EL BARRIL MÁGICO
The Magic Barrell.
El espejo del mundo
Bernard Malamud Leon Finkle, después de seis años encerrado estudiando, va a ser ordenado rabino en unos meses. Para conseguir una congregación es importante estar casado, pero está tan fuera del mundo que cree que lo mejor es contratar los servicios de un agente matrimonial, una profesión que considera antigua y honorable. Entonces es cuando aparece en su vida el señor Salzman, un auténtico hombre de negocios, con todas las características físicas de un chalán, pero con un fondo de tristeza en los ojos que le abre puertas. Y esa decisión va a obligar a Finkle a entrar en el mundo sin posibilidad de volver al punto donde se encuentra. Lo maravilloso del relato es el duelo entre el negociante y el rabino, dos aspectos del mundo judío. El negociante apela a la necesidad de una mujer con dote y buena familia, el futuro rabino no quiere renunciar a la juventud y la belleza. El negociante miente y consigue una cita y Finkle se enfrenta a una mujer diminuta y fea que le hace una pregunta personal: “¿Cómo empezó su vocación? ¿Fue inspiración súbita y vehemente?” Y entonces Finkle se ve en el espejo del personaje creado por Salzman, no quiere a Dios y no quiere a Dios porque no quiere a los hombres ni los hombres le quieren a él. Su mundo intelectual se cae, ya está obligado a entrar en la lucha por el sentido, en la necesidad de una mujer a quien desear, en la búsqueda instintiva, en la posibilidad de negar el pasado. Y ahí, en una vorágine de vida desconocida, ya inseguro y expuesto, el negociante se mantiene, capaz de jugar con lo más sagrado. El lector puede ver lo minúsculo del ser humano, un hombre honesto, de noche, en un callejón, buscando algo sagrado, mientras el tratante de almas se esconde a la vuelta de la esquina pegado a la pared, avalado por la ley social. Los personajes son personajes en la vida real, están atrapados en el papel que les toca vivir dentro de su sociedad, de su mundo cerrado por las leyes de un Dios que los guía como pueblo elegido y las leyes humanas necesarias para mantener ese pueblo elegido dentro de los designios divinos. Parece que ser auténtico es imposible, intentarlo es meterse en un callejón sin salida. Y esto que se ve tan claro en el mundo judío, se puede extrapolar a todos los mundos. El grupo no se contenta con tener el poder, necesita que ningún miembro deje de serlo, quizás porque la estructura sea piramidal y una sola pieza puede romper el edificio.
Leer El barril mágico. Página 98