reacción… Con esto ya se ve que ella no se acuerda.
      Y al final puedes poner algo de la extrañeza de no saber quién eras, quizás con una contestación que le das a tu hijo o con una reflexión acerca de todo aquello que no puedes recordar.

  6. Estamos en el día quince de confinamiento y se alarga. No es lo único por lo que sentirse mal, un día más amanece nublado, es como si el cielo quisiera estar en consonancia con el ánimo general.

    Desde la cocina miro por la ventana que da al patio, ningún movimiento. Como ya he desayunado y tengo lo necesario en la despensa me decido por ir preparando la comida. En mi estado de ensoñación constante, estos días más, inevitable es evocar otras comidas, otra cocina, otra casa, ¡otros todo!
    Mientras corto muy fina la cebolla lo imagino colaborando en estos menesteres, en el silencio su presencia se hace palpable, está junto a mí, miro sus manos, no se parecen a las de un pianista, pero igual que esté, las deslizan suavemente por… ¿Y sus dedos, que hacen? Los veo liando hábilmente un cigarrillo, fino, muy fino por aquello de fumar menos. ¡No estamos en la sobremesa! Me lamento en voz alta.

    Es fuerte olor a cebolla lo que me ayuda a regresar, y pese a que mis ojos están llorosos, o quizás por eso, el sigue ahí.
    En los domingos soleados, para poder salir cuanto antes, preparábamos juntos la comida. Dejábamos la mesa puesta, el cava en la nevera y una bandeja con nuestras tazas de café esperando los pastelitos que recogíamos al regreso de nuestro paseo.

    Pongo la mesa mientras la música me acompaña, es nuestra canción que me emociona igual que entonces “Si yo soy tu hombre y tú mi mujer…”
    La comida ya esta en la mesa, voy a la nevera a por ese Benjamín que reservo para días especiales, celebraré que hoy no me siento sola, imposible mientras perciba sus palabras ” Donde quiera que estés amor, contigo estaré…” En el postre mantendré la copa alzada mientras estén las delicadas burbujas del cava en su búsqueda del infinito.

    1. Ese curioso y a veces contradictorio infinito. Por que aquí, fíjate, la mañana ha sido radiante. Ni una nube! Y quizás esa nitidez y el viento de la tarde hayan permitido que todos percibamos sus palabras, si las queremos escuchar.

    2. Empezaría directamente en Mientras corto la cebolla. Para crear un buen efecto no hay que dejar que el lector se disipe en información que no es necesaria. Me gusta mucho el momento de ir hacia el recuerdo, de buscar la imagen perfecta en las desliza suavemente por, ¿qué hacen sus dedos. No hacen falta los puntos suspensivos. No hay que usarlos.
      Cuidado también con pese a que mis ojos están llorosos porque no tiene nada que ve con que él siga ahí. Si quieres decir que está llorando puedes decirlo. La cebolla tiene un olor muy fuerte y tengo que limpiarme los ojos. Aunque, ni siquiera pondría esa frase porque no es necesaria y resulta un poco evidente.
      La última frase es una buena imagen porque es símbolo de la soledad el tener todo el tiempo del mundo para observar las burbujas. Y además nos lleva a la muerte. Es una buena descripción de lo que significa recordar.

  7. Hace un par de días, mientras miraba caer la nieve a través de la ventana, acudieron a mi memoria imágenes de hace sólo unos meses. Me vi pisando otra nieve y en otro lugar. Haciendo una ruta con unos amigos senderistas. Durante cerca de una hora fuimos prácticamente callados, empapándonos de ese blanco paisaje, del silencio que nos rodeaba. De repente alguien propuso parar. Nos hicimos fotos, solos y acompañados, incluso hicimos una a los bastones que habiamos dejado hincados y puestos en fila. Después dos o tres nos tiramos al suelo y allí, tumbados bocarriba, con brazos y piernas abiertos, contemplamos los árboles con sus blancas copas, ¡inmensos! Al levantarnos nos tiramos bolas, gritamos.
    Continuamos un rato más por la nieve hasta llegar a la orilla del río Eresma. Caminamos bordeándolo, sorprendiéndonos en cada recoveco, sintiendo la fuerza y la belleza de los pequeños saltos de agua.
    En el camino de regreso a casa y , a pesar del cansancio, no podíamos borrar la sonrisa de nuestra cara.

