TIEMPO Y MATERIALES. Robert Hass

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Robert Hass
Prólogo y traducción de Jaime Priede
Bartleby editores

Es difícil decir qué es peor, la indolencia
Moral o la vergüenza intelectual.

Robert Hass nos coloca a nosotros, a un posible lector que es igual que el autor o que otro posible lector, porque el poema habla de un nosotros que comparte un espacio donde pasan cosas, en el tiempo de la espera. Ese hombre común pasea por calles con nombre y trae a su memoria el pasado a través del sonido de esos nombres. La mente comienza a narrar el horror de la guerra, de millones de muertos, de niños calcinados, de bombas, de fuego, una realidad innegable, mientras la naturaleza continúa arriba, a lo alto, en ramas, cielos y pájaros, viviendo un espacio continuo de luces, colores y sonidos, incapaz sin embargo de acaparar por completo la atención del paseante, que se distrae en esas imágenes de la memoria.

Y es esa imagen del hombre como paseante, capaz de sortear los cadáveres de la memoria, sin rumbo, sin acción, paralizado, un indolente moral, o un avergonzado intelectual que es capaz de observar como otros intentan sobrevivir vendiendo espárragos de temporada, como si fueran de otra raza, la que crea un concepto de muerte en vida, de espera de la muerte, como salida a la incomprensión.

Las tres influencias de Hass de las que habla Priede en el prólogo, la lectura del Aullidode Grinsberg, el budismo y el Walden de Thoraeau, tienen en común el rechazo a la violencia, la esperanza de una vida natural, pero también la no acción por miedo a una intromisión, la falta de confianza en el intelecto, capaz de convertirse en un monstruo aniquilador. Lo que queda es por lo menos, no participar, guardar los impulsos de rabia o indignación. ¿Y de qué les sirve la indignación a los muertos? ¿O nuestras apacibles formas de resistencia racional?Mejor esperar la pacífica muerte.

Hay una especie de identificación de la acción con la violencia que justifica la actitud del paseante, que vuelve a su casa un atardecer más sin haber hecho otra cosa que observar y recordar, y que sólo aspira a que su muerte sea dulce y pacífica.

Esta actitud se mantiene todavía. ¿Cuántos crímenes se ha cometido en nombre de las ideas? ¿Por qué tener más? ¿Por qué no participar, simplemente? La indolencia moral de la que habla Hass es un tema fundamental, no es pereza, ni falta de sentimiento, es la parálisis que crea la desconfianza en el ser humano.

Dejo un poema del libro Tiempo y materiales de Hass, donde de alguna manera muestra en todos los poemas el material de una memoria paralizante.

La guerra de Bush

Tecleo el escueto sintagma “La guerra de Bush”
A la cabecera de un folio de papel blanco,
Con el impulso no muy firme de que un poema
Me ayude a esclarecer,
Aunque no estén a mi alcance,
Los hechos de forma ordenada.
Berlín es una ciudad del norte. En mayo,
A finales del siglo veinte,
En los frondosos barrios de Dahlem Dorf,
Al sur de Grunewald, cerca de Krumme Lanke,
Se levanta el viento del norte antes del amanecer
En medio de una algarabía de pájaros, luego los mirlos,
Una variedad de tordos negros europeos, logran que se desperece el sol
Como si tiraran de una enorme maraña
De alambre dorado. Hay dos tipos
De castaños florecientes, los rojos y los blancos,
El húmedo pavimento aparece moteado
De pétalos con las incandescentes púas
De sus flores; los zapatos en las paradas del metro
Con restos también. El verde de los robledales de la ribera,
Las espiguillas de los abedules, el tenue verde de los arces,
Y el aroma de las lilas está por todas partes.
En la estación Oskar-Helene-Heim un granjero
Vende espárragos blancos en una mesa atestada.
Dentro de un mes estará vendiendo setas;
Al mes siguiente, fresas
Y pequeños cangrejos rosáceos del Spree.
Las pilas de tallos de los espárragos
Son alarmantemente fálicos, fálicos, tiernos
Y mortalmente pálidos. Su apariencia de temporada
Debe de ser el remanente de algún ritual de fertilidad
De las tribus germanas. Al vapor, adquieren el color
Del marfil envejecido. En mayo, en los restaurantes,
Se sirven en rebosantes fuentes blancas
Con patatas cocidas y salsa mayordoma,
O raspaduras de jamón de Parma y zumo de limón,
O ramitos de acedera y salmón ahumado. Al
Volver a casa bajo la dilatada luz oblicua
Y brillante del norte,
Sobre los abedules de hoja nueva y los olmos
Cantan ruiseñores al primer atisbo
Del crepúsculo, una treta de la mente
Que el pasado se nos ponga por delante
Como si fuera el sobrevoltaje
de un cambio de vía del funicular.
Chispa: las bombas incendiarias sobre Hamburgo,
Cincuenta mil muertos en una sola noche,
“Los cuerpos de los niños al día siguiente
En la calle en hileras como un mercado
De pollos carbonizados”. Chispa:
Las bombas incendiarias sobre Tokio, cien mil
En una noche. Chispa: la matanza de
Cuarenta y cinco mil oficiales polacos a manos de
Del ejército ruso en los Hatyn Woods,
Labor de media jornada. Chispa:
Dos millones de prisioneros de guerra rusos
Asesinados por el ejército alemán a lo largo de todo
El frente del Este, casi sin provisiones,
invierno de 1943. Chispa: Hiroshima.
Chispa: Auschwitz, Dachau, Thersienstadt,
El tambaleo del tren y la revoltura de estómago
Pasada la exhibición de cataratas de cabello, las pilas
De maletas con iniciales, a la vista de todos. Chispa:
Los gulags, siete millones en Bielorrusia
Y Ucrania. En la inocente Europa una noche
De primavera, entre los abedules velados por la luz,
Pasean unos estudiantes de la mano. Uno de ellos
Lleva una novela, la traducción al alemán
De un breve libro de Marguerite Duras
Sobre una historia de amor en la parte vieja de Saigón. (Chispa:
Dos millones de vietnamitas, cincuenta y cinco mil
Jóvenes americanos, especies enteras
De pájaros tropicales extinguidas con tal cantidad de bombas).
El tipo de libro que encanta a los jóvenes,
Amor en tiempos de guerra.
Cuarenta y cinco millones, todo dicho, en la II Guerra Mundial.
En Berlín, la bella Berlín, en primavera,
Nunca te preguntas cómo pudo
Haber ocurrido, y estos alemanes, tampoco,
Niños entonces, o aún no nacidos, se lo
Preguntan nunca. ¿Será que nos gusta besar
Y bombardear a la vez, en perspectiva
Al menos, a las chicas con sus vestidos de flores?
Alguien querrá siempre movilizar a la
Muerte en escala masiva para lograr el dominio
Económico o por pura venganza. Y la misión, asumida
Como tal, apela a la imaginación.
La carrera militar es una profesión de estrategas.
Mira cómo juegan los chicos: les encanta
Encontrar la forma de hacer saltar las cosas.
Pero el resto de nosotros tenemos que seguir.
¿Por qué lo hacemos? Sin duda existe un tipo de ira
Que busca herir lo que nos ha herido. Las guerras
Se llevan a cabo por ese motivo.
Los lectores atentos de las noticias leen las razones
En el aire. Y los que nos consideramos ofendidos,
Nos identificamos siempre con la virtud. Y eso
–creerse cargado de razones para justificar
la ira y causar dolor– nos convierte en asesinos.
El joven Arab se depiló a sí mismo como acto
De purificación antes de dirigir el avión
Hacia la torre de oficinas. No es sólo
Violencia, es un gusto por el poder
Que se suma al desprecio del cuerpo.
El resto tenemos que actuar como creamos oportuno.
Las mujeres muertas entre los escombros de Bagdad
Que no depositaron un voto por sus muertes
O el blanco crudo de los huesos a la vista
En los cuerpos de sus hombres y sus hijos
Es el regalo de libertad que les estamos ofreciendo,
Que es nuestra virtud, los injuriados.
Es difícil decir qué es peor, la indolencia
Moral o la vergüenza intelectual.
¿Y de qué les sirve la indignación a los muertos?
¿O nuestras apacibles formas de resistencia racional?
Y la muerte purificadora, la dulce muerte
De Walt Whitman, la purgadora, la tierna
Amante, la que cierra los párpados, convierte
Los cuerpos apilados en fruta de verano,
Urracas comiendo oscuras bayas al atardecer
Y el polen de los abedules maculando las aceras
Del dorado más pálido. Bald nur –Goethe– no,
Warte nur, bald ruhest du auch. Espera un momento.
Encontrarás la calma muy pronto. En Dahlem,
Bajo los castaños, en la frondosa primavera.

Biografía de Robert Hass

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