LA CONDICIÓN HUMANA EN TIEMPOS DE CRISIS

En estos momentos de crisis, me parece fundamental preguntarnos sobre nuestra condición humana. Los tiempos locos del todo vale nos han dejado en una especie de páramo, no sólo por no poder acceder al consumo, que nos habían presentado como la fuente suprema de felicidad, sino porque el trabajo ha dejado de ser crucial para tener un lugar en el mundo. Con esto quiero decir que el puesto de trabajo significaba un puesto en el mundo, en el número de ranking que fuera, pero en él poníamos nuestra confianza.

Y el trabajo ya no nos da una identidad, no sólo porque es precario, sino porque está fuera de la honorabilidad. De alguna manera ha salido a la luz la corrupción, la inoperancia, la falta de transparencia, la falta de interés, el mero trueque de dinero y horas, la hostilidad entre jefes y mandados. De manera que visualmente, en un par de telediarios, cualquiera puede saber que ni las huelgas, ni las manifestaciones, ni ninguna actitud colectiva puede dar frutos cuando esa colectividad en realidad estaba funcionando desde el miedo, la envidia o la falsedad. ¿Por qué no se ha reivindicado antes todas y cada una de las necesidades humanas para mejorar el trabajo? Sólo cuando han tocado el dinero.

La pregunta en este caso debería palntearse como qué significa el trabajo desde nuestra condición de humanos, no desde el sistema de producción capitalista. ¿Se adapta el sistema de producción capitalista a nuestra condición? Es curioso crear un sistema que va en contra de nuestras necesidades vitales, las de absolutamente todos.

También habría que hacerse la pregunta sobre las ideologías. Lo cierto es que están cayendo por sí solas porque no pueden responder a lo real, se deshilan los discursos, no se oyen los sindicatos, no hay nadie al otro lado, están fuera de juego. Pero de todas formas, no vendría nada mal hacer recuento del siglo XX, romper con los errores y unirnos a pensar de nuevo. A un extraterrestre esto le parecería lo más extraño, la imposibilidad de dialogar desde los propios problemas no desde los discursos. Los discursos tampoco nos pueden dar ya identidad.

El mundo se ha parado y se ha mostrado. Todos, absolutamente todos, estábamos metidos en una vorágine de destrucción y todos, absolutamente todos debemos reflexionar. Que no piensen que el problema es de los ricos y los trabajadores son unos pobres sufridores porque no es verdad. Todos hemos participado del sinsentido del valor supremo del dinero. De hecho, nadie ha protestado hasta que se ha tocado el dinero. Todas las situaciones absolutamente denigrantes que rodean al trabajo desde hace tiempo se pasaban por alto a cambio de dinero, y no era en la mayoría de los casos un dinero de supervivencia.

Dejar en manos de políticos convencidos del discurso que nos ha llevado a este páramo no es más que un suicidio. Es hora de plantearse cuál es la condición humana y qué se puede hacer para reorganizarnos desde esa condición, no desde ideas abstractas que rompen con la base, la pluralidad, la diferencia. La masa consumismta o la masa colectiva rompen el diálogo, el movimiento fundamental para ir hacia delante.

Nada me gustaría más que una película para plantear la corrupción cuyo protagonista no fuera un jefe o un rico, sino un trabajador. Nada nos vendría mejor que vernos a todos participando del error y a todos con la obligación de enmendarlo.

Cualquier novela buena nos muestra la condición humana, es verdad que últimamente se ha abandonado la novela como espejo de la condición humana y se ha vendido también, como todos nosotros, al consumo, pero las novelas del pasado son igual de válidas y otro día recomendaré La broma infinita de Foster Wallace, donde sí creo que trató el tema abiertamente. Creo que no estaría mal leer libros de no ficción sobre este tema. Podría recomendar artículos más actuales, pero la base hay que cuidarla.Para eso está la filosofía, para aplicarla a la vida.

Diálogo y otros escritos…. Martin Buber
La condición humana…… Hanna Arendt

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6 responses to “LA CONDICIÓN HUMANA EN TIEMPOS DE CRISIS

  1. “Markson describe muy adecuadamente ese universo que surge tras la muerte de Dios (Nietzshe), del hombre (Foucault), del pensamiento (Vattimo) y de la ciencia (Heisenberg). El nuestro es el mismo universo baudrillardiano en el que habita Kate, aquél en el que hemos dejado de habitar la era de la voluntad para sentirnos a gusto en la de la veleidad; hemos sustituido la anomia por la anomalía, el evento por la eventualidad, la virtud por la virtualidad, la potencia por la potencialidad. Su hogar es el espacio estriado de la vida, el espacio superficial por el que pasan objetos heteróclitos y fugaces, formas todas ellas sin futuro. El pensamiento contemporáneo está en desorden, ya no es lo que era… Para algunos, juego diabólico donde sólo se nos plantean enigmas insolubles o inútiles problemas de sincronía; para otros, artificialidad y simulacro (Baudrillard), estética de la desaparición (Virgilio), arte de la era de la inflación (Newman) o reflejo de la lógica del capitalismo tardío (Jameson). (…) El mundo no es coherente, y, en consecuencia, todo juicio absoluto carece de sentido. El novelista es hoy una especie de Eurínome, la Diosa de todas las cosas que surgió desnuda del Caos, pero que no encontró nada sólido en que apoyar los pies. Parafraseando a Holderlin, se trata de comenzar en el caos y volver a él, pues, en efecto, como dice Wittgenstein, “Para filosofar hay que descender hasta el caos primitivo y sentirse en él como en casa”; o recordando a Lyotard, mirar el universo no significa sino trazar caminos a seguir inmersos en una estética que ha perdido el fundamento y el principio, y que se guía únicamente por la errancia de los sujetos constitutivamente nómadas. Se trata ahora de crear inmersos en la aceptación indiferente de la decadencia y la desolación”.

