IDENTIDAD Y NOVELA

Tenemos un legado único para asistir de forma experiencial a los cambios en nuestra forma de organizarnos y entendernos. La novela funciona como espejo de las formas de relación en un espacio y tiempo concretos, a veces incluso se adelanta en el tiempo y puede imaginar lo que va a ocurrir, es el caso de Huxley y su mundo feliz, no muy lejano a nuestra sociedad de masas y entretenimiento. Y resulta que esa forma de organizarnos, de entender el mundo, se va modificando y las causas de esa modificación se estudian en relación a nuevos descubrimientos científicos, revoluciones industriales o hechos históricos significativos. Sin embargo, es la novela la que da testimonio de esos cambios, la que presenta el momento y los contextos en los que se van fraguando.

Y uno de los factores sociales que ha ido evolucionando lentamente como se puede ver en una lectura histórica de la novela es el de la identidad. La identidad, el modo en el que nos reconocemos en la mirada de los otros y nos asumimos a la hora de actuar, es fundamental en la organización de nuestras relaciones, en la construcción de una sociedad. Y la novela, que elige un personaje para contar, muestra el grado de identidad con el que se mueve a lo largo de la historia. Empiezan los personajes novelescos en situaciones cruciales, siempre tomando una decisión, como Lanzarote, asumiendo su perdición al subir a la carreta para salvar a su amada, o D.Quijote, decidiendo convertirse en caballero andante y partiendo en un viaje incierto. También Goethe construye en la novela de formación precisamente ese modo de ir identificándose en que consiste la autodefinición. Después viene la disección de personajes, el intento de entender cómo se fragua una Madame Bovary, qué papel tiene la sociedad en la identidad de sus miembros, qué posibilidades de movilidad les ofrece. O surge Raskólnikov en Crimen y Castigo, cometiendo a conciencia un crimen en un experimento de identidad. Y Hans Castorp en la montaña mágica, observándose a sí mismo y a los demás en lo que tienen de único, la obligada definición ante la enfermedad. En todas estas novelas los personajes alcanzan o llegan de una identidad que les obliga a actuar y les pone en movimiento dentro de la sociedad en que viven.

Y de repente, ya antes de la inimaginable 2ª Guerra MUndial, los personajes empiezan a vagar por el mundo con una ausencia total de movimiento, es el caso de los personajes de la literatura alemana de los años treinta. Ya ha comenzado el movimiento de masas, la absoluta falta de identidad para poder dar paso a una ola inconsciente de individuos iguales y pegados entre sí. La igualdad era fundamental para la posibilidad de un movimiento de gigante, una igualdad no de condiciones, sino de forma de pensar, de vestir, de reír, de cantar. Cuando el personaje de Berlín Alexander Platz sale de la cárcel, no tiene dónde ir, a quién querer ni donde trabajar, pero lo más importante es que no es nadie, no tiene absolutamente nada con lo que identificarse. Así que ese narrador que lo persigue por lugares en los que precisamente la única exigencia es la no identidad, se convierte en un neotrovador. Como el narrador de Brecht, empieza a cantar lo que ve porque la realidad ya no depende del hombre, el personaje no depende de sí mismo, empieza el canto de un determinismo absurdo, un paisaje oscuro y sin viento.

Siguiendo con la literatura alemana inmediatamente posterior a la guerra, tenemos un narrador-personaje que se ve a sí mismo como payaso, personajes enfermos incapaces de comunicación precisamente por el problema de la identidad, personajes que por su condición han tenido que cambiar de nombre, renunciar a su identidad, o en la literatura costumbrista española, personajes que sólo pueden ser lo que el régimen dice que pueden ser, renunciando a su identidad.

Y ya en los años sesenta, aparecen los textos propiamente postmodernos, los personajes dejan de tener nombres de origen y pasan a tener nombres simbólicos, Mucho Maas, Edipa Maas, nombres como los que se utilizan en este momento para opinar en redes sociales, otro adelanto de la novela. Pynchon comenzó a describir no la imposibilidad de tener una identidad, sino el hecho mismo de no tener identidad. No tiene importancia un acto sexual en una u otra circunstancia, ni un robo o un asesinato, ni es posible un acto de amor porque no hay objeto para amar. La falta de identidad obliga a los personajes a mantenerse, simplemente mantenerse con un ligero recuerdo genético de alguna libertad pasada. Así que empieza a hablarse de la muerte de la novela, no planteada en estos términos, pero yo entiendo desde este razonamiento, que con lógica. Si no tenemos personajes con identidad, cómo construir una novela. En lugar de novelas, estaremos ya no cantando como en los años treinta, sino describiendo el caos, las sensaciones inconscientes, la falta de estructura, lo contrario al canto, de alguna forma. Y eso es el espejo de una época, pero desde mi punto de vista una especie de espejo cóncavo o convexo, una exageración, una forma artificial de contar cómo se organiza nuestra sociedad, los textos van por delante de lo real, han dejado de responder a la pregunta, qué nos está pasando.

¿ Y si olvidáramos este recurso?, ¿ y si volvemos a escribir novelas, a textos que actúan de espejos? Podemos contar cómo de la sociedad de masas estamos pasando a una sociedad de hiperidentificados que no se identifican. Tenemos millones de ejemplos de personajes con una hiperidentificación escondida. Han desaparecido los personajes identificados, con conciencia de tener que cumplirse, pero hay otro tipo de personajes además, los que necesitan una identidad. Pero para escribir estas novelas no valen los recursos usados ni recursos metaliterarios, hay que alcanzar recursos que puedan contarlo y sobre todo, es necesario que el escritor recupere su conciencia de espejo de su espacio y su tiempo, una tarea imposible para los que vengan en un futuro porque la novela puede adelantarse a su tiempo, pero no recobrar el pasado.

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One response to “IDENTIDAD Y NOVELA

  1. Creo que todo lo que dices tiene mucho que ver con la inconsciencia y el mundo de consumo del que hablabas en otro post (creo).
    Siempre he creído que identificarte es una manera de mirar, una forma de mirar particularmente propia y consciente que permite definirte y definir, para ti, el mundo.
    Consumir el tiempo es un acto fundamental de nuestra época, es el acto en el que se basa la sociedad del bienestar.
    Consumir implica inconsciencia y mucho de lo que se produce ahora está enfocado a esa consumición.
    Consumir a mí siempre me ha recordado a los periplos que hacía allá por el norte de tasca en tasca. Entrabas en un bareto y pedías un chato o una caña, básicamente para poder comer la tapa que lo acompañaba. Y en cuanto terminabas ambos, te ibas al siguiente para una nueva tapa. El chato era la consumición necesaria para la tapa, pero ¿qué es la tapa ahora? ¿la felicidad del objeto? Porque parece que la vida se ha convertido en el chato y el chato en agua.
    Me estoy enrollando. El otro día comentaba con un amigo que da la sensación de que ya no se escribe para nada, que simplemente se escribe. Es decir, tengo la sensación de que antes se escribía para entender algo, para cambiar algo, para esclarecer algo, para crear una nueva realidad, para cambiar la realidad. Mi amigo me decía: es que ya sientes el derrotismo, el profundo derrotismo de creerse que la literatura está muerta. Y parece que mucha gente lo cree, porque escribe como si, realmente, estuviese muerta y no hubiese nada que hacer con ella.
    ¿Realmente son conscientes al escribir?
    ¿Son conscientes de esa sensación que dan de que no hay nada que resolver, que lo único que hay y que queda en el mundo es el sinsentido, que su propia mano está muerta al escribir?
    Me da miedo decir que no, que no son conscientes. Porque si un escritor no es consciente, qué queda entonces. Porque si un escritor, que es mirada, que es ver voces en los amigos y en la calle, ver modos de agitar las manos para explicar algo o el movimiento del ojo cuando alguien te miente, un escritor que es ver las repeticiones y las singularidades en el mundo, verlas y darse cuenta de ellas y, sobre todo, verlas a través de un prisma personalísimo e identificable, si él no es consciente, ¿qué queda?

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