TONIO KRÖGER. Thomas Mann

Javier Gomá, en El País, ha sacado este relato del fondo de un estante para hablar de la “domesticación del Romanticismo”, de la tarea actual de aceptar de manera consciente los límites que impone la convivencia democrática. “Y para culminar esa tarea hemos de desarrollar un fino sentido para percibir la verdad, bondad y belleza de esos límites” al igual que el protagonista de la historia que descubre “las delicias de la vulgaridad”.

Y me parece muy interesante sacar este tema en un momento en el que personalmente creo ver un repunte del Romanticismo, no sólo en una búsqueda artística y filosófica más apasionada que antes, sino en la propia industria cultural: películas con ángeles y demonios donde el amor atraviesa el tiempo y cura enfermedades incurables o un gusto cada vez mayor por “personalizar” los bienes de consumo.

¿Da miedo un posible abandono de la obediencia ciega al Estado? No me parece que ése sea el miedo de Gomá, ni de Thomas Mann y por supuesto ni de Tonio Kröger. Su miedo no es la desestabilización del sistema democrático, por mucho que Thomas Mann hubiera tonteado con la posibilidad de que la cultura alemana fuera la verdadera cultura en contra del humanismo francés. Lo que verdaderamente preocupa a los tres y también al lector del relato es la posibilidad de tener que dejar de ser burgueses. Un tema que personalmente me parece apasionante, el triunfo de la comodidad y el vivir por vivir, el simplemente estar y cada vez estar mejor por encima de cualquier otra cosa, incluidas experiencias místicas o creativas con la plenitud como premio. ¿Cuál es el miedo? ¿A estar solo, a la incomodidad, a no ser nadie, a no tener control?

Eso es lo interesante del relato, desde mi punto de vista, que es un relato descontrolado. Mann lo termina porque lo quiere terminar pero el lector no queda satisfecho con ese final. ¿Es posible que un aburrido y vulgar baile, que el lector percibe como decadente para los propios asistentes, sea capaz de convencer a un poeta de las maravillas de la vida burguesa? ¿Puede un poeta ver vida en “lo normalmente agradable, no genial, pero sí respetable”? En ese baile se ha visto caer a una chica débil, con un aspecto quebradizo, lejos del standard burgués al que se refiere Tonio KrUger, los rubios de ojos azules. Ella, la anormal, la debilitada por esa normalidad, se ha fijado en él, el poeta, porque también lo ve distinto. Pero Tonio Kröger, que sabemos que ha conquistado a infinitas mujeres sin emoción, que no ha vuelto a ver a su madre, a la que considera alejada de la norma, que no ha dudado en trepar como poeta, que mide sus conversaciones, que nunca ha expresado lo que siente, sólo puede verse reconocido por los rubios de ojos azules, los dueños de la norma.

Muchos buenos relatos son los de personajes contradictorios que no llegan a ninguna verdad y se equivocan. Esa equivocación del personaje, su falsa iluminación, es la que ilumina al lector. Y este es uno de esos casos. Mientras Tonio Kröger acaba identificando la vida con lo respetable, el lector sólo ve vida en los personajes débiles, alejados del canon de la normalidad y la respetabilidad, los rubios de ojos azules. Mientras el personaje cree encontrar la luz en identificar el amor burgués como originario del verdadero poeta, el lector siente que ha perdido su oportunidad de ver el verdadero amor, el que lejos de la perfección apela a su individualidad.

El narrador nos cuenta la imposibilidad de evolución de un burgués si no es reconocido entre los burgueses, la potencia devastadora de esa capacidad de decidir quién vale y quién no vale desde la norma. Ese personaje sólo se siente vivo cuando se relaciona con la naturaleza porque con respecto a los que él llama mortales o humanos, siente una inferioridad soberbia. El lector puede ver que la vida no está en lo respetable o en la norma, sino en la relación. Y el personaje va rechazando todas las posibilidades de relación que se le aparecen por no adecuarse a esa norma que a él lo rechaza.

¿Es ese el camino para mantener democracias? ¿Dónde queda la pluralidad necesaria? Si algo echa de menos el lector, si algo se puede ver en ese ambiente viciado, banal y sin interés del relato es la ausencia de diferencia. Dejar a Tonio Kröger con su iluminación mental, metido como siempre en la soledad de su habitación, no llena al lector, pero le hace ver un personaje con su trampa, le hace caer en la imposibilidad de vernos a nosotros mismos sin el espejo de los otros, cuando estamos solos. Desde mi punto de vista eso es lo aterrador del relato.

Resulta irremediable, por otro lado, pensar en lo que ocurrió en Alemania más tarde alrededor de los rubios de ojos azules. Nada más perfectamente burgués que el mundo nazi, la perfección en las formas, la alegría del deporte y el culto a la pureza. El valor de la inocencia y el sueño de libertad tras la quema de los libros. La norma y la banalidad que tan bien describió Hanna Arendt. Muy difícil entender los valores burgueses como límites a una individualidad que pueda quebrar la convivencia democrática.

Thomas Mann fue un magnífico escritor y un burgués controlado por su individualidad.

La ironía y lo real

Tonio Kröger en De Conatus con Propuesta de lectura creativa y club de lectura

Compartir:

4 responses to “TONIO KRÖGER. Thomas Mann

  1. Es verdad que es preocupante. La pluralidad siempre ha dado miedo, cuando lo único que da pavor es igualar a todos por la norma que sea. Gracias por el post, muy interesante y actual.

  2. Cuándo nos ha abandonado el romanticismo desde que fue descubierto? Desgraciadamente y en sus plurales formas nunca desde entonces. No crees que el problema de Mann tenía que ver con no aceptar su homosexualidad? Finalmente, pienso al contrario que Arendt; no había nada banal o burgués detrás de aquello, sino fanatismo y pura locura. Un abrazo

  3. Pues creo que el Romanticismo fue una salida vital al exceso de control del individuo y que ahora, entendemos mejor la necesidad de singularidad para precisamente tener una comunidad.
    Y no sé cómo de homosexual era Thomas Mann lo veo más enamorado de la belleza adolescente, inocente y pura en un sentido asexuado, no sé. Pero sí se preocupó del tema burgués mucho, en los Budenbrook o con Hans Castorp, que prefería la enfermedad real a la vida enferma burguesa. Y cuenta perfectamente la banalidad a la que se refiere hanna Arendt como causa del fanatismo y obediencia ciega, la incapacidad de pensar por la forma social de estar organizados.
    Para mí es un tema apasionante y totalmente contemporáneo. Mermar la capacidad de pensar y decidir simplemente por el día a día, las costumbres más mínimas, me parece la banalidad más peligrosa.
    En fin, da para mucho el tema. En El hombre sin atributos eatá también muy bien descrito.

  4. Tonio Kroger, -lo leí hace unos 30 años y todavía conservo la magia de tan maravillosa obra,
    y siempre lo recuerdo como la soledad y añoranza del hombre que va perdiendo su frescura e inocencia a medida que se culturaliza,
    por lo demás (ideas y comparativas de rubios y ojos azules) tan solo
    creo que es una apuesta arriesgada por reforzar “ideas” de subconsciente colectivo sin otra fin.
    tambien me asusta volverlo a leer 30 años después, -por todas las sensaciones que me aportó, y que quizás ya no tenga la frescura para volver a tener.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *