LIMÓNOV. Emmanuel Carrére

Limónov es un escritor y político ruso que ha llamado la atención de Carrére hasta el punto de haber trabajado durante cuatro años en contar su vida, que ya había sido contada por él mismo. Lo que llamó la atención de Carrére fue el hecho de que este hombre hubiera utilizado retretes de Philip Starck dos veces: en magníficos apartamentos neoyorkinos y en la cárcel de Rusia. El personaje ya es curioso, pero el mundo que hay detrás de este hecho resulta verdaderamente inquietante. En el fondo, el libro intenta recorrer el camino de esta paradoja y el personaje de Limónov, verdadero protagonista, resulta un reflejo perfecto. Ahora que está tan de moda pensar en manos negras que controlan el mundo, resulta que pueden ser el alcohol y el aburrimiento los muelles que producen saltos tales como una guerra o un cambio de régimen. Y me parece desde ahí más comprensible todo. En el fondo este libro alumbra la estrechez de nuestro entendimiento, el fuerte condicionamiento de nuestra forma de organizarnos socialmente y la dificultad de vernos. La distancia, el arma más potente de la narración es la única que puede iluminar algo.

Y el libro parte de los padres de Limónov en 1942 y el entorno en el que va a crecer el futuro poeta. Un mundo donde no ocurre ni hay posibilidad de que ocurra nada convierte a la violencia en una forma de romper ese desasosiego. A partir de ahí, después de que el lector haya visto con claridad ese condicionamiento social, empieza el protagonista a seguir un objetivo que se ha marcado: ser un héroe. Y este es otro de los puntos interesantes de este libro, la definición del héroe actual y el problema de la identidad. El héroe de la antigüedad tenía un exceso de identidad: era reconocido por los dioses, esperado por los humanos, cumplía un destino inexorable y desde ahí actuaba. La falta absoluta de identidad es la motivación actual para ser un héroe, que no significa otra cosa que colocarse por encima de los otros y obligar con violencia a ser reconocido. Eso se traduce en salirse de la normalidad, del papel social al que se está adscrito, saltarse las reglas y romper la estabilidad, en muchos casos montar una guerra y exterminar una raza o matar a un famoso y eliminar a unas decenas de adolescentes scouts, con esos valores mediocres y vulgares. Limónov va a intentar ser héroe en la Unión Soviética, Estados Unidos y Europa. Los tres escenarios están contados desde esa falsa estabilidad que los mantiene y que no permite la singularidad de sus miembros. Llevo tiempo reflexionando sobre el tema de la identidad, base de todas las novelas, y este libro me ha resultado muy interesante en este aspecto. Todo personaje lucha por ser él mismo en una sociedad que no lo permite, esa lucha lo convierte en una especie de héroe. Aquí, el personaje está muy distanciado de cualquier imagen de sí mismo, la lucha es simplemente contra el otro, consiste en estar por encima, en tener poder. Todos los personajes que aparecen en la novela, menos algún disidente ruso preocupado por el pueblo como Solzhenitsin, aceptan ese mundo de amo y sometido. Cárrere se da cuenta de la importancia de contar eso “… el modo en que cada uno de nosotros se adapta al hecho evidente de que la vida es injusta y los hombres desiguales: más o menos hermosos, más o menos dotados, más o menos armados para la lucha”.  Esta adaptación es precisamente la falta de identidad de la que hablábamos. Limónov decide ser escritor como una forma de ser superior, de reconocimiento, igual que decide” tener mujeres” o hacerse político. En realidad, si se hubiera encontrado consigo mismo en algún momento, no tendría necesidad de estar por encima de nadie.

Otro de los temas interesantes es la lucha contra la nada, el crear acontecimientos, algo que se salga de la normalidad, que tenga materialidad, substancia. Esa materialidad tiene que ver con la posesión, la sensación meramente física, las relaciones de poder. Así queda definida la violencia, no como un acto de locura transitiva, sino como una forma de enfrentamiento a la vida y al otro. Nada explica mejor esa imposibilidad de relación que la faltada de identidad. Cómo espetar al que no es nada.Y esa forma enfrentada de estar en el mundo está en la base de la política, la forma de organizarnos. La mano negra parece que implica una manipulación profunda y estudiada, pero en realidad, lo que no se explica de nuestro mundo puede entenderse desde esa violencia creada por la falta de identidad, esa necesidad de estar por encima. Muy interesante la visión de la guerra de los balcanes o de la Rusia post soviética desde ahí, desde el estar por encima o por debajo.

 

 

 

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5 responses to “LIMÓNOV. Emmanuel Carrére

  1. una obra importantísima y por encima te enteras de todo. De la vorágine post soviética, aderezada de guerras, grandes golpes económicos, desmoronamiento de la manera de vivir, surgimientos de toda clase de sensibilidades, que ahí están latiendo sin que tengamos ni idea. Aún más me gusta lo del héroe, vehículo para un estudio antropológico de campanillas y en el que se vinculan los más diversos atributos de una existencia de mucho cuidado.

  2. dice Sabino Mendez

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    23 de febrero de 2013. 18:45h por Sabino Méndez .

    No seré yo quién niegue que existen socialdemócratas de una pieza, pero no conozco nada con más peligro que un socialdemócrata nenaza. Compruébenlo leyendo el libro que el francés Emmanuel Carrere ha dedicado al disidente ruso Limonov. Lo colorea como una mezcla de héroe y pícaro perdedor, aunque Limonov no tiene nada de heroico. Es un pobre artista, un totalitario que, como rareza inducida por sus circunstancias, está con los débiles; lo cual no evita para nada su totalitarismo. Carrere, burgués bohemio parisino, en su voluntad de comprender, mezcla su decepción de la democracia con un complejo de inferioridad sobre la verdad de las cosas, patología que siempre es recomendable curar con un buen chute de Chur- chill. Como muchos, decide con total ausencia de humildad que, dado que él no ha sido capaz de dar con la verdad, eso significa que la verdad no exista. Convierte su incapacidad y aflicción personal en una conclusión filosófica general inconsistente. Lo cierto es que Limonov es un pobre totalitario, un aficionado a la mística violenta de las armas, que se acerca a ellas como si fueran «gadgets» políticos, algo bastante indeseable. La única manera decente de observar las armas es tecnológicamente (como herramientas que en su momento simplificaron la obtención de alimento) y no perder nunca de vista su gravísimo propósito de estar ideadas para matar. Vale la pena leerlo para comprobar cómo el francés transpira una cierta admiración, como si eso fuera viril, como si ese desprecio por el dolor ajeno del totalitarismo fuera afirmación de vida y ausencia de hipocresía. Es como si, puesto que el mundo entero está sumido en multitud de crímenes e iniciativas dolorosas, un poco más de dolor no tuviera que importar. Pero, lo siento Carrere, sí que importa.

  3. A mí me sorprendió un poco la superficialidad de la iluminación budista y en general ahí el budismo de fondo como salvación también para Carrére. Está muy bien contado desde una inocencia un poco extraña.

  4. La conclusion que yo saque del libro es que Limonov es un gilipollas, pero simpatico y Carrere es simpatico, pero un poco gilipollas. Bueno y que o bien Limonov leyo ” El club de la lucha ” antes de crear su partido de posturetas, o bien Pahlamuk leyo algo sobre los nasbols antes de escribirlo. Por lo demas, me lo he pasado en grande leyendo este libro y enterandome de las curdas de Yeltsin,la pusilanimidad de Gorbachov o la mala folla de Putin (bueno,todo era yavde dominio publico,pero aun asi)Vaya y con las escenas salaces,que hay que ver que pibones se levantaba el tal Limonov…y eso que le iban los negrazos. En fin, vivir para ver… O leer para creer…

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