EL RUIDO DE LA MEMORIA. Alfredo Castellón

EL RUIDO DE LA MEMORIA
Alfredo Castellón
STI ediciones

Creo que es necesario que tengamos textos que nos ayuden a ver de dónde venimos, o cómo hemos llegado hasta aquí. El de Manuel Rivas estaba más centrado, desde mi punto de vista, en el tema del poder no transparente como una especie de castración. En este caso, Alfredo Castellón tiene como leitmotiv la supervivencia.

Podemos entender que un niño de la guerra haya tenido que ser un superviviente, pero lo interesante de estos relatos para nosotros es que esa condición vital de ser superviviente parece una tara ancestral de la que todavía no nos hemos liberado.

Si pensamos en las memorias de Goethe, que empiezan con la posición de las estrellas en el momento de su nacimiento y con la seguridad de verse como un elegido después de haber sido tratado como tal por el poder de su país, entendemos la libertad en la que se mueven algunos artistas en mundos que pueden imaginar más allá de lo que conocen y de lo que creen, un horizonte infinito a conquistar o cualquiera de las imágenes que queramos poner. Y en seguida nos viene a la cabeza el contraste de nuestro mundo.

Precisamente eso, el horizonte en toda su amplitud, no aparece como posible para el artista español en ningún momento de la historia y mucho menos en épocas oscuras como la postguerra. Hablando con el autor sobre su libro surgió un tema muy interesante. Él decía sobre su juventud como artista: “había una autocensura que era superior a ti . Sin duda, en nuestra generación, el escritor también era censor. Siempre había un recelo, esto no estará bien, no pasará. La autocensura era superior a ti. Aldecoa habría sido mucho mejor si hubiera escrito todo lo que pensaba, incluso Martín Santos o Matute”. Y yo le contestaba que tengo la sensación de que esa autocensura va más allá de la dictadura, que hay una barrera contra la creatividad y que este país todavía adolece de una literatura crítica, que apenas ha aparecido en momentos puntuales y que justamente responde a la más potente.

Lo interesante de El ruido de la memoria, desde mi punto de vista, es que hace un recorrido por las “vergüenzas” de la supervivencia y no creo que este país haya dejado de sentirse a sí mismo como un superviviente nunca. Cada relato trata un aspecto de esa supervivencia que se mueve en el terreno del enfrentamiento, la elección no deseada, el juego amo-esclavo o el miedo como factor fundamental de decisión.

Y el ambiente que genera es consecuentemente plano, falto de energía necesaria. Creo que está muy bien contado cómo ese miedo generalizado impide hablar de lo necesario, por eso la inquietud es el efecto expresivo que está presente en todos los relatos. Hay un silencio atronador que inmoviliza y que obliga a reacciones siempre de encapsulamiento.

El único que habla sin parar y con más potencia, el causante del primer recuerdo que quiso escribir el autor, según cuenta, es el que llama “palabrador”, un vendedor ambulante. Ese sí tenía una motivación para hablar y llama la atención del niño que está rodeado de ese silencio o el sentenciar raquítico de los curas. Las palabras sólo son libres cuando están motivadas.

El autor, que es un observador en todos los relatos, no un actor, se da cuenta de que las palabras son liberadoras cuando comunican. El mero recuerdo de estos hechos no puede cambiar nada, no sería capaz de exorcizar el pasado. La memoria deja de hacer ruido cuando se comunica, el pasado puede recuperar el sentido que no tuvo cuando es comprendido por todos.

La existencia tiene que ver con las palabras, lo que no tiene nombre no existe, por eso la importancia de convertir en significativos, hechos que en su momento quedaron absorbidos por el tiempo.

Este es un libro de relatos para comunicar lo que nos pasa, o nos ha pasado recientemente. Sólo en ese compartir la experiencia, en ese “hablar de ello”, podemos reconocer circunstancias que todavía están vivas: esa falta de libertad para imaginar lo imposible, esa falta de diálogo sobre todos los temas, ese ser “los más expresivos” escondiendo lo que hay que expresar.

Me gusta especialmente el relato de los estorninos, la prueba de que el miedo es humano, por lo tanto construido. Por pequeño que sea, el animal, en grupo, es capaz de superarlo. La victoria no es posible en soledad, la consecuencia más terrible de pensar la existencia en términos de supervivencia, según he aprendido en estos relatos.

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3 responses to “EL RUIDO DE LA MEMORIA. Alfredo Castellón

  1. A mí me tocó la post guerra en la medida en que le afectó a mi padre. Le recuerdo siempre callado, había sido militar de la República y aquello era algo de lo que no se podía hablar. Mi vida se movió entre mi padre y mi familia materna, toda de derechas, a la que yo sentía que había que agradar. Mi padre fue también un superviviente solitario de aquellos días y yo, imitando su ejemplo, escondía mi forma de ser, como si me avergonzara, para agradar a aquellos señores tan prepotentes, tan prácticos, mis tíos… pero esa es ya otra historia.

  2. Que no había libertad? Alfredo Castellon tiene la libertad de mostrarnos cuadros y personajes que reflejan, sin necesidad de hablar, un mundo donde el niño no ríe, casi no juega , y, si lo hace, siempre con objetos fruto de su
    imaginación y pobreza; nos muestra un único mundo, el de los perdedores, no hay ilusión, no hay rebeldía. Se muestra otro cuando sale fuera del país, no
    le importa no tener dinero, está acostumbrado, lo que sí le importa, y mucho, es la necesidad de tener amigos, de conocer lo que aquí no te enseñan, a ver un mundo distinto del que nos enseñan a la fuerza.
    Siempre había un escritor detrás de una cámara, cuando dejo de mirar a través de la cámara, miró hacia adentro y encontró un mundo que, tal vez,
    creía perdido, ha sabido encontrarlo y lo ha dejado impreso en un magnífico
    libro de relatos que reflejan momentos de su vida, esos momentos nos los regala para ser más querido.

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