    1. Está muy bien llevado el recuerdo de algo vital en contraste con la visión de la nieve a través de la ventana. Aunque eso lo puedes hacer mejor. La expresión acudieron a mi memoria es demasiado explicativa, como efectiva. Directamente puedes decir que al verte detrás del cristal, viendo la nieve te vino a la memoria la otra nieve, la que sentiste al tirarte al suelo… la descripción vitalista de la excursión está muy bien.
      La última frase, la quitaría. Quiere cerrar lo que ya has contado. No hay que resumir que estabais felices. Ya lo ha sentido el lector.

  8. Los domingos eran días de trabajo, de duro trabajo físico y mucho madrugar. A las seis y media sonaba el despertador, yo alargaba mi brazo para apagar la alarma y aprovechaba el impulso para girar hasta quedar boca arriba mirando hacia la ventana del techo abuhardillado. El cristal siempre aparecía salpicado por unas gotitas de agua a esa hora temprana, igual los días nublados que con cielos despejados. El mar y la playa de las Canteras se encontraba apenas a 200 metros de la casa y allí siempre había mucha humedad. Ya se podía distinguir una pequeña franja azulada, recortada por unas nubes, sobre el tejado del bloque de casas al otro lado de la calle.

    Sentado sobre la cama me quitaba el pijama, parsimonioso tomaba de la silla, una a una, las partes del equipo que había dejado listo la noche anterior: primero el culotte con sus tirantes, después el maillot de manga corta y finalmente los calcetines. Todavía sin calzarme salía de la habitación a oscuras y, en el pasillo, subía la bicicleta al hombro y bajaba con ella desde el piso superior hasta la planta baja, cruzaba la cocina y me dirigía a la puerta de casa.
    Después de girar la llave, abría y dejaba la bicicleta fuera, en el descansillo del tercer piso junto al ascensor. Con las calas de las zapatillas de ciclismo puestas era muy fácil resbalar en la escalera de mármol. Las zapatillas, por tanto, las dejaba para el final.

    Después me sentaba a desayunar sobre uno de los dos taburetes de la cocina: fruta, cereales y un poco de pan con aceite. No perdía tiempo en hacer café, eso lo dejaba para mi primera parada de descanso, ya en ruta. Antes de colocarme el cortaviento sobre el maillot, guardaba un plátano en el bolsillo derecho de los tres que van a la espalda a la altura de los riñones y llenaba con agua el bidón. El casco siempre lo guardaba en el hall de entrada sobre los ganchos para los abrigos. Antes de ir a buscarlo me colocaba un pañuelo sobre la cabeza para protegerme del sol y también para evitar que el sudor mezclado con crema protectora me bajara por la frente y se me metiera en los ojos. Algunos días se me olvidaba usar la crema, pero normalmente cubría con ella la cara y las piernas. Los guantes los guardaba en los bolsillos del cortavientos, los sacaba y me los ponía. Las dos últimas falanges de los dedos quedaban siempre al aire lo que me permitía calzarme sin dificultad, ajustar las tiras de cierre, guardar el móvil en el bolsillo central de la espalda y meter las llaves de casa en el último hueco libre del maillot, el bolsillo izquierdo. Me colocaba el casco sobre la cabeza y cerraba las tiras de sujeción.

    A pesar de que la escalera del edificio era ancha, bajaba siempre en ascensor alzando la rueda delantera de la bici y apoyando la bici vertical sobre la esquina del espejo. A duras penas conseguía maniobrar con un brazo para presionara el botón del bajo. Una vez alcanzado recorría el pasillo y el hall seguido del “clac” “clac” de las calas que golpeaban sobre la losa. Tras los barrotes de la puerta del portal ya se colaba la claridad del día, incluso brillaban los primeros rayos de sol sobre la fachada del edificio de enfrente. Antes de accionar el botón de apertura, desenganchaba las gafas de sol del cuello del maillot y me las colocaba sobre la nariz.
    Tengo grabada en la memoria aquella calle mojada y resbaladiza del amanecer. Todos los sábados el ayuntamiento pasaba la manguera a las calles a eso de las cinco de la madrugada. No me subía a la bicicleta frente al portal de casa, me gustaba caminar unos pasos hasta la esquina hasta dar con un lugar menos resbaladizo.
    Aquella calle donde antaño estuviera situada la vieja comisaría del puerto era hoy una zona peatonal. Algunas figuras salidas de la noche caminaban pegadas a los portales mientras yo avanzaba por el centro sin prestarles atención hasta llegar a la avenida principal.