    M. Carmen África Vidal (Universidad de Alicante), ‘Yo no soy yo, evidentemente; La amante de David Markson’ (en torno a la novela ‘La amante de Wittgenstein’, de David Markson).

  2. En mi lectura de Foster Wallace no veo en absoluto indiferencia, más bien lo contrario y se acabó suicidando. Crear desde la indiferencia es imposible, creo, y aceptar la desolación y la decadencia anti artístico.

    Me dirás que ya estoy con verdades, pero lo que no puede matar “el pensamiento débil” es la experiencia, ni la lógica. Lo que sí ha matado muy bien es la libertad como la entendía Kant, los románticos o Marx, la autonomía, la vida activa y sobre todo la falta de verdades absolutas. Dicen que han matado a Dios o el pensamiento, pero lo que realmente han matado callando es lo humano. (Hasta parece una palabra antigua).

    Y a todo esto, no creo que haya sido a propósito, sólo que era más fácil. Y el culpable no ha sido ni Nietsche, ni Faucult, los dos con gran sentido de lo humano. En fin es “el tema”, a ver si dejamos de ser esclavos como decía Nietzsche.

    Gracias por el texto, es perfecto para el tema.

  3. “Admitting that our lives are shaped by fictions may give a kind of freedom – possibly the only kind that human beings can attain. Accepting that the world is without meaning, we are liberated from confinement in the meaning we have made. Knowing there is nothing of substance in our world may seem to rob that world of value. But this nothingness may be our most precious possession, since it opens us the world that exists beyond ourselves.”
    John Gray, ‘The Silence of Animals. On Progress and Other Myths’.

  4. EL PROGRESO DE SÍSIFO
    Nada hay más ajeno a la época actual que la ociosidad. Si nos concedemos una pausa en nuestro trabajo, siempre es a condición de retomarlo más adelante.
    La excelente consideración que el trabajo tiene entre nosotros es aberrante. Pocas culturas han llegado nunca a compartir semejante aprecio. De hecho, durante toda la prehistoria y la mayor parte de la historia, el trabajo ha sido algo indigno.
    Entre los cristianos, sólo los protestantes han llegado a creer que el trabajo esté ligado a la salvación. El trabajo y la oración de la cristiandad medieval se alternaban con las festividades. Los antiguos griegos buscaban la salvación en la filosofía; los indios, en la meditación; los chinos, en la poesía y en el amor a la naturaleza. Los pigmeos de las selvas tropicales africanas –actualmente, casi en extinción– sólo trabajan para satisfacer las necesidades del día y pasan inactivos la mayor parte de sus vidas.
    El progreso desprecia la ociosidad. El trabajo necesario para liberar a la humanidad es ingente. De hecho, es ilimitado, ya que en el momento mismo en que alcanza un determinado nivel de éxito, empieza a aflorar otro nuevo. Obviamente, no se trata más que de un espejismo. Pero lo peor del progreso no es que sea una mera ilusión: lo peor es que es interminable.
    En la mitología griega, Sísifo se esforzaba por empujar una piedra para que rodase hasta la cima de una colina, desde donde volvía a caer ladera abajo. Robert Graves, en su libro ‘Los mitos griegos’, nos cuenta así su historia:
    “Hasta ahora no ha logrado hacerlo. En cuanto está a punto de alcanzar la cumbre, se ve obligado a retroceder por el peso de la malvada piedra, que vuelve a caer, dando saltos, hasta abajo del todo; y allí, abatido por el cansancio, la recoge y tiene que empezar de nuevo, aunque el sudor baña sus brazos y sus piernas, y una nube de polvo se alza sobre su cabeza”.
    Para los antiguos, el trabajo sin fin era el sello distintivo de un esclavo. Los trabajos de Sísifo son un castigo. Trabajando en aras del progreso nos sometemos a una labor no menos servil.

    John Gray, ‘Perros de paja. Reflexiones sobre los humanos y otros animales’.

  5. “Pero si nada hay más dudoso y más necesitado de revisión que el contenido del trabajo, que la diversa naturaleza de los distintos objetos producidos bajo el triunfante imperio universal del liberal-capitalismo, nadie es más sospechoso que el que incondicionalmente lo proclama como una bendición. Si en el mundo del despilfarro, de la constantemente renovada producción de armamentos, de formas de riqueza cada vez más aterradoramente redundantes, en cuanto cada vez más incapaces de auténtico socorro a la necesidad, se ensalza el trabajo en sí mismo y por sí mismo, o sea bajo su forma intransitiva, se acalla precisamente la pregunta más importante que habría que hacer una vez y otra vez sobre el trabajo: ¿Para qué? Es cierto que esta pregunta ya está cotidianamente amordazada por la perentoriedad inaplazable del afán de cada día, y millones de humanos tienen que aceptar sin más preguntas indistintamente el puesto, tanto si es para hacer unos zapatos, una ametralladora, una manta, una guitarra o un sofisticadísimo aparejo de alpinista para que alguien se autorealice en una cima pirenaica o precipite de la granítica pared para esparcir sus sesos al fondo del abismo.”

    Rafael Sánchez Ferlosio, ‘Las cajas vacías’ (del libro ‘El alma y la vergüenza’).

  6. La condicion humana es la clave de un buen desempeño laboral y academico tiene herramientas para mejorar la calidad de vida en el entorno familiar.

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