LA MONTAÑA MÁGICA. LOS DOS TIPOS DE MUERTE

hospital de la montaña mágica Le colocamos a la muerte de la materia las características de la muerte espiritual y no es eso, la muerte física no es la muerte espiritual: angustia, ansiedad, miedo, soledad…

Creo que somos muchos los bloqueados ante la muerte, no tanto la propia como la ajena, o seguramente las dos. Pensando sobre este tema irremediable me he dado cuenta de que le colocamos a la muerte de la materia los efectos de la muerte espiritual y es exactamente lo contrario, la muerte espiritual es la verdaderamente pavorosa, mientras que la muerte física no es más que la muerte de la materia.

Sobre este tema, merece la pena aprovechar el verano y leer algunas novelas sobre la muerte mientras vivimos entregados a alimentar nuestra vida física sintiendo la frescura del agua, el calor del sol, la brisa, la visión del paisaje en los paseos, el abrazo, si lo hay… Buen momento para aprender a distinguir estas dos muertes. La montaña mágica de Thomas Mann es un buen ejemplo. Sé que es antibloguero recomendar un libro de más o menos mil páginas que necesita atención máxima para el verano, pero es un buen momento para ampliar conciencia.

Hans Castorp, el protagonista, es un joven físicamente sano que acaba de terminar una brillante carrera de ingeniería. Tiene un gran futuro por delante pero decide ir a visitar a su primo enfermo de tuberculosis que está ingresado en el sanatorio de la montaña. Esa visita se convierte en una estancia larguísima en la que busca la enfermedad física para no tener que volver a bajar a la vida cotidiana. El planteamiento de la novela es magnífico, muy pocas novelas tienen un planteamiento tan interesante. Ese joven sano convive con enfermos que viven para alimentar su espíritu. Parece que la enfermedad del cuerpo desencadena una búsqueda de autenticidad, de vivencia de lo propio, lo que les identifica, lo que les hace libres. La lucha por la vida es la lucha por momentos de autenticidad. Hans Castorp, en medio de esa complicada red de relaciones donde todos luchan por su singularidad, siente el agarrotamiento de su espíritu, exactamente la muerte de su espíritu. Ese cuerpo sano y esa clase social alta que le permitiría una vida cotidiana envidiable allá abajo le impiden entrar en esa red y la visión de esos cuerpos enfermos libres le hace consciente de la muerte de su espíritu en forma de angustia, ansiedad, obcecación, de manera que la enfermedad física, la muerte física, se convierte en una ansiada liberación. ¿Puede haber un campo de juego para hacer una novela mejor diseñado? Ese abajo, al que en el fondo nadie quiere volver, es el abajo fantasmagórico de la preguerra: la absoluta falta de comunicación, la soledad vital hasta entonces desconocida, la densa quietud silenciosa de antes de la tormenta, en resumen la muerte espiritual. Hay en esta novela una preferencia absolutamente humana por la muerte física ante la muerte espiritual. La muerte física es el final de la materia, mientras que la muerte espiritual tiene lugar en el cuerpo vivo sin aliento.

Cuando hablamos de espíritu, hablamos de vida, en términos de Spinoza, lo que aumenta nuestra capacidad de obrar y sentir. La muerte física no duele, duele la muerte espiritual. El dolor de morir es el dolor de no haber vivido. El que se ha sentido vivo alguna vez deja de temer por su muerte.

En los comentarios podéis compartir alguna historia sobre este tema.

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One response to “LA MONTAÑA MÁGICA. LOS DOS TIPOS DE MUERTE

  1. Estoy intentando releer el libro estos días. La montaña mágica tiene para mi algo de fascinante (tal vez morboso): la extraña relación entre enfermedad y placer (la novela está ambientada en un sanatorio voluptuoso y a la vez macabro que a veces parece más un hotel de vacaciones que un centro terapéutico). En este libro todo flota: flota el tiempo (que no tiene un patrón universal), flotan también los límites entre lo físico-anatómico y lo espiritual (cuando, por ejemplo, se explica que las formas de la cara que nos hacen atractivos o desagradables no son más que montones de grasa distribuídos de una u otra forma); y flota también la sexualidad (Claudia Chauchat resulta atractiva a Hans Castorp porque le recuerda un viejo compañero de colegio). Muchas de estas cosas las encontré tambíen en Muerte en Venecia (en la película, el libro no lo he leído aun).
    Luego están las discusiones filosóficas y políticas, la ambición por incluír las novedades técnicas de la época, etc; esa parte también la he disfrutado mucho aunque a veces se hace algo pesada.

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