    1. De este recuerdo se desprende que en el presente el narrador tiene mucho tiempo. Está recordando cada detalle, suponemos que para revivir todo eso que nos está contando. Es un recuerdo que viene de la necesidad de vivir más cosas que el presente No viene de un trauma, un dolor. Así que nos sirve de ejemplo para distinguir tipos de recuerdo. En realidad, si te fijas, está en consonancia con los otros textos. El narrador también se fija en los detalles, uno después del otro de lo que va viendo. Eso va construyendo una personalidad. Y también de alguna forma le habla al lector de soledad, porque no aparecen otros en el recuerdo. Muy bien construida la experiencia. El lector siente ese trabajo bien hecho con el cuerpo, ese cuidarse que parece que viene de una soledad mantenida.

  9. En las noticias, aprendemos que ancianos internados en residencias de mayores fallecen del Coronavirus en el mismo centro sin estar trasladados a ningún hospital. No reciben ningún tipo de ayuda médica, ademas de encontrarse aislados de sus familiares.
    ¡Qué triste!
    El recuerdo de mi abuelita sube a mi memoria. Cuatro años ya que se ha ido.
    Su desgracia fue cuando tuvo que dejar su casa para ingresar en una residencia de mayores. Su casa. Sus florecitas. Sus hábitos. Su vida.
    Pero, ¿qué y cómo hacer? Ya estaba en una silla de ruedas después de fracturas de la cadera, y ninguno de sus cinco hijos vivía lo suficiente al lado para cuidarla cada día.
    Al ingresar en la residencia, ella ya no esperó otra cosa sino el fin. La muerte liberadora. “Preferiría morir” nos decía a sus hijos y a sus nietos, cada vez que veníamos a verla.
    En pocos meses, perdió la cabeza. Cuando yo venía, me confundía con mi madre, con su hija. Al personal, le decía que nadie venía a visitarla.
    Entonces, pensé que ya no cambiaba nada si iba a verla o no, y empecé a visitarla con poca frecuencia. De todos modos, no se daba cuenta ¿no? Un día, enfermó. Se murió pocos días después. Habían pasado meses sin que yo hubiera ido a darle un beso.

    1. Está muy bien elegido el recuerdo. Deberías hacer una escena, eso es lo narrativo. Por ejemplo, el último día que fuiste a visitarla. Qué recuerdas de él. Cómo la tocaste, la conversación que tuvistéis, el recorrer el pasillo, ahí se verá todo lo que nos estás explicando. Porque tenéis que recordar que la narración no es decir lo que fueron las cosas, sino reconstruirlas para que el lector sienta todo eso que nos dices.

  10. Algunos viernes Conchita, cuando terminaba con todas las tareas que tenía que hacer en la casa de mi abuela y de limpiar la escuela donde trabajaba por las tardes, me llevaba caminando hasta la avenida de los Insurgentes. Al llegar, me agarraba fuertemente con su mano áspera para cruzar hasta un pequeño camellón con césped y unas cuantas flores. Allí se sentaba y me hacía un gesto con la cabeza para que me sentara a su lado. Después, con mucho amor, sacaba de su bolsa de tela un tupperware lleno de zanahorias con limón y sal que me ofrecía sonriendo y luego se quedaba en silencio. Me maravillaba verla, hacía pensar que de un momento a otro estaba viviendo el gran sueño de su vida. Los ojos le brillaban, parecía que iba absorbiendo el mundo con ellos lentamente, como si nunca antes lo hubiera visto. Una sutil sonrisa acompañaba su respiración larga y profunda. Me daba la impresión de que ella y el mundo iban en tiempos distintos. Entonces, algo mágico ocurría, su estar pleno me invadia y yo, empezaba a disfrutar también, en cámara lenta.

    1. Está muy bien construida la experiencia de la merienda bucólica en contraste con las manos ásperas del personaje. Cuanto menos escuchemos la voz de la narradora mejor, más nos metemos en la experiencia. Así que sobra “Con mucho amor”, que eso lo pone la narradora, “me maravillaba verla” y una sutil sonrisa “acompañaba”. Ponernos delante lo que está sucediendo para poder sentirlo sin que medie nada, eso es lo interesante.
      Ya que estamos, si quieres continuar con esto, estaría bien que pensaras por qué has tenido este recuerdo, qué lo ha hecho salir a la luz.

      1. Inmensamente grata por tu invaluable trabajo y entrega.
        ¡Claro que quiero! es una suerte poder contar con tus comentarios y enseñanzas.

        Algunos viernes Conchita, cuando terminaba con todas las tareas que tenía que hacer en la casa de mi abuela y de limpiar la escuela donde trabajaba por las tardes, me llevaba caminando hasta la avenida de los Insurgentes. Al llegar, me agarraba fuertemente con su mano áspera para cruzar hasta un pequeño camellón con césped y unas cuantas flores. Allí se sentaba y me hacía un gesto con la cabeza para que me sentara a su lado. Después, sacaba de su bolsa de tela un tupperware lleno de zanahorias con limón y sal que me ofrecía sonriendo y luego se quedaba en silencio. Hacía pensar que de un momento a otro estaba viviendo el gran sueño de su vida. Los ojos le brillaban, parecía que iba absorbiendo el mundo con ellos lentamente, como si nunca antes lo hubiera visto. Tenía una sonrisa sutil, respiraba larga y profundamente. Me daba la impresión de que ella y el mundo iban en tiempos distintos. Entonces, algo mágico ocurría, su estar pleno me invadia y yo poco a poco, empezaba a disfrutar en cámara lenta.

        Llevo varios días en casa sin poder salir, por momentos me quedo inmóvil, con la mirada perdida buscando entre mis recuerdos aquellos que me hacen sonreír y tener un respirar pausado.

  11. Buenos días familia. Hoy es 30 del 3 de 2020
    Hoy se prevé aquí un día muy nublado, máxima de 15 y mínima de 9, con rachas de viento de entre 20 y 30km/h. Ha amanecido a las 7.46 y el ocaso se iniciará a las 20.21 con luna en cuarto creciente.
    Según datos del Ministerio de Sanidad, 6.550 nuevos casos y 14.710 recuperaciones en las últimas 24 horas, aunque la incidencia en Catalunya es muy superior a la de aquí.
    En líneas generales, cada cual está asumiendo su misión y se mantiene la moral, pese al agotamiento y los golpes bajos que nos doblegan por momentos.
    El confinamiento se extrema. El riesgo es muy alto. Es tiempo de silencio. Y que los santos se apìaden, esta vez sí, de Filadelfia y sus Testigos de Jehová.
    Estamos curtidos, Por experiencia sabemos que lo superaremos. Intentamos seguir en contacto.

    1. Supongo que es lo que has escrito ese día a tu familia. Sin embargo, poner las cosas tal cual sucedieron sin que veamos la incidencia que han tenido en el narrador, en el personaje, no funciona como recuerdo en una narración. Lo interesante de un recuerdo en una narración es por qué se tiene, en qué incide en el presente. Aquí, en el curso, estamos viendo distintas formas de ir creando un personaje. Una de ellas es los recuerdos que tiene. No es lo mismo recordar una cosa que otra. Siempre se elige escribir un recuerdo para mostrar algo del personaje. Supongo que esta noticia le produce algo al narrador y ese algo tenemos que verlo. Sin explicarlo, pero con algún acto que hace después de leer esto en un mail que ha enviado o con algo que ve por la ventana mientras lee, lo que sea.

  12. En estos días no recuerdo. O procuro no hacerlo. Hay que inventarse estrategias de supervivencia y seguirlas a rajatabla. En estos días mi primer mandamiento básico es no pensar en el afuera, que ahora es también el antes y el después: no pensar en lo que antes era y ni en lo que será después. Son días de no saber nada, y vivir simplemente centrado en el ahora tampoco es tan malo; a fin de cuentas es lo que nos han venido recomendando sin tregua y desde siempre nuestros asesores emocionales, cuando todo era normal. Estoy instalado en lo esencial y es como si viviera en un bungalou de un cámping en invierno, en un velero en el puerto o en una casa de piedra en una aldea abandonada. Porque si recuerdo o deseo demasiado me cuesta y le doy vueltas a todo, y conviene parar esos pensamientos, evitarlos, dosificarlos. Es lo que nos han venido recomendando sin tregua y desde siempre nuestros asesores emocionales, cuando todo era normal. Y ahora conviene aplicarlo.

    1. Está muy bien como texto analítico, pero hay que hacerlo narrativo. En este caso, nos tienes que contar cómo te viene el recuerdo y lo rechazas. Tenemos que ver ese esfuerzo por rechazarlo porque el recuerdo siempre aparece en algún momento. Lo narrativo no es explicativo, es crear una experiencia para que la tenga el lector. Tú estás viviendo ese inventar esas estrategias como mandamientos pues eso es lo que tienes que describir, que representar, para que los lectores podamos vivirlas.
      Es decir, estás en una situación tal, te viene una imagen y tú haces no sé que para rechazarla. Te vuelve a venir y haces no sé cuánto. Así también sabemos del personaje por qué quiere rechazarlas.

  13. La espeluznante noticia de ancianos desahuciados en olvidadas residencias, me dejó sin habla y trajo a mi bisabuela a la memoria. No sé exactamente por qué, quizá tan solo me vino a la mente la persona más frágil que conocí.
    Era pequeña cuando ella murió, unos 8 años. Mis recuerdos sobre la bisabuela María son sensaciones más que hechos. Recuerdo su piel blanda a mis pellizcos y sus manos perladas de manchas de edad y arrugas. Creo que tenía el pelo largo, peinado en un moño bajo, que olía a limpio. Era pequeña, incluso para mí que entonces también era una persona pequeña. Recuerdo el sonido de sus pies al caminar, los arrastraba como sin fuerza por el pasillo desde su habitación hasta el salón, produciendo un característico siseo con ellos. Creo que la quería mucho y cuando aquel verano, al volver del campamento, me anunciaron en el coche de regreso que había muerto, me quedé sin habla.

    1. El recuerdo siempre se tiene a través de los sentidos: el oído, la vista, el olor, el tacto. Has descrito muy bien el recuerdo de tu bisabuela. Ahora bien, volvemos a las explicaciones al principio y al final. Lo que dices en esas frases tiene que estar dentro del texto. Lo tiene que leer el lector entre líneas.
      Primera frase: pones tal cual la noticia que has escuchado y leído.
      Después el recuerdo.
      Última frase: sigue con el recuerdo y cuéntanos cómo fue ese anuncio de la muerte donde vemos que la quería mucho y se queda sin habla.

  14. El mar batiendo en la orilla con un azul brillante y la arena caliente bajo mis pies enterrados. El agitaba los brazos desde el agua sonriéndome y yo no podía dejar de mirarle. Recuerdo la sensación de ser feliz. Lo fuimos durante muchos días de aquel verano y de muchos inviernos que vinieron después. Ahora tenemos conversaciones pendientes, de esas que nos dejan sin sonrisa y nos impiden mirarnos, de esas que en su repetición, tan solo van acumulando reproches. La cuarentena nos ha sorprendido juntos.

    1. Este es un ejemplo de cómo funcionan las imágenes conectadas entre sí. Si solo tuviéramos las tres primeras frases, pensaríamos que estábamos en un anuncio de colonia, pero con la segunda parte, se convierte en otra cosa. En la felicidad no hacían falta las conversaciones, por eso el recuerdo de esa época no es de hablar, es de mirarse abiertamente a la luz. Sin embargo después no hay mirada siquiera. Está muy bien ese contraste y cómo se ve luz, color y calor en la primera parte y oscuridad en la segunda, sin que aparezcan estas palabras. Está bien conseguido el efecto. Ahora, la última frase o sobra o hay que trabajarla porque no dice nada al lector así. ¿En qué los ha sorprendido? En verse juntos, supongo, como algo nuevo, en no poder escapar. Pero puede ser más unidos o no. Es demasiado abierto.

      1. Pues sí, pretendía opinar o, mejor dicho, añadir algo, pero sin ánimo de contagiar. Ahora bien, Trinit (me suena a trinitro….), si causo la mínima molestia, por favor me lo dices. Por otro la lado, me lo podrías haber dicho directamente, pese a no conocernos, en vez de preguntar a la muy atareada Silvia. Al fin y al cabo estoy por aquí y espero seguir con permiso de la autoridad. Puedo comprender, sin embargo, que quizás seas tímida o temerosa de algo, y que prefieras una intermediaria. !Cap problema! Ningún `problema, quiero decir-

  15. Durante el confinamiento, ordenando cajones, encontré un montón de fotografías sin ordenar.
    De repente me ví en esas fotos, y las pasaba rápidamente. ¿Cómo es posible que el tiempo pase tan rápido? Intenté ordenarlas, por años, por tamaño y no podía. Me embriagaba un sentimiento del ayer, todo se detuvo en la habitación, oía a los mirlos desde mi ventana, estamos en primavera. Me quedé observando una de las fotografías, era la gata de mi madre, y no pude continuar ordenándolas.

    1. En realidad es alguien que no puede recordar. Es una opción. Todo se detuvo y escuchar el mirlo nos traslada la angustia, la falta de fuerzas para recordar.
      El tema de que sea la gata de tu madre la que definitivamente la aleje del recuerdo no sé si funciona muy bien. Es un hecho que a ti te ha ocurrido, pero a veces lo que ocurre en la realidad no funciona en narrativa. Es un buen ejemplo para verlo. A los lectores que no tenemos contacto con gatos, por ejemplo, no nos atrapa. Deberías decir algo más para que podamos entender esa relación con el animal y si no, elegir una imagen que sea más común, me refiero, más compartida.

  16. Toda la gente con a que hablo estos días dice que no ha vivido nada parecido a esto. Yo sí. Y, sobre todo, los primeros días del encierro venía continuamente a mi cabeza.
    Desalojaron el tren en Embajadores sin darnos ninguna explicación clara, así que opté por ir andando para no llegar aún más tarde a clase; estábamos en la recta final hacia la selectividad, y no había que jugársela. Toda la plaza cortada; no se podía pasar. Ambulancias, bomberos, gente moviéndose deprisa para acá y para allá. Por calles secundarias, y dando un enorme rodeo, consigo llegar al colegio. Pido un teléfono para llamar a mi madre y decirle que estoy bien. Desalojan el centro y muchos se van a casa; los mas mayores, como era mi caso, cuidamos de los más pequeños hasta que vienen a recogerlos. Ese día, Madrid se congeló. Era el 11 de marzo de 2004.
    Pero, lo que me hace despertar de forma recurrente ese recuerdo es lo que vino después, lo que estamos viviendo ahora: de repente no existe otro tema de conversación, no hay otra noticia de la que informar; una catástrofe que encauza nuestras palabras y pensamientos veinticuatro horas al día, siete días a la semana. Y cada vez que recibo una nueva llamada o un mensaje, y la conversación se repite, ese recuerdo de los días marcados vuelve a mi cabeza y me persigue durante horas.

    1. Está muy bien traído ese recuerdo. Es el caos, la incertidumbre el dolor. Quizás la gran diferencia es que lo estamos viviendo sin verlo. Lo conocemos por noticias dadas por terceros, sin imágenes, sin testimonios de primera mano.
      El último párrafo hay que contarlo narrativamente. Quizás escuchando una noticia y el recuerdo que tienes directamente y la sensación de otra vez y otra vez con la noticia repetida por varias voces. No sé, la fórmula la tienes que encontrar tú, pero no olvides que escribir narrativa es representar la realidad de la forma que sea, los estilos son muy diferentes. A mí no me gusta “representar la realidad” y digo “crear una experiencia”. El lector tiene que sentir lo que el personaje siente, lo que el narrador quiera que siente. Mostrar en lugar de decir.

  17. Me arreglo y salgo a la calle, ir al basurero se ha convertido en un paseo extraordinario. Observo asombrada las copas de los árboles que parecen más altas, un perfume de azahar despierta mis sentidos, me lleva al pasado.
    Sentada frente a la mesa del comedor, una adolescente prepara sus exámenes de Junio. Abre la ventana para tomar un respiro y una bocanada de aire fresco cubierta de azahar la conduce por campos imaginarios, lejos de las letras que ahora fatigan sus ojos.
    La voz de su madre la saca del ensueño.
    “ Hija ya es tarde, vayamos a la cama “

    1. Es curioso lo bien que cuenta este texto el ensueño: empieza a tener la ensoñación y ya se tiene que ir a dormir. Justo porque ahí no hay tiempo.
      En lugar de decir que el olor despierta mis sentidos, me lleva al pasado, que es exactamente eso, entra directamente en el recuerdo. Es decir, hueles el azahar y directamente estás sentada frente a la mesa del comer. Es así como funciona el recuerdo. Escribir es contar las cosas como son. Tú no te dices a ti misma el azahar está despertando mis sentidos, me está llevando al pasado. No, directamente estás en el pasado. Así hay que escribirlo.

    2. Y allí, en la cama, en vez del azahar del pasado, empecé a percibir los lirios y crisantemos del futuro. Y me qué dormida.
      Puntualización: soy HEMER. Es decir, ni HERMER ni mucho menos HERMES. Gracias1

  18. Un ojo me pesa más que el otro. Un cable se ajusta en mi cuello, la lengua se me pega con fuerza al paladar, los pies flotan.
    El tacto de mis manos, mis brazos, me veo más liviana.

