El lector en la encrucijada

 

Silvia Bardelás

He buscado en internet opiniones sobre “Encrucijadas” de Jonathan Franzen y prácticamente no hay nada. Es difícil de explicar el silencio de los lectores. Posiblemente, que aparezca el tema religioso, que aparezca la idea de Dios como capaz de crear experiencias extáticas o de unir a gente o de salvar a alguien afectado psicológicamente no vende. Y no es que la novela esté escrita como un panfleto religioso, es una investigación sobre cómo funciona en el cerebro de las personas la idea de Dios o, al menos, cómo funcionaba en los años setenta.

La semana que viene publicaremos en De Conatus el tercer tomo de la Septología de Jon Fosse. Los libros estarán en las librerías que los quieran coger y en Amazon y no vamos a hacer ninguna campaña comercial más que anunciarlo desde nuestra casa porque sabemos que nadie va a querer reseñarlo. Jon Fosse trata el tema de Dios también, sí, y de la misma manera que Franzen, interesado por el asombroso efecto que la experiencia religiosa tiene en la mente humana, incluso en el cuerpo humano.

Pero no está claro que sea solo el tema de los libros lo que los convierte en marginales, también el estilo. La que será una trilogía en Franzen y la septología de Fosse son fáciles de leer, pero no utilizan la primera persona, ni referencias literarias, ni juegos, ni sexo explicitísimo, ni humor, ni violencia. Hace tiempo que la crítica en España ha renunciado a hablar de narradores o de la creación de un personaje o la forma de representar una sensación íntima o si el monólogo interior ahora se crea de otra manera o si algún autor ha descubierto algún recoveco nuevo en la mente humana que pueda ser representado. Si todos estos temas se tratasen en la crítica, la calidad literaria lo notaría.

La literatura no está tan alejada de la ciencia en ese sentido, también es un lugar de investigación sobre el ser humano, sobre cómo se comporta, cómo siente, qué necesita, qué aborrece… Leer literatura es vivir otras vidas porque la nuestra no es suficiente, pero también es investigar en lo que somos. Jonathan Franzen es capaz de meternos en la experiencia de un drogadicto, por ejemplo. Es capaz de mostrarnos cómo lo vemos desde fuera y cómo se vive desde dentro. ¿Cómo lo hace? Poniendo el foco en el drama de tener que relacionarte fuera cuando tu vida interior es demasiado potente y lo cubre todo. Jon Fosse es capaz de alumbrar las limitaciones de la vida cotidiana para alguien con una potencia mental y sensorial superior a lo que se espera que tenga. Sí, las drogas o el alcohol no son un vicio, el proceso de destrucción no está generado por una debilidad o una forma superficial de estar en el mundo. Quizás si entendemos estos procesos nos libramos de entrar en ellos o podemos entender a los que los sufren.

Pero ahora la literatura pertenece al mercado. El artista tiene que vender su producto. El editor tiene que colocar esos libros que tanto le cuesta editar bajo categorías de tags o argumentos que tiren. Los libreros piensan en que el libro guste al lector y el crítico acaba cayendo en que lo que cuente el libro responda a los temas de moda. Incluso hay escritores que defienden la ideología del autor. 

Una buena obra no se puede categorizar. El argumento es lo menos importante de una novela. La literatura es el espacio de libertad en el que todos, escritores y lectores hacen una poda de lo que nos cubre en la vida cotidiana para ver quiénes somos o quiénes estamos llamados a ser. 

Siempre que voy a una presentación, incluidas las mías, pienso en Dostoyevski presentando su libro. Posiblemente le diera un ataque epiléptico. Él escribía y alguien lo publicaba y otros lo leían y alguien opinaba sobre su libro en un periódico no para que vendiera más sino porque hay que hablar de aquello que nos arrebata, que nos saca de nuestro mundo. El arte entusiasma y abre conversaciones.

Jonathan Franzen dice que ahora se siente liberado, que escribe lo que quiere, Jon Fosse atiende como él a entrevistas on line, pero no hace tours literarios. Seguramente venden menos, ¡qué expresión! Es mejor decir: podrían tener más lectores si el mundo literario estuviera más enfocado en la literatura y no en el espectáculo literario. El lector tiene que ser consciente de su encrucijada dentro del panorama literario.

Jon Fosse

 

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