El día después al COVID-19

Foto de Venecia en La Vanguardia

A lo mejor no falta mucho para que nos levanten el confinamiento. Entonces saldremos al mundo. ¿A qué mundo? El primer día que salgamos en Madrid, por ejemplo, sentiremos un aire limpio, prístino, ahora todas las tardes no puedo dejar de mirar al cielo cuando atardece y sentir el verde fresco de las hojas de los árboles, el rosa, el azul, los colores que antes no estaban. Poco a poco volverá el ruido ensordecedor, la capa de aire sucio sobre nosotros, la prisa, el cansancio, los papeles y colillas en el suelo. ¿Cómo estará la gente? ¿Sentirá de verdad que no quiere volver a lo de antes, a tanta suciedad, también en las relaciones sociales, en el trabajo, en la política?
Ahora mismo dentro de casa está la vida y fuera el infierno. Conforme iba creciendo el infierno según las noticias, el cielo se iba aclarando, incluso llegaron unos copos de nieve para purificar más el ambiente.
Solo hay una noticia constante: los vaivenes del coronavirus. Cifras, opiniones de expertos, bulos, recomendaciones, futuribles. Sin embargo, la distancia con lo que está ocurriendo en realidad, con los muertos, los enfermos, el origen del virus, es enorme. El virus no existe en el limbo del confinamiento más que como algo detrás de una pantalla, sea cual sea.
Desde el limbo en el que vivimos, observamos a los que están fuera, en el horror, detrás de la pantalla y nos quedamos espantados de ese mundo, sobre todo si lo comparamos con ese cielo prístino que se está creando, con el agua transparente de los canales de Venecia o con las conversaciones más reales que nunca que tenemos con la gente que queremos.
No podemos dejar de sentir que se está muriendo un mundo, que las víctimas en realidad son algunos de nosotros que están siendo sacrificados y cuando aparecen los políticos, no podemos dejar de sentir que también están muertos. No nos interesan sus discursos porque a lo mejor son los únicos que no se han enterado de que ese mundo del que nos hablan se está muriendo.
Y esta sensación, que sí, puede parecer un poco apocalíptica, no es más que el resultado de una evidencia. Lo que teníamos no funciona, no ha funcionado. Quizás en nuestro ir y venir como pollos sin cabeza, con el ruido, la suciedad, la prisa no podíamos verlo. Pero una vez sentados, sin tiempo, con ese cielo detrás de la ventana, es muy difícil que calen los discursos. No creo que nadie quiera vivir de nuevo en esa suciedad contra la que parecen luchar tantas mujeres y tantos hombres con mascarilla y trajes especiales.
Estamos de luto, no por ese mundo que tiene que desaparecer sino por los muertos y los enfermos que han pasado a ser los muertos y los enfermos de todos. Por eso, no podemos pensar con claridad y, sobre todo, no sería digno empezar ya a diseñar un nuevo mundo mientras tanta gente desaparece de esta forma. Pero no podemos remediar el deseo de esa nueva vida en la que no se pierda esta claridad y limpieza del cielo, no podemos remediar estar viendo soluciones que los políticos no van a plantear, quizás por ellos, por nuestros muertos.

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5 responses to “El día después al COVID-19

  1. Pero Srta. o Sra. Silvia. no dijo usted el martes? En mi mundo hoy es lunes y sigue abierta la propuesta anterior. O eso creo, si no me falla la memoria.

    1. Creo que ahora entiendo. No hay propuesta. El curso ha concluido y estamos en el día después. Me disculpo. A veces soy lento. Quizás queden las correcciones. Casi seguro, Casi tan seguro como que el final de este curso coincidirá, efectivamente, con el día después, ese que cada cual vivirá a su manera, con sus cambiantes circunstancias. Qiuizás alguna pérdida. .Quizás con alguna ganancia. Pero sin duda con gran lección. Seguro que aún lo diré varias veces Pero como hoy es hoy, te anticipo mi emotivo agradecimiento. Algo me dice que nos veremos.

    2. Esta web tiene más cosas que el curso. Es más, en realidad es una web de libros con un curso en medio. Mañana es martes y haré las correcciones.

  2. Magnifico artículo Silvia. Qué buena reflexión. Ojalá seamos capaces de construir un mundo que funcione mejor cuando volvamos a encontrarnos.

    1. Ocurre, creo, de una forma simultánea. La muerte de un mundo y el nacimiento de otro. Es como una metamorfosis, una transformación. Los gusanos de seda. Por eso los sentimientos son tan ambiguos y cambiantes. Pero si somos capaces de asumir el Dolor, de imaginar nuestro destino, incluso de escribirlo, estoy convencido de que lo conseguiremos. O eso quiero creer. No, de hecho lo creo. Seguro. Por que si lo crees lo creas. Lo sé.

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