    Un camino, pequeñas cascadas, en el camino florcitas pequeñitas rojas, muy fuertes, siempre son más de dos, marcan un canal, una posibilidad de recorrido. Sigo, permiso. No hay nadie más caminando, digo no veo nadie. Intuyo que más seres similares a mí, están caminando también, imagino otras montañas como esta, muchas e imagino todas estas montañas desde arriba y cada vez más lejos. Y me río, estoy caminando y decidiendo cuál rama de la Y mayúscula debería elegir. Hago una reverencia a las florcitas, una reverencia al lugar, y una reverencia a eso que todavía esa sensación de que alguien mira.
    Miro un ratito el agua, siento (y hoy entiendo la relación de esto con el cable que se ajustó en mi cuello, abajo a la derecha) que alguien mira, que alguien podría mirar.
    Estar viendo.
    Me quedo mirando los pececitos mientras permanezco alerta. Todo un día caminando entre pastos, piedras, agua, arena, tierra, respirando alternando entre humedad y aire fresco.

    1. Parece más un sueño que un recuerdo. Y no entendemos lo del cable, por eso no podemos entrar al texto. Cuando hay un elemento que no se entiende, la atención del lector se queda ahí. Puedes volver a escribirlo aclarando lo del cable. Sin explicación, pero haciendo que el lector lo visualice.
      El recuerdo fresco del agua y los prados es perfecto para este momento.

  19. Mi hijo mayor estaba preparando una masa de pan y, en el momento en que la técnica del amasado deja al descubierto la destreza del amasador, entró en barrena. Entonces, sin prisa, me lavé las manos, me acerqué y la toqué. Las yemas de los dedos se me hundieron en aquella masa y le dije “No está mal. ¿Me dejas?”. Mis manos tomaron la iniciativa, y recuperaron los movimientos de muñeca y empuje con los nudillos, de un tiempo en el que yo iba al colegio, más tarde al instituto y, también, de cuando estudiaba en la universidad. Me vino a la nariz el olor del aceite crudo al fuego. Escuché la voz de mi abuela protestando con cariño. Recordé los manguitos de tela, tiesos y blancos, que llevábamos las dos en honor a la higiene y a que no debíamos mancharnos; y sentí el suave tacto de los delantales en los que no se distinguía el color de la harina, mientras amasaba con mi abuela sobre la mesa de mármol claro, en su cocina de suelo gris y paredes de azulejo blanco.

  20. Tiene sentido aquí el recuerdo. El hecho de amasar con las sensaciones que conlleva: el tacto, el olor, el movimiento, te lleva a otros momentos en los que lo hacías. Queda claro con este recuerdo, que amasar pan es de otro mundo, el que no tiene tu hijo. Y el lector entra en la nostalgia o la conciencia de que había un mundo que está ya muerto. Si no hubieras puesto a tu hijo perdiendo la paciencia al principio, el recuerdo se habría quedado en una anécdota. Con la presencia del joven que no lo entiende es con lo que se crea el sentido del recuerdo. Y el pasado está muerto, pero esta situación lo hace revivir.

  21. Los portales son lugares de paso. Estoy saliendo del que ha sido mi portal por última vez. He pasado por aquí cada día durante más de tres años y recuerdo la primera vez que llegué a él durante una noche muy, muy fría de febrero.

    Dentro del ascensor, recuerdo aquellos primeros besos llenos de pasión e ilusión. Al salir, me miro en el espejo y recuerdo una noche de Navidad con dos buenos amigos disfrazados de Papa Noel riéndonos juntos. Veo los buzones y recuerdo la ilusión con la que abrí una tarde de primavera la carta que una amiga me envió desde Corea del Sur.

    Avanzo hasta esa puerta roja que desemboca en la avenida y, de golpe, una batería de recuerdos desfilan rápidamente por mi cabeza.

    Los portales son lugares de paso y ha llegado el momento de cerrar esta puerta por última vez.

    1. Me parece muy buena imagen la del portal como lugar de paso, pero no hay que cerrar el texto. No hay que decir lo que se tiene que sentir. Que los portales sean un lugar de paso lo tenemos que ver en la descripción del recuerdo y con el cierre de la puerta por última vez.
      La batería de recuerdos no nos dice nada, es mejor quitarla. Si lo dejas, borra las imágenes que tenemos de los recuerdos anteriores, que son los que producen un efecto. Cuidado con usar expresiones manidas, o que usamos siempre, que funcionan en otros contextos, pero no en el narrativo. Las cosas son como son. Una batería de recuerdos no es nada. Este es un tema muy importante para empezar a escribir.

      Repito aquí para todos: mostrar y no decir, no introducir y no cerrar, no decir lo que tiene que sentir el lector y no usar palabras “bonitas” o expresiones hechas.

      Aquí está muy bien elegido el portal, la identificación de un recuerdo con cada elemento del portal, el que los recuerdos dejen de estar vivos, digamos, y pasen a ser pasado de verdad.

  22. Siempre he mantenido como axioma vital, que la vida no es como sucede, sino como se recuerda. Y los recuerdos son eso, versiones de una vida, de una misma vida, que contada y recordada por diferentes memorias, resulta ser completa y sorprendentemente diferente.

    Si algo me persigue en estos días es el recuerdo a los que están perdiendo a sus seres queridos. Es el recuerdo del miedo a esta muerte. No a la otra, a ésta, A ésta muerte, más inhumana que ninguna otra. A ésta que nos hace quedarnos huérfanos hasta de recuerdos

    Recuerdo una palabra: intemperie. La intemperie me persigue desde hace días. Recuerdo una novela tan dura como estremecedora del mismo nombre. Recuerdo y siento desde mis entrañas esa intemperie. Mi intemperie empezó hace 15 días, pero se me antoja tan antigua, que ya es susceptible de ser recordada.

    1. La primera parte del texto es más un acordarse de alguien que un recuerdo. El recuerdo viene con la palabra intemperie. Está muy bien porque es el recuerdo el que te hace reflexionar, no al revés. Este sentido inverso es muy interesante: tienes una sensación que no sabes nombrar y buscando nombrarla llegas al recuerdo de un libro en el que sentiste lo mismo. Estaría muy bien que describieras esa intemperie en ti misma, con la primera escena hace quince días en la que empezaste a sentirla. No olvidemos que la narrativa es más crear escenas y sensaciones. En el próximo ejercicio, practicamos en pensamiento.
      Aprovecho aquí para decir una frase tuya que escuché en algún momento y se me quedó grabada. Era con respecto al pasado y decías: “No hay que revolver con un palito”. Esa imagen es muy buena para entender que el recuerdo también puede ser muy nocivo, si entramos en él para aumentar el sufrimiento. Crear, y digo, crear, una escena de alguien usando nocivamente el recuerdo sería muy interesante.

  23. Una tormenta de verano de los noventa. Se fue la luz y el pueblo se quedó parado en ese momento de transición entre el día y la noche. Encendimos velas y nos reunimos en el salón. Los mayores nos hablaron del pasado. De tardes como esta, en familia, sin luz, sin la prisa que parece contagiar la electricidad. El abuelo disfrutaba y en cada estampida de su risa las sombras que proyectaban las velas en la pared parecían un mensaje en clave. Un código de una sensación que acabo de descifrar mientras enciendo una vela y sonrío.

  24. La primera parte del texto es más un acordarse de alguien que un recuerdo. El recuerdo viene con la palabra intemperie. Está muy bien porque es el recuerdo el que te hace reflexionar, no al revés. Este sentido inverso es muy interesante: tienes una sensación que no sabes nombrar y buscando nombrarla llegas al recuerdo de un libro en el que sentiste lo mismo. Estaría muy bien que describieras esa intemperie en ti misma, con la primera escena hace quince días en la que empezaste a sentirla. No olvidemos que la narrativa es más crear escenas y sensaciones. En el próximo ejercicio, practicamos en pensamiento.
    Aprovecho aquí para decir una frase tuya que escuché en algún momento y se me quedó grabada. Era con respecto al pasado y decías: “No hay que revolver con un palito”. Esa imagen es muy buena para entender que el recuerdo también puede ser muy nocivo, si entramos en él para aumentar el sufrimiento. Crear, y digo, crear, una escena de alguien usando nocivamente el recuerdo sería muy interesante.

  25. Pues gracias una vez más, Silvia,. Por tu trabajo y por tu dedicación…
    Soy intuitiva e improvisadora y eso se nota. A ver si esto me sirve para ser más reflexiva… 😜

  26. El otro día entrevistaron en la radio a una mujer que acababa de cumplir cien años.

    – Y ¿cómo está usted, Antonia?
    – Ay, hijo, yo estoy muy bien. Lo único es que me dicen que no puedo salir de casa y yo salía todas las mañanas a la calle a dar mi paseíto. Pero aquí tengo todo lo que necesito: me traen la comida, me traen el pan, me traen pilas para el transistor.

    Algunos dicen que esto se parece mucho a una guerra y es entonces cuando Antonia se pone seria y dice que no.

    -En la guerra a algunas mujeres les rapaban la cabeza, no había comida y pasábamos mucha hambre. ¡Y mucho miedo! Por las bombas y los soldados y luego por la policía que venía a las casas y se llevaba a la gente y no los volvíamos a ver.

    Le tiembla la voz al recordar y hasta en el silencio quedan restos de memoria:

    – No, hijo, no. Esto no es como la guerra